Capítulo 26

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Me metí en Discord a la hora a la que solíamos quedar siempre y Matt ya estaba conectado. Yo había decidido ir a ducharme y cenar mientras él acababa el stream y al final me había enrollado más de lo que debería. Le avisé de que ya estaba en línea y su llamada no tardó en llegar.

Por un instante, dudé si responder con cámara o solo con audio, pero habíamos pactado empezar a usar la webcam, así que le di a la opción con vídeo. Matt debió pensar lo mismo, porque su cara apareció en la pantalla a la par que la mía.

—Hola.

—Hola.

Los dos nos quedamos callados, pero sonriendo. Tenía que reconocer que se me hacía extraño empezar una conversación después de nuestros últimos encuentros y ver la reacción inmediata del otro no ayudaba a que fuera más natural.

—¿Has visto? He ordenado mi habitación —dije, para intentar desviar la atención del tema obvio.

—Ya decía yo que notaba algo raro. Por un momento pensé que te habías mudado.

—Capullo —me quejé.

Él puso una sonrisa de lado.

—¿A qué vino ese repentino interés por el orden?

—Pues la verdad... —saqué el libro de Marie Kondo, que tenía tirado en un extremo del escritorio—. Me regalaron este libro, pero me niego a leerlo; así que he querido demostrar a todo el mundo que puedo hacerlo solo.

Se rio.

—¿Odias a Marie Kondo? —preguntó.

—Sí.

Se rascó la cabeza.

—Déjame adivinar. A ti te encanta —dije, y después rodé los ojos.

—Ya te dije que soy un maniático del orden —me contestó, mientras sacaba un libro de la estantería—. Con post-its y todo —Lo abrió deslizando las páginas para que pudiera ver las anotaciones—. Da consejos muy prácticos. Deberías darle una oportunidad.

—Cuando me coma la basura.

—Es justo —se encogió de hombros.

Otro silencio, pero para nada incómodo. Tenía tantas cosas de las que quería hablarle que no sabía por dónde empezar.

—De hecho, tu paquete me llegó mientras estaba limpiando —aproveché para sacar el tema—. No me lo esperaba para nada. Muchas gracias por los regalos.

No se esperaba que le lanzara un cumplido de forma repentina.

—De nada. Era lo mínimo que podía hacer.

—No tenías por qué. En realidad, no siento que tengas que disculparte por nada.

Jugueteó con el cable de sus cascos.

—A mí sí me lo parece —se rascó la nuca, algo nervioso. Matt parecía particularmente inquieto—. Tenías razón, tenía pensado dejar de hablarte y ni si quiera era por algo que hubieras hecho tú. Lo siento.

—Nada. Ya está olvidado.

—Genial.

Mi vista se desvió hacia donde tenía apoyada la caja con los regalos, a escasos centímetros de mi mesa. Todavía no había encontrado el momento para meterla bajo mi cama.

—Por cierto, ¿lo has hecho todo tú? —pregunté, sacando la tarjeta y la tableta de chocolate—. Está todo muy currado.

—Sí, sí, todo cosa mía —respondió con cierto orgullo—. ¿Aún no has abierto la tableta de chocolate? ¡Oh, sacrilegio! —se mofó.

Falling On Stream [Falling #1]Where stories live. Discover now