EL OLOR A MACHO: UN POSIBLE NEGOCIO

1.2K 154 6
                                    

La gente era una puta asquerosa y me daba ganas de vomitar, pero como me alegraba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La gente era una puta asquerosa y me daba ganas de vomitar, pero como me alegraba. El subforo «Compra y Venta de Feromonas» era un nido de depravados y autoproclamados «coleccionistas de aromas». Según parecía, pagaban mucho dinero por sábanas, mantas, edredones, camisetas, pantalones… más dinero cuanto más Olor a Macho tuvieran y más íntimo y sórdido fuera. Había usuarios que pagaban una almohada o cojín «muy oloroso» por cien dólares. ¡Cien putos dólares por una almohada sucia sobre la que hubiera dormido un lobo! Pero eso no era lo mejor, llegaban a pagar incluso más por ropa interior, pantalones y camisetas… Ofrecían hasta mil dólares por los pantalones muy usados y bien sucios de un Alfa. Porque, según comprendí después de pasarme una hora flipando en aquel subforo, era que las diferentes categorías en la Manada también influían en el Olor a Macho, haciéndolo más potente y penetrante cuanto más alto fuera el rango. Otro factor que entraba en juego era el propio lobo, ya que algunos tenían más feromonas por ser especialmente sexuales, lo que no tenía nada que ver con lo otro.

El caso es que, aunque fuera un estúpido Macho Común de la Manada, como muy probablemente fuera JiMin, pagaban un mínimo de cien dólares que podía varias dependiendo de la cantidad de feromonas del lobo y la intensidad de la «impregnación». Bueno, yo tenía dos almohadas por las que se había pasado la polla, así que contaba con que uno de esos «coleccionistas de aromas» quisieran olfatearlas hasta que el plumón se les metiera por la nariz. Si conseguía vender un par de cosas, quizá podría ganar entre unos seiscientos y ochocientos dólares. Con lo que tenía en casa manchado con El Celo y lo que pudiera conseguir mientras duraran las visitas de JiMin… Quizá me sacara una buena tajada de aquella mierda de situación.

Así que el plan inicial de quemarlo todo y echarle de mi casa a patadas cambió por completo. Ese lobo se iba a quedar y me iba a sudar cada puñetero milímetro de ropa que hubiera en mi casa. Con esa idea en mente, entré en el subforo «Socialización y Lenguaje de los Hombres Lobo» y después en «Prácticas de Cortejo y Desarrollo de Vínculos». Había muchísimos temas allí, muchísima información un tanto caótica que no terminaba de entender muy bien. A veces usaban jerga del propio foro, diminutivos y expresiones que sonaban estúpidas: «omeguizar», «impregnación», «esnifadores», «marcar», «mormonar»… y cosas así. Hasta que no encontré un glosario de términos en la página principal del Foro, fue como leer un puto telegrama sin sentido.

De la mucha gente retorcida que había en ese Foro Amante de los Hombres Lobo, estaban los que querían sólo follárselos, «loberos», que eran como el ochenta y cinco por ciento. Interesados en estrategias para atraer a los Hombres Lobo y conseguir un exitoso Celo. Después estaba el otro quince por ciento que estaba todavía más jodido de la cabeza. Entre ellos estaban los «Coleccionistas de Aromas» a los que llamaban despectivamente «esnifadores»; y los que querían ser «Omegas». Eso era difícil de creer, pero había gente, personas trastornadas, cuyo objetivo en la vida era «ligarse a un lobo» y conseguir una especie de relación seria a la que llamaban «Vínculo Completo». No quería ni tomármelos en serio, pero, por desgracia, allí estaban todos los hilos que me interesaban sobre cómo mantener a JiMin el mayor tiempo a mi lado. Leí la explicación bastante desarrollada de la usuaria Omega4Life, tan útil como perturbadora sobre cómo «Mantener a tu lobo enamorado». Sentí un escalofrío de arriba abajo y tuve que salir a fumar fuera de la tienda. Con un cigarro en la boca, de cuclillas al lado de la puerta y con una cerveza abierta en el suelo, comencé a leer aquel texto bíblico.

Todo empezaba con una gran declaración: «Cada Macho, al igual que su olor, es diferente». Al igual que los humanos, tenían sus gustos, sus ideas y sus necesidades, aunque compartieran un núcleo común que eran sus instintos básicos y sus costumbres. Dicho esto, Omega4Life describía una serie de «actos» o «señales» que poder dar a tu lobo para decirle en un lenguaje que él entendiera que querías que siguiera visitándote y «haciéndote el amor…». Según esa usuaria, mantener la vivienda y a uno mismo con su Olor a Macho era esencial, llegaba a recomendar ducharse lo menos posible y, de tener que hacerlo, mantener siempre algo impregnado de tu Macho para poder llevar su olor encima de alguna forma. Otra táctica que solía funcionar era «forzarles» a dormir a tu lado con comida, chantajes sexuales y caricias. No lo decía así de claro, pero básicamente era a lo que se refería: que los mantuvieras cebados, bien follados y mimados. Lo cual yo ya hacía, así que genial.

No necesitaba saber nada más. JiMin iba a ser el lobo más puto feliz del mundo e iba a volver a mi casa para sudar bien esas camisetas y pantalones que me harían ganar dinero de forma tan fácil. Así que antes de salir de la tienda, compré tres envases de lasaña de carne para cuatro personas y me lo llevé conmigo de vuelta a casa. Al llegar al portal saqué las llaves y sentí una presencia a mi espalda, giré el rostro y me encontré con los ojos amarillos de mi acordé con una media sonrisa. — ¿Tienes hambre, fiera? He traído mucha carne para ti.

El lobo también sonrió un poco, alzando la comisura de los labios, y se acercó más a mi espalda, como si mi felicidad le hubiera animado a ponerse todo lo pesado que quisiera. Me agarró de la muñeca y me siguió por las escaleras. Hice una nota mental para buscar lo que significaba esa mierda de agarrar tanto, porque no me gustaba en absoluto. Llegamos a casa y dejé las llaves sobre el taburete verde.

—¿Por qué no te das una ducha mientras cocino? — le pregunté, entonces cambié de idea. — ¡No, no te duches! Mejor ponte mi ropa, ¿qué te parece? — y le froté la barriga porque eso les gustaba mucho y les hacía sentirse queridos y seguros según SarahxLobos91.

JiMin ronroneó un poco y asintió. Fui a la cocina a dejar los envases de lasaña y después le acompañé a la habitación para buscar algo en el armario que, primero, no me importara perder, y segundo, que le pudiera caber al lobo. Al día siguiente debería pasarme por la tienda de segunda mano y comprar todas las tallas XL que tuvieran. Aquella noche, tendría que conformarse con la camiseta gris un poco desvaída y unos pantalones de chándal verdes y horribles que usaba en invierno para dormir. JiMin no tardó en desnudarse después de comprobar que la cama seguía oliendo «mucho a él», y yo le miré con una buena erección en los pantalones cuando empezó a quitarse la camisa y a bajarse la cintura de su chándal negro. El lobo levantó la cabeza y me miró al instante, como si hubiera sentido una vibración en el aire cuando me puse cachondo, entonces él se empalmó y dejó lo de vestirse a un lado para venir a buscarme, cogerme entre los brazos como si mi metro ochenta y cuatro y mis setenta y ocho kilos no fueran nada para él y llevarme a la cama. Me quitó los vaqueros a tirones y las zapatillas con un gruñido de frustración, después se puso de rodillas en la cama y se volcó sobre mí para metérmela entera casi de una sentada.

Sudó bastante, se corrió tres veces y consiguió que yo manchara una de mis camisetas favoritas con varios chorros de semen; tras aquello, se dejó caer, sufrió las contracciones y, finalmente, la inflamación. Cuando recuperó un poco el aliento, me manchó el rostro y el pelo con su sudor denso y fuerte y, por primera vez, me mordió un poco la mejilla. Me sorprendió y fruncí el ceño, haciendo otra nota mental sobre buscar por qué cojones estaba haciendo eso. Ahora que sabía que había gente pirada en internet que entendía las cosas que me estaban pasando con JiMin, no podía dejar de preguntarme si algo tan tonto como aquel mordisco infantil podría significar algo terrible en el idioma de los lobos. Mientras pensaba en ello, le acariciaba el pelo castaño, estirándolo entre los dedos y sorprendido de lo mucho que le había crecido desde hacía una semana y poco; al igual que la barba.

—¿Cada cuánto te cortas el pelo y te afeitas? — le pregunté, interrumpiendo el ronroneo de placer en su garganta.

—Manada se corta el pelo y barba cada diez días. — respondió tras levantar la cabeza para mirarme. — Esta semana Celo. Todos mucho pelo.

Solté un murmullo afirmativo y le rasqué su espesa y ya descontrolada barba. No le quedaba mal aquel estilo de leñador barbudo y de pelo salvaje, pero me gustaba más cuando tenía el pelo corto, le daba un aspecto más duro e intimidante. El lobo recostó la cabeza sobre mi mano, porque le estaba gustando que le rascara, así que seguí un poco más hasta que se le desinfló la polla y pudimos movernos.

—Vístete, voy a hacer la comida. — le dije mientras me separaba, me quitaba la camiseta manchada de semen y me ponía un pantalón ligero sin ropa interior.

Recién sudado olía más fuerte, y todas esas feromonas de excitación se iban a pegar a la ropa que le había dejado, como diminutas pepitas de oro que un tarado de alguna parte del país esnifaría mientras se tocaba la polla. Al oír hablar de comida, el estómago de JiMin rugió, más aún cuando pudo percibir el olor de la primera lasaña familiar que saqué del micro mientras fumaba un pitillo.

—Tengo tres, ¿las caliento todas? — le pregunté, sacándome el cigarro de los labios y echando el humo a un lado. — ¿Te pongo cerveza?

El lobo miraba el envase de la lasaña humeante que olía a deliciosa carne especiada, cogió la cuchara que le había dejado a un lado, con toda la mano, como si fuera un niño pequeño y sacó un buen pedazo.

—Quema. —le advertí.

Él se detuvo, me miró y sopló un par de veces, recibiendo un asentimiento de aprobación de mi parte. Fui a por una cerveza para él y otra para mí y puse a calentar la segunda lasaña. Yo me había comido un sándwich y un paquete de nachos en el trabajo y no tenía demasiada hambre, así que me dediqué a mirarle comerse toda la lasaña para cuatro personas en menos de lo que tardó la segunda en hacerse al micro. Con la segunda bajó un poco el ritmo, pero con ayuda de otras dos cervezas se la terminó sin problema. La tercera ya le costó. Al parecer, el límite de JiMin eran cinco kilos de carne picada y salsa. Hacia el final se llevaba la cuchara a los labios y masticaba lentamente con la mirada perdida. Yo me había sentado frente a él y comía del mismo envase, pero más tranquilamente y no como un puto energúmeno a paladas. Entre los dos, nos la conseguimos terminar. JiMin dejó al fin la cuchara, eructó y respiró más profundamente. No hizo falta que le dijera nada, solo se levantó con la barriga llena y abultada bajo la camiseta gris y se fue a echar al sofá.

—Espera, JiMin — le detuve, levantándome para ir a por el trapo y limpiarle los morros manchados de salsa y la barba grasienta. —, Comes como un puto cerdo. — murmuré, terminando de frotarle los morros antes de darle una palmada en ese culo grande y firme. — Hala, vete a tumbarte.

El lobo soltó un gruñido de queja por el golpe juguetón, pero fue apenas un ruido bajo en su garganta, y se fue al sofá mientras yo fumaba otro cigarro al lado de la puerta de emergencias. Puso uno de sus programas de bricolaje y se quedó como muerto, con las piernas estiradas y una mano metida en la entrepierna mientras se rascaba los huevos de una forma nada discreta. Sí, y había personas que matarían por tener a un JiMin en su vida… La hostia. Tiré la colilla por la puerta, pensando en aquello y negando con la cabeza. Pero, al sentarme a su lado, seguí el consejo de OMeGaFran y le acaricié la cara interna del enorme bíceps usando la punta de los dedos y en movimientos circulares, algo que los lobos entendían como un gesto de interés en ellos y cariño. Sin duda, funcionó, porque JiMin ronroneó y sus párpados descendieron hasta casi cerrar los ojos.

—Vamos a la cama. —le dije cuando el programa terminó.

El lobo solo murmuró un poco sin abrir los labios y cogió una buena bocanada de aire antes de levantarse y seguirme dócilmente a la habitación. Moví el apestoso edredón que tanto le gustaba y se dejó caer de lado, haciendo crujir un Poco la cama bajo su peso. Todos esos chalados que querían ser omegas coincidían en que, si el lobo se quedaba a dormir, era porque se sentía seguro y cómodo a tu alrededor; y cuanto más se quedaran, más intenso sería el Olor a Macho y más identificarían la cama, la casa y al humano con ellos mismos. Era el principio de un vínculo o no sé qué hostias. El caso era que ayudaba a que siguiera viniendo y dejando su sudor de oro en mis cosas, así que tenía que quedarse. Había innumerables hilos y consejos sobre ese tema, ya que era tan importante y esencial, aunque, aparentemente, complejo de conseguir. Algunos decían que era mejor darle de comer al lobo en exceso y llevarlos a tumbarse en la cama y así sería más probable que se quedaran dormidos, otros creían que el sexo funcionaba mejor, otros decían que las mantas y el calor jugaban un rol fundamental… Gilipolleces. Yo me quité el pantalón, me tumbé al lado de JiMin, le rodeé con un brazo y una pierna y le acaricié la barriga. En menos de un minuto el cabrón ya estaba roncando y teniendo espasmos musculares. Tener a un lobo subnormal a veces jugaba a mi favor.

Me desperté casi en la misma postura, pero con un sentimiento muy diferente. Como cada vez, lo primero que sentí fue aquel olor pesado y cálido, acumulado bajo el edredón y macerado tras ocho horas de sueño. Su cuerpo estaba caliente, era jodidamente grande y me hacía sentir jodidamente bien. Me acerqué más, me puse encima y empecé a frotar la cadera en ese estado entre la inconsciencia y el despertar. Acaricié sus enormes bíceps hasta los hombros anchos y abultados y después busqué sus labios para besarlos. El lobo gruñó, entreabrió los ojos y me rodeó con los brazos. Le bajé la cintura elástica del chándal y liberé su polla dura y mojada para metérmela dentro sin dudarlo. Apreté los dientes al sentirla, entre el leve dolor y el intenso placer, antes de que JiMin empezara a taladrarme como hacía siempre: moviendo la cadera sin descanso, gruñendo y apretándome contra él para inmovilizarme. No solía ser hasta que se corría por segunda vez que aumentaba incluso más el ritmo y cambiaba de postura para poder morderme la parte baja del cuello o el hombro.  

—¡Me cago en tu puta vida! — le grité, tirándole del pelo y arañándole la espalda al sentir cómo me clavaba con fuerza aquellos colmillos anchos. 

Empezaba a creer que eso le ponía cachondo, porque, cuanto más violento era el sexo, más rápido me follaba y menos tardaba en correrse, llegando a alcanzar la cuarta eyaculación con facilidad. Entonces, se echaba sobre mí y descansaba mientras yo cogía aire y sonreía. A veces le odiaba, pero al terminar de follar no podía quererle más. Quizá fueran las feromonas, quizá fuera que JiMin me estaba dando el mejor sexo de mi vida; o una mezcla de las dos. Cuando recuperó un poco el aliento, me frotó su cara sudada contra la mía y me lamió las pequeñas heridas que me había hecho en el cuello. Tenía una lengua más grande de lo normal y bastante áspera que me producía un leve escalofrío cada vez que rozaba mi piel húmeda. Traté de apartarle con un gruñido de queja y él me ignoró, terminando de lamerme el cuello todo lo que quería hasta que la polla se le desinfló y volvió a quedarse medio dormido sobre mí.

Pasó una buena media hora antes de que se despertara de nuevo, se levantara con un ruidoso bostezo de boca muy abierta y saliera de la cama para caminar hacia el baño con el pantalón todavía bajado y la raja del culo al aire. Poco después, se oyó el chorro cayendo sobre el agua del váter de una forma muy ruidosa y JiMin regresó rascándose el culo y con expresión adormilada. Miré todo aquello y volví a pensar en esas personas que querían un lobo en sus vidas y que se esforzaban tantísimo para conseguirlo. Por mí, podían quedárselos a todos.

JiMin se quitó la ropa que le había dejado, se puso la suya entre pesados gruñidos de queja y, al terminar, se acercó a la cama para acariciarme la mejilla con la suya y decirme:

—JiMin se va. 

—Pásalo bien. — respondí yo.

No me levanté de la cama hasta que oí la puerta, fui al baño, tiré de la cisterna de la que él no se había molestado en tirar, me duché y salí para ponerme algo de ropa limpia. Después salí de casa para ir a tomarme un café fuera, airearme y comprar bolsas de plástico para envasar. Según había leído en el Foro, a los esnifadores les gustaba la presentación del producto tanto como el producto en sí; y no querían que nada del Olor a Macho se perdiera por el camino. Así que cuando volví a casa metí la camiseta y el pantalón que le había prestado al lobo en diferentes bolsas y las cerré. Ambas prendas apestaban bastante a JiMin después de una noche y dos rondas de sexo. Si esos pervertidos querían Olor a Macho, iban a tener todo el que querían.

Me apresuré para ir al trabajo bajo una lluvia fina de primavera, recibiendo las mismas quejas del señor Xing y los mimos insultos en chino. Asentí a todo y, cuando me quedé solo, fui a por una lata de Red Bull y salí afuera a fumar mientras miraba el móvil. Ahora que ya tenía algo que vender, solo tenía que venderlo. Lo primero fue crearme un usuario en el Foro y elegí algo simple y directo: ChicoOloroso, porque VendoRopaConOlorAMacho ya estaba cogido. Después me presenté en la sección de Bienvenida porque era un requisito esencial para poder participar en el resto del Foro. Puse una frase discreta y sencilla: «Hola, tengo un lobo y quiero vender su puta ropa. Besis». Entonces pude ir al subforo de «Compra y Venta de Feromonas» y abrir un hilo llamado «Venta: camiseta y pantalones».

«Hola, esnifadores. Vendo una camiseta y un pantalón de lobo joven, grande, sano y fuerte. La ha llevado toda la noche y durante dos polvos, así que apestan bastante. 200 la camiseta, 400 el pantalón».

Puesto eso dejé el móvil y me dediqué a revisarlo cada hora y algo para ver si había alguien interesado. La mayoría de los vendedores de feromonas eran esporádicos, loberos que quería sacarse un dinero después de un encuentro casual con un lobo o vender las mantas tras El Celo; pero pocos tenían ropa que realmente hubieran llevado los lobos. Aun así, mi oferta pareció desproporcionada a muchos de los esnifadores, que preguntaban cosas como: «¿Qué rango tiene en la Manada?» «¿La llevabas tú mientras estabas con él o la llevaba él?» «¿Cuánto tiempo exactamente la ha llevado?» «¿Entiendes de intensidades de olor o simplemente a ti te parece que huele mucho?» «¿Tienes fotos del lobo con la ropa puesta?». Me tocó un poco los cojones que una puta panda de pervertidos que iban a hundir la cara en unos pantalones usados se pusieran tan exquisitos, exigentes y sibaritas. Pero me controlé, los negocios a veces eran así, y yo sabía negociar.

«Hola, esnifadores. Este es un pedazo de lobo que os cagáis, suda como un cabrón y folla como una bestia. Ha llevado esta ropa toda una noche, sin calzoncillo y durante el sexo (dos veces). Puedo bajar a 150 la camiseta y 340 el pantalón, pero solo porque es la primera vez. Después entenderéis que merece cada puto dólar que os habéis gastado. Ah, y os doy una advertencia. El Olor a Macho de este lobo es jodidamente adictivo, así que esnifarlo con cuidado».

Yo no había olido a otros machos, ni quería hacerlo, pero si olían más fuerte que JiMin debían dar miedo. Dejé el móvil y atendí a un par de clientes que entraron borrachos y gritando, les dirigí una mirada seca y les dije que si querían montar escándalo que se fueran a su puta casa. Se callaron enseguida y seguí a lo mío. Cuando llegó la señora Xing y contó el dinero de la caja, cogí mi cazadora militar y salí a la calle mojada. Di un pequeño rodeo de diez minutos para poder comprar tres cubos familiares de pollo frito en una tienda de comida rápida del barrio. Mientras esperaba en aquel ambiente que olía a aceite hervido y especias, volví a ojear el Foro. Había un mensaje nuevo que decía:  

«Hola, ChicoOloroso. Si dices que es un Olor a Macho tan fuerte, te compro la camiseta, pero por 120. Si de verdad es tan bueno, te pagaré 400 por el pantalón»

—Trato hecho. — sonreí.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ʜᴜᴍᴀɴᴏ [ʲⁱᵏᵒᵒᵏ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora