LEVIHAN

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¡Que puto calor de mierda!

Nunca me habían encantado los lugares cálidos, ni mucho menos esperaba ansioso el verano. De hecho era la estación que más odiaba en el mundo.

¿Y porque?

Por el calor de mierda que acompañaba a la tan esperada estación. A los adolescentes que había a mí alrededor les encantaba lo que conllevaba la puta estación; helados, piscinas, fiestas en la playa, mujeres con poca ropa... (A esto último, fácilmente le observaba el punto positivo). Pero aun con todo lo positivo que pudieran decir del calor, yo lo odiaba. No me gusta la playa ni mucho menos sudar por todos lados, y ya ni hablemos de lo asqueroso que es estar todo pegajoso y oliendo como si no te hubieses bañado en semanas. Es por eso que, en cuanto tuve la edad suficiente me marche de la casa de mi madre en Hawái y me mudé a Boston, un sitio completamente diferente a mi hogar natal. Ahí me dedicaba a dar clases de esgrima en una muy buena universidad.

Pero a buena hora se me ocurre a mí venir de vacaciones a casa de mi madre y su nuevo esposo, con el que, al parecer, era muy feliz. El tío Kenny fue el culpable de todo; se dio cuenta de que pronto tendría vacaciones en mi trabajo y dijo: ' ¿porque no visitas a tu madre?, a ella le encantara verte al menos por un rato, ve a verla antes de que se marche a ese crucero por su aniversario de bodas'. Y yo como un estúpido caí en los chantajes emocionales de mi familia. solo para que, al llegar a casa, me encontrara con la noticia de que mi madre y mi padrastro habían adelantado su viaje y se habían marchado una semana antes, dejándome a mí en una casa vacía por, al menos, dos semanas, antes de poder obtener un nuevo boleto de avión.

Aunque debo decir, no todo era tan malo.

Mi madre tenía una vecina, ella era mayor que yo por casi dos años y, al igual que yo, estaba de visita en casa de sus padres, la única diferencia es que sus padres si estaban en casa. Era guapa; tenía los ojos obscuros, su cabello era largo y castaño obscuro, delgada, con las suficientes curvas; un bonito trasero y la piel tostada por el sol le quedaba bastante bien, y era unos diez centímetros más alta que yo. Justamente mi tipo, debo decirlo.

Cada vez que yo salía a hacer las compras y me topaba con ella solíamos coquetear descaradamente. No podía negar que la chica me atraía, incluso su risa y la forma tan escandalosa que tenia de hablar me hacían preguntarme si gritaría igual en otros ámbitos de su vida.

Suspiré.

Recordé que la primera vez que la vi fue cuando se paseó por su jardín trasero en ese pequeño y bonito bañador, yo estaba tratando de limpiar un poco el jardín trasero de mi madre mientras que la guapa morena se divertía en su propia piscina. Sabía que esa mujer había sido hecha para pecar desde el momento en el que nuestras miradas se encontraron y ella me sonrió descaradamente antes de darme la espalda y deshacerse de la parte superior de su traje para, posteriormente, acostarse boca abajo en una toalla a tomar el sol.

Ahora que lo pensaba, era debido a ella que yo estaba conforme con quedarme en esta casa aunque el puto calor me estuviese matando.

Volví de mis pensamientos mientras bajaba del auto y caminaba por la acera, directo al supermercado, por algunas paletas de hielo. Hacia bastante calor pero no tanto como hace unos días. Cuando estaba por pagar las paletas, mi guapa vecina apareció.

—hola vecino, ¿qué tal te va con el calor? —me sonrió abiertamente.

Traía puesto un vestido de verano corto color verde y de tirantes delgados, cosa que ayudaba a que sus pechos resaltaran a la vista. Estaba buenísima, eso sí. Su cabello estaba amarrado en una coleta alta con algunos mechones sueltos alrededor de su rostro y traía puestos unos lentes que la hacían ver como la profesora sexy de cualquier película para adultos.

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