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De corazones rotos y malentendidos.

—¡Hyunjin! —gritaba frustrado el castaño, corriendo por las calles con todas sus fuerzas y aún así siendo incapaz de alcanzar al pelirosa. ¿Diez?, ¿Veinte? Minutos habían pasado desde que salieron de la biblioteca, y el único que parecía estar cansándose era el australiano—. ¡Hyunjin, por Dios!

—¡Te dije que te fueras! —gruñó el mayor sin dignarse a voltear siquiera. De haberlo hecho, se hubiera encontrado de frente con la imagen de un Felix todo sudado, abrazando su bolso con fuerza, con las mejillas rosadas por el esfuerzo y el ceño fruncido por negarse a dejarlo ir antes de que le explicara qué había pasado.

Ya estaba harto de dejarlo con la esperanza de que se le pasara su mal humor, estaba decidido a resolver las cosas ahora mismo.

—¡No voy– ¡No voy a irme! Detente para que podamos hablar —dijo con mucho esfuerzo, tomando grandes y sonoras bocanadas de aire entre las palabras—. ¡Hyunjin, esto es ridículo!

—¿¡Ridículo!? —finalmente se dio la vuelta, sus ojos lanzando más llamas de las que jamás Felix había visto. Sus manos estaban apretadas en puños, las venas de sus antebrazos y cuello reluciendo a su máximo esplendor, su rostro por completo rojo más que todo por la furia. Fue suficiente para que el australiano se detuviera a unos metros de distancia, y por un pequeño segundo estuvo realmente asustado. No quería creer que Hyunjin fuera capaz de ponerle una mano encima, pero en verdad no recordaba haberlo visto tan molesto antes.

—H-Hyun —salió su voz baja y temblorosa, en un intento de calmarlo.

El pelirosa se pasó las manos por el rostro con frustración antes de llevarlas a su cabello y tirar de él soltando un gruñido, desviando la mirada hacia el asfalto— Felix, deja de hacer esto más difícil de lo que tiene que ser.

Él sintió una grieta en su corazón. La forma en la que sonaba tan dolorosamente distante, cómo prácticamente daba por hecho que esa lejanía que había decidido establecer era lo correcto sin siquiera darle una razón, cómo se veía tan furioso por tan solo tenerlo cerca. Ese no era el Hyunjin del que estaba enamorado, pero sabía que seguía por ahí en algún lado. Solo se sentía tan jodidamente impotente por no saber qué hacer para regresarlo. Ni siquiera sabía en qué se había equivocado para que lo remplazara esta versión.

—Hyunjin —volvió a pronunciar sobre el nudo en su garganta, algo desesperado y absolutamente triste, comenzando a dar cortos pasos en su dirección con cierta precaución—. Hyunjin, lo que sea que... Lo que sea que haya hecho, lo siento, ¿Sí?

—Para —masculló, negando con la cabeza, tensando la mandíbula hasta el punto en el que sus dientes dolieron.

—Lo siento —siguió, sintiendo sus ojos y nariz arder con fuerza advirtiéndole el estar al borde del llanto, mas aquello no lo detuvo de continuar—. Solo quiero que volvamos a ser amigos, que–

—Para.

—... Volvamos a bromear, que vengas a mi casa sin estar a dos metros de mí. Que dejes de ignorarme y–

—¡Felix, para, joder!

—¡No! —gritó, plantándose al frente de Hyunjin con una seguridad que, ciertamente, no tenía. Cuando su vista se nubló por las nacientes lágrimas, cerró los ojos con fuerza, haciendo que un par cayeran. Limpiándolas rápidamente con la manga de su suéter, tomó una temblorosa respiración—. Lo que sea que te haya molestado, lo siento. Quisiera saber qué es, pero ¡A la mierda! Solo–... Solo lo siento.

Hyunjin se apartó una vez más, mordiendo su labio con fuerza para detenerse de hacer una estupidez como acostumbra— Felix..., vete. Estoy hablando en serio —soltó entre dientes.

Taste | Han JisungWhere stories live. Discover now