02

978 133 46
                                    

Iván Archivaldo.

Miraba a Priscila, quien debaja un beso en mi boca para luego darme el café y comenzar a desayunar.

—¿Que pasa hoy?— me dijo con una sonrisa.

—Nada— sonreí y seguí comiendo.

Llevábamos 5 años casados, no teniamos hijos, empiezo a creer que el problema soy yo.

—Señorita Priscila — dijo Lorena, una señora ya mayor—Trajimos el regalo para su señor— ella sonreía mucho.

Una ilusión en mi llegó, abrí la caja y.... era la cabeza de una mujer

—¿¡Que chingados te pasa!?— grite tirando la caja y tapando mi nariz. El olor que desprendía era fatal.

—Ahi está tu regalo— me dijo mientras sonreía.—¡Aver si así te sigues cogiendo a cuanta vieja! ¿Eso es lo que quieres? ¿Que te traiga la pinché cabeza de cada mujer con la que estás?— me gritó.

—Yo lo que quiero es un pinche plebe. Me case contigo solo por hacer crecer el cartel mamacita, y te estás tardando —

—Yo nunca le voy a dar hijos a un hombre que no me ama— me grito mientras lloraba.

—Eres mi mujer Priscila, ¡y aquí se hace lo que yo pinches diga! Y si quiero un plebe ¡Me lo vas a dar!— la tome del cabello para subir a la recámara. Cerré el cuarto con llave y ella me miraba llorando.—El ser hija del compadre de mi apa no te sirve de nada— aprisione su cuerpo

—Ivan me estás lastimando— dijo cuando tenía su cuello aprisionado en mis manos.

—Me vale madre mija, así que ahorita me vas a cumplir como lo que eres, mi vieja—

Rubí.

Eran las 11 de la mañana, me encontraba en una cabaña donde me había traído Joaquín, según el aquí sería donde yo me quedaría.

Puse mi leggins, el top, acomode mi cabello en un chongo y sobre este puse mi gorra.

El lápiz negro como delineador nunca me fallaba y aunque ya no se usaba, a mi me encantaba, Iván decía que me veía como el máximo pecado, el color rojo carmesí en mis labios me hacía sentir hermosa, indeleble, poderosa.

Mire por la ventana de la cabaña, y ya estaban los hombres formados, esperando a su nuevo entrenador, como habían Sido sus palabras.

Salí y ellos me recorrieron con la mirada, 50 hombres me desnudaban con ella. Una sonrisa ladina se formó en mis labios. Eras 50 machos, pero ninguno tenía el mismo poder que yo poseía, no merecían nisiquiera una noche.

—¿Buscaba a alguien chula?— se atrevió a hablar uno.

—No. Soy Rubi Torrecely, su superior, y en este momento quiero que se bajen de sus humos de machitos pendejos que creen que la pueden — hable mirando a todos y ellos solo asintieron.

—¿Usted será quien nos entrené?— pregunto y asenti.

—Vamos a calentar. Detrás de mí — dije comenzando a trotar.

Llevamos al rededor de 45 minutos corriendo hasta que mire que uno de los hombres cayó desmayado.

Si se desmayo corriendo, no servirá ni para el arranque.

—¡Paren! apoyen a su amigo y los espero en donde comenzamos, tienen 20 minutos como máximo — los señale y ellos asintieron.

Llegué al lugar y comencé a estirar los músculos.

—Hijuesu chingada, bendigo mis ojos en estos momentos pues—

Escuché la voz del hombre que en muchos momentos me cuido.

—.... Rubí...— dijo el sorprendido mientras abría los ojos grandemente.

—Mi querido Néstor —dije sonriendo y el no tardó en venir a mí y abrazarme fuertemente.

—Estas bien chula plebe — me recorrió con la mirada y luego volvió a apretarme a él.

—Ya lo sé — sonreí.

Néstor tenía algo, si yo no hubiese conocido a su amigo y jefe, sería tan suya como él quisiera.

Me estaba perdiendo en sus ojos cafés, pero por más que yo quisiera ningunos ojos, ningún polvo, ningún hombre se comparaba al hombre de ojos color verde oliva.

Iván Archivaldo.

Acomode los lentes, baje del deportivo y a mi lado se poso la mujer que tengo como esposa, ambos llegamos al rancho de mi papá, había un convivio entre nosotros.

—Ire con las muchachas — me dijo y asenti para luego verla caminar.

Los implantes eran demasiado exagerados.

—Que rollo carnal- me dijo Ovidio mientras llegaba junto con Alfredo.

—Te pasaste de verga Iván— me dijo Alfredo viendo los arañasos que traía en el cuello.— Como se te ocurrió meterte a la jaula del tigre—

Sí..el tigre.

Teníamos un rato aquí, el único que faltaba era mi apa, quien había avisado que vendría con la nueva persona que se convertiría en mi sombra.

—Dicen que es militar— me dijo Ovidio.

—Imaginate, si los otros andan jodiendo que les metió una verguiza no me quiero imaginar cómo nos va a tratar a nosotros— dijo Vicente tomando de su cheve.

—Oye carnal— llegó Néstor con una sonrisota.

—Ira pinche Nini, te dieron rebien, gpi— dijo Alfredo riendo.

—Te decia Iván, ¿No has sabido nada de Rubí?—

Me dijo y todos se quedaron callados, mientras que a mí se me bajaba la sangre a los pies.

—Emm.. si creo que anda allá por las Europas— dije mientras le tomaba a mi cerveza, tenía años queriendo saber dónde estaba, pero era como si la tierra se la hubiera tragado.

—Buenas noches— llegó el viejo sonriendo.

Rubí.

Estaba en la camioneta mientras sentía como se me hacía un nudo en el estómago.

Mire que la banda paro y todos se pusieron de pie, era el momento de mi entrada. Mire por otro lado a las mujeres, quienes estaban atentas al hombre que iría.

Tres hombres se pusieron frente a mí mientras que otro abría mi puerta. Nadie podía mirar claramente.

Mi vista se fijó en Iván y las ganas de llorar cada vez se hacían más presentes, aunque no se lo merecía. Estaba más que guapo.

Los hombres se quitaron dejándome a la vista de todos.

Sus miradas lascivas me hacían caminar con más seguridad

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Sus miradas lascivas me hacían caminar con más seguridad.

Rubi....—

—Buenas noches señor Iván —

AMOR Y TRACIÓN Where stories live. Discover now