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"Si alguien alguna vez me dijera que el amor duele, pensaría que está mintiendo, ¿Cómo podría ser que algo tan bello como el amor tuviera un lado oscuro?

Siempre fui aquella chica que era invisible, tal vez el problema en gran medida fue mi físico, sí, toda mi vida he tenido sobrepeso. Tanto así que junto a la depresión y ansiedad me hacían sentir en una terrible soledad.

Mi refugio siempre fueron los libros, mi amor hacía unas hojas de papel siempre han sido enormes, ¿Quién diría qué sería capaz de escaparme de la realidad por un momento a través de ellos?

Siempre que volvía a mi realidad, sentía un gran vacío. Mi soledad se hacía presente y la oscuridad me abrazaba fuertemente.

Una luz surgió de enmedio de la oscuridad. Alguien que me hizo sentir por primera vez que es el amor. Alguien como yo nunca había experimentado a lo largo de su vida que se sentía ser amada.

Llegué a mi adultez sin algún tipo de experiencia, todo lo que sabia es por mis libros. Tenía un concepto de que podría hacer cuando surgiera alguna de esas situaciones que surgen en los dramas de romance.

Pero una cosa es tener el concepto y otra es vivirlo en la realidad.

Oh pobre caperucita, no sabe que por ahí hay muchos lobos deambulando..."

Después de una larga jornada laboral, Rérica había decidido pasar primero a Bambiros Club, antes de reunirse con el hombre para entregarle el móvil perdido en el accidente.

Eran las seis de la tarde y era la hora del té. Durante este tiempo de la tarde la cafetería familiar siempre se encontraba concurrida, pues los oficinistas y gente cercana busca disfrutar de un delicioso café vespertino y tener una amena plática. Ese era el lugar perfecto, el cual se encontraba abarrotado y aún faltaban manos para atender los pedidos faltantes, así que Rérica rápidamente dejo sus cosas en la pequeña oficina que tenía y apresuró a ponerse un delantal y apoyar a los demás.

Sabía que no debía dejar a ningún cliente insatisfecho y la familia Kovitoba se esmeraba en qué cada cliente saliera satisfecho del lugar. Ya contaban con clientes habituales. Cómo el señor Félix Luján, un arquitecto conocido de la ciudad y que siempre llegaba a esta hora. No podía faltar la señora Dora Luz una viuda millonaria, que siempre venía mañana y tarde sin falta y la cual se había convertido en una cliente consentida, la cual se le daba todo lo que ella pidiera.

Rérica al ser la próxima dueña del lugar, y llevar las riendas del negocio familiar tenía que aprender más a cómo manejarlo. Era hábil para la administración y negociación. Pero aún así sabía que eso no era todo, que el ser perfeccionista no le garantizaba el éxito. Así que ahora que había regresado estaba dispuesta a aprender a fondo que más podía hacer para hacer crecer a "Bambiros Club". Prometió a su difunto padre hacer lo posible y ayudar a su madre y hermanos.

Una vez pasada la hora crítica, se pudo relajar y se sentó en aquella oficina a checar facturas y algunos documentos.

—¿Cómo puedes seguir trabajando, después de venir de trabajar?—dijo su hermana menor que tomo asiento frente a ella, mientras revisaba su móvil.

—No tengo opción Lía, debo checar las cuentas de este mes, le debo mucho a la tía Maricela, no había persona más indicada para manejar esto mientras no estaba, mamá no sabe de estas cosas.

—Eso si que es verdad, durante el tiempo que no estuviste mamá salió a muchas citas, ya sabes que desde que se abrió una cuenta de Tinder ha salido más que tú y yo en nuestra adolescencia, jajajaja y sabes ahora está saliendo con un extranjero, dice que pronto nos lo va a presentar.

Bambiro's ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora