Parte sin título 47

2 3 0
                                    

Dentro del bar se respiraba un aire de elegancia que contrastaba contra el bullicio ordinario de la calle. Un joven de cabello rubio de aspecto ejecutivo se apresuró hacia la barra. Dejó caer su sobretodo en un asiento contiguo e hizo un gesto para pedir una bebida. Una vez sentado y con un vaso de licor en su mano, volteó para prestar atención a un murmullo que provenía de otra mesa. Levantó una ceja, pero de inmediato volvió a concentrarse en su bebida. Apoyó el mentón sobre su mano derecha mientras la punta de su dedo jugaba con el borde de su vaso, entonces, escuchó.

—¿Por qué no podemos siquiera pensar en la posibilidad de tener un hijo en el futuro? —recriminó una voz femenina, antes de darse cuenta que había elevado demasiado el tono—. ¿Por qué no quieres? —le preguntó en un tono más bajo.

El silencio se vio interrumpido por una tos seca y rasposa. El joven rubio tomó de un trago su bebida y volvió a dar una mirada discreta al pelirrojo sentado frente a la dama enfurecida. Entrecerró los ojos como si hubiera podido distinguir algo que cualquier otra persona pasaría por alto.

—Yo nunca te mentí, Gwen —dijo con voz ronca erigiéndose en su asiento mientras tosía sobre su puño.

—Es que no lo entiendo, Dom. Estamos a punto de casarnos, se supone que vamos a formar una familia y, por alguna razón que yo no comprendo, tú sigues en tu tesitura de no querer niños. Antes —titubeó— lo entendía o, eso creo —dudó—, no había razón para planear nada, éramos novios y creí que era algo para más adelante. Es ahora cuando me doy cuenta que parece estar todo dicho en este asunto y yo no tengo nada que acotar —reclamó.

—Por favor, Gwen —rogó con la voz quebrada el pelirrojo, quien lucía una simple camisa blanca.

Con un simple gesto el muchacho de cabello rubio pidió otro vaso de licor, sin dejar de prestar atención a toda la escena que ocurría a sus espaldas. Gwen a pesar de lo acalorada de la discusión se veía especialmente pálida, su piel contrastaba contra el saco de color azul marino que había escogido ese frío día para ir a trabajar. Su cabello rubio estaba recogido en un apretado rodete acorde con unos labios fruncidos por el sentimiento de impotencia que la embargaba mientras enfocaba su vista en el anillo que lucía en su mano. Ella no alcanzaba a entender la situación del todo, sin importar que fuera una mujer de una gran inteligencia capaz de manejar temas mucho más complejos, sentía que había cosas que se escapaban de su alcance. Domhnall por su parte, aprovechaba la distracción de ella para abanicarse el rostro con una mano repleta de diminutos cortes ya cicatrizados, exhalando profundamente.

—Es que —empezó ella, su garganta temblaba de la impotencia— no lo entiendo. Yo sé que siempre has sido claro en este tema, pero esperaba que fuera algo que pudiéramos hablar. ¿No has pensado que tal vez esa decisión no es solamente tuya? ¿Que también es a mí a quien afecta? ¿Debo aceptar la posibilidad de no tener hijos nunca para poder estar contigo, Dom?

—No, no —negó avergonzado—, para nada, tú tienes tu elección, pero yo no quiero ser padre. ¿Es idea mía o hace mucho calor en este lugar? —preguntó observando los alrededores.

Ella pasó su mano por la mitad de su rostro hasta alcanzar su cabello en aire pensativo.

—No sé por qué, Dom. A veces no sé por qué —divagó—, por más que lo intento... —calló.

Domhnall bajó su mirada para posarla en ella y una arruga apareció en su frente, su mirada se dulcificó por un segundo.

—No es tu culpa, Gwen —le aseguró y casi se podría decir que se compadeció de ella—. La verdad es...


Borrador *Destinados a no ser*Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang