Capítulo II Los zelotes (los galileos sublevados)

12 1 0
                                    


—Tendría doce años cuando sucedió lo de Judas el Galileo. Se rebelaron contra los romanos y el procurador romano lo mandó ejecutar junto con los suyos —dijo Jesús mientras almorzábamos, un día más, en el trabajo.

—Es peligroso relacionarse con ese esenio. Temo que un día mis hermanos se encuentren con él cuando llegue una legión para acabar con todos. No me he quedado tranquilo. Jacob ya es un hombre, sabe luchar, pero Juan todavía es un niño.

—¿Y por qué es un niño? Yo lo veo un hombre —sonreía Jesús—. Además, el Esenio no proclama la violencia contra los romanos.

—Será porque a ti no te importa, pero para mi es mi hermano menor, solamente tiene 15 años —dije totalmente serio.

—No podrás protegerlo toda la vida. Se casará y formará su propia familia. Se meterá en sus propios problemas y sabrá o no cómo solucionarlos. No podrás andar detrás de él por siempre.

Quedé callado. Jesús tenía razón. Yo miraba a mi hermano como un niño porque era inocente y mimado. Siempre ha estado protegido por nuestro padre y por nosotros. No estaba preparado para la maldad del mundo.

—Es cariñoso e inocente, pero ya no es un niño. Ya tiene edad de casarse —dijo Jesús. Parecía que me había leído el pensamiento —. También es inteligente y ... un poco orgulloso. Tiene muy mal genio, igual que Jacob. Ahora que lo pienso... tu también eres así.

—¿Que soy orgulloso? ¿Por qué? —dije enfadado—. Estoy orgulloso de ser un hombre fuerte, inteligente, que provee para las necesidades de su familia. Soy trabajador y honesto. Por eso, estoy orgulloso.

—Queréis que las cosas se hagan a vuestro modo. Y si no es así, explotáis contra cualquiera que se cruce en vuestro camino.

— Y tú eres un sabelotodo pedante, dando lecciones de nada —dije levantándome y guardando mis cosas en el petate y me levanté para irme a la obra. Jesús quedó acabando de almorzar. Estaba sereno. No parecía haberle molestado mi actitud.

Seguía dándole vueltas a la cuestión de los zelotes. Judas el Galileo terminó mal, pero no fue el único. De vez en cuando se daba una revuelta y los romanos los tenían en el punto de mira. Si los seguidores de ese predicador eran zelotes, mis hermanos corrían peligro. Juan era un adolescente. No, no estaba preparado para un combate. A los zelotes no les importaba matar civiles si con eso cumplían con su objetivo. Y los romanos mucho menos.

Al llegar al campamento, me senté con mi mujer.

—¿Qué sabes de Judas el Galileo? —pregunté.

—¿Me preguntas a mi? Creo que es un mesías fallido —dijo Hannah—. Deberías saberlo mejor que yo.

—Quería saber si lo sabías —dije poco convincente.

—Lo que pasa es que tu siempre estás concentrado en tus cosas y te olvidas del mundo. Ese Judas no estaba de acuerdo con lo del censo que decretó Quirino. Tendrías catorce años cuando pasó todo. Yo era una niña. Deberías acordarte.

—Ya. ¿Eso pasó cuando Herodes Arquelao fue desterrado?

—Si, y por eso Judea pasó a ser administrada por un procurador romano.

—Ah, ya. ¿Y qué dirías si yo pasara a ser un zelote? Es más, ¿un sicario?

—Calla, calla. No durarías dos días. Ya no puedes con los niños cuánto más con los romanos —dijo mi mujer con gracia. Se levantó porque el pequeño Judas estaba llorando en la cuna.

Es verdad. No puedo con los niños, pierdo la paciencia. Menos mal que esas son cosas de mujeres. Prefiero estar en la obra. Pero manejo bien la espada. Quizá Hannah tenga razón y lo mío no son los campos de batalla.

Hannah se sentó en uno de los cojines se dispuso a amamantar a Judas mientras Yosef se peleaba con Raquel y Lía. Intenté poner un poco de paz y de respeto. Yosef salió corriendo de la tienda tras Lía gritando y Hannah me increpó a que fuera tras él.

—¿Y no lo puedes hacer tu? —grité para hacerme oír entre tanto alboroto. Estaba cansado del trabajo. Me señaló el niño en su pecho. Si, me tocaba a mi. No sé como hacen las mujeres para tener la casa y los niños controlados. Dios les tuvo que dar un don especial.

Una vez alcancé al niño éste me dijo:

—De mayor seré zelote y lucharé contra los romanos.

Había escuchado nuestra conversación.

—¿Se puede saber por qué te peleabas con tus hermanas?

—Estaba luchando contra los romanos, son el enemigo —dijo Yosef.

—Tú lo que eres es un pícaro. No vuelvas a hacerlo.

Yo conocí a JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora