I. Un simple capricho

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E S C L A V O

I. Un simple capricho

Hal, hijo del rey Henry IV y príncipe de Gales, se encontraba sentado sobre el trono secundario junto a su padre en el salón principal, escuchando audiencias de los ciudadanos y jefes de comarcas aledañas, divirtiéndose con una que otra expulsión de algún ciudadano necio que presagiaba el fin del mundo, o riendo para sus adentros cuando llegaba algún plebeyo que había sido arrestado por beber a deshoras o alterar el orden público.

Francamente le aburría a montones tener que celebrar esas audiencias, pero no tenía otra opción. Pronto celebraría su cumpleaños número veintidós, por lo que los deberes como soberano los debía tomar más en serio, según palabras de sus tutores y del rey mismo.

Ese día era otro típico en la corte del rey. Su padre le había solicitado que participara activamente en las decisiones menores, o sencillamente fuera él quien agradeciera los obsequios de los súbditos, pero Hal no estaba interesado en rebajar su atención a seres inferiores; no con el orgullo y presunción que lo caracterizaban.

Después de renegar a las peticiones de su padre, escuchó que el guardia anunciaba la última audiencia del día; giró su rostro encontrando algo que genuinamente lo hizo enderezar sobre su asiento: el sonido de grilletes y más de una docena de hombres caminando al compás de éstas. A juzgar por la ropa roída, cuerpos cansados y mantas de tela cubriendo su cabeza, dedujo que se trataban de prisioneros o esclavos.

—Presentando a Sir. Frederick Bastille, comerciante y duque de Carmarthen, solicita audiencia a su Majestad —anunció el guardia de la entrada, golpeando su bastón ceremoniosamente contra el suelo un par de veces. —El asunto es presentación de su mercancía y permiso de comercio en la región de Gales, alteza

Antes de que el rey Henry IV pudiera decir algo, Hal se acercó a susurrarle a su padre en privado. El rey sonrió de lado ante la sugerencia de su hijo, pues por primera vez había decidido tomar partido en las audiencias, así que permitió que el príncipe dirigiera el trato.

Hal se levantó de su asiento y caminó hasta el comerciante, saludándolo cordialmente.

—Debo asumir, Sir. Bastille, que nos ha traído muestras de su mercancía en búsqueda de algún favor de la corona —comentó filosamente.

—Me honraría poder llegar a un acuerdo con su Excelencia —contestó el hombre rechoncho. —Mucho me temo que he venido humildemente para solicitar permiso para empezar a comerciar en esta región

—Ya veo...

Hal guardó silencio unos segundos, caminando a lado de los esclavos. Notó una peculiaridad en uno de ellos que no pudo ignorar.

—Sir. Bastille, ese esclavo... El que es más alto que el resto y fornido, ¿qué me puede contar de él?

—A decir verdad, poseo muy poca información, Alteza —contestó. —Lo compré hace un mes en Irlanda; habla galés y trabaja muy bien, pero es demasiado reservado y misterioso. Caza su propia comida y su antiguo amo me contó que resiste azotes que habrían matado de dolor a cualquier otro. Por lo mismo lo apodan "El Cazador"

Aquella respuesta no hizo sino aumentar la curiosidad de Hal, quien, sin pensarlo, caminó hasta el sujeto y sin recato le retiró la bolsa de tela de la cabeza. Lo que sus ojos contemplaron lo dejaron fascinado. No se comparaba con tener veintidós años como él, pero conservaba la plenitud juvenil característica de aquellos que rondan los treinta; tenía facciones rudas, ojos azules perforantes y barba semilarga color cobrizo, al igual que su cabello. No era como otros esclavos que había visto exhibidos en las plazas principales de Gales; era alto, con músculos contoneados, seguramente por hacer ejercicio de caza; sus clavículas resaltaban y su espalda era un perfecto triángulo invertido.

Esclavo [Hiddlesworth AU, Hal x Eric] R+18 COMPLETAWhere stories live. Discover now