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Era Navidad cuando JungWon pidió su segundo deseo.
Su familia estaba en la sala, él salió a tomar aire en la terraza y sacó su celular. Después de unos segundos el rostro sonriente y sonrojado de Jake estaba frente a él.
—Estás borracho. —rió JungWon.
—Un poco, pero aún así te extraño.
Hace unas dos semanas no se veían, JungWon había viajado a Corea por las fechas, Jake se quedó en Australia.
JungWon recordó el consejo que su amigo HeeSeung había dicho; a veces somos demasiado ciegos, a veces estamos demasiado asustados, pero al fin de cuentas siempre encontraremos el camino correcto sí nos permitimos ser un poco rebeldes y no seguir a los que los demás esperan.
—¿Algún deseo para estas navidades? —preguntó Jake.
—¿Debería pedir uno?
—En días como estos ocurren milagros.
JungWon sonrió al mismo tiempo que Jake, esa sonrisa de dientes frontales, esa sonrisa soñadora y tan hermosa como el verano. JungWon quería llorar.
—¿Ocurre algo? —Jake lo notaria, por supuesto.
—Es sólo... no lo sé, Jakey, te extraño bastante. El único deseo que quiero es que estés aquí.
—Aguarda unos minutos, el taxi está por llegar.
—¿Qué?
Pero Jake finalizó la llamada.
Y sí, después de cinco minutos JungWon tuvo su deseo, Jake tampoco soportaba la idea de estar lejos de él.
—Tus deseos siempre serán cumplidos, esperaré impaciente a ver qué querrás la próxima.
—Eres un idiota.
—Me amas así, yo también a ti, ¿recuerdas? Tenemos eso en común.
JungWon lo abrazó.
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