𝟏𝟕: 𝐄𝐥 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐭𝐚𝐫.

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Maerion

EL MIEDO Y LA DESESPERACIÓN serían los primeros en aparecer si cualquiera otra persona estuviera en mi posición. Aunque tenía un arma cargada apuntando mi cabeza, el único sentimiento que ardía en mi torrente sanguíneo era la ira.

Mi cuerpo había decidido que era suficiente. Suficientes maltratos, suficiente desprecio, suficiente abuso. Nada de eso iba a ser tolerado ni un segundo más, por que no era solo un instinto de supervivencia lo que se evaporaba de mis poros, era un instinto de supremacía, dominación no solo de mis propios sentimientos, sino de las acciones de los demás hacia mí.

Había entendido que muchas veces, las circunstancias ameritaban callar, mantener la compostura y tratar de encontrar el lado pacifista para solucionar situaciones, pero esta vez sí que estaba dispuesta a experimentar con otros métodos. Y más que dispuesta, mi mente parecía querer someter a toda costa a mi cuerpo. Sentía como si un líquido ajeno a la sangre, invadiera cada glóbulo rojo y lo tornara negro. La antítesis de lo que era; la sumisión ya no predominaría más.

La irritabilidad de mi piel se multiplicó; mis sentidos se agudizaron; estaba convencida de que mis ojos se adaptaron a la oscuridad que había surgido entre el forcejeo; mis manos se sintieron más fuertes y mis pies se pegaron con más potencia en el piso, comprobando que no había usado la totalidad de mi fuerza. No aún.

Súbitamente me sentía más consciente de mis alrededores, y la adrenalina parecía multiplicarse a cada segundo que pasaba, así que dejando a mi mente seguir los impulsos que este choque de realidad me había traído, tomé con mi mano derecha el cañón de la pistola, y como si se tratase de un infante apuntándome y no un repulsivo hombre, el cañón ahora orbitaba frente a su asqueroso rostro, provocando que de sus sucias facciones emanara la más genuina sorpresa.

—Jerry, ven aquí —dijo con desesperación al ver que mi fuerza no cedía—. ¡¿Qué clase de fenómeno eres?! ¡He dicho que te levantes Jerry! — el hombre que aún se encontraba retorciéndose en el piso, atendió al llamado de su superior, e impulsándose con fuerza, su puño se estampó contra mi labio, el cual comenzó a sangrar. Sobó su mano y golpeó de nuevo, atinando a una de mis mejillas. Me tomó por los hombros y me propinó una patada en el estómago que logró ponerme sobre una de mis rodillas.
Y una vez más el sujeto apuntaba a mi cabeza.

Un par de brazos me rodearon desde atrás, atrapándome mientras el otro hombre que gozó de hablar idioteces en mi oído se acercaba, obligándome a ponerme de pie.

—Esta perra es singular. Vaya que tiene ganas de vivir. Veremos que tan bien se le da rogar por su vida. —bajó el cañón de mi frente a mi boca, y haló del martillo, cargando la cámara del arma—. Te escuchamos preciosa. —Las risas de los otros dos hombres resonaban en el callejón, pensaban que aquí se desharían de mí, pero no podían estar más equivocados. De eso estaba segura.

Inhalé y al mismo tiempo volqué a quien fuera que me estaba tomando por las espaldas, agachándome y usando el mismo impulso del movimiento. Éste voló en dirección al hombre que me apuntaba con la pistola, colapsando ambos en el suelo.
Al ponerme de pie, comencé a golpear con toda la fuerza que tenía al mas escuálido de ellos, logrando esquivar algunos de sus golpes, pero antes de que el hombre cayera noqueado por completo, sacó de su pantalón una navaja, con la cual logró cortar en la parte inferior de mi abdomen. Pateé con histeria su pecho mandándolo sobre sus espaldas, y sentándome horcajadas sobre él, use su propia navaja para rasgar su cuello. Sus manos fueron directamente a la herida de la cual brotaba una cantidad increíble de sangre, mientras se ahogaba con la misma.

No fluyó la mínima pizca de humanidad sobre mí. No arrepentimiento, nada de empatía. Era lo que era y ni en ese momento ni en otro habría vuelta atrás.

 𝙋𝘼𝙍𝘼𝘿𝙄𝙎𝙀  ▬▬  𝘓𝘦𝘷𝘪 𝘈𝘤𝘬𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora