30. Muñequito perfecto

353 63 6
                                    

Leer con prudencia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Leer con prudencia

-----

«—¿Quién es tu verdadero Dueño?

Muñequito miró la pared como si hubiera algo interesantísimo allí, sintiendo las callosas manos de Señor Sira sobre su cuerpo, e hizo una mueca de dolor sin poder evitarlo al sentir el objeto pequeño y duro entre sus piernas, imposibilitando que pudiera sentarse bien.

Señor Sira le sonrió, comenzando a vestirlo con una bonita falda de flecos.

—No voy a castigarte —susurró Señor Sira, con su voz tierna y dulce—, ¿cómo voy a castigar a mi Muñequito Perfecto? —sonrió—. ¿Quién es tu verdadero Dueño?

Muñequito lo miró, su dedo temblando cuando lo apuntó.

Cerró los ojos ante el temor a un repentino golpe al verlo levantar la mano, pero sólo sintió una caricia amorosa en su mejilla como respuesta.

—Exacto —respondió Señor Sira—, yo soy tu verdadero y único Dueño, aunque debo prestarte a otra persona durante un tiempo, ¿está bien, Muñequito? Pero vas a volver a mí —ahora hubo un beso en sus labios, antes de que comenzara a abrochar una blusa—. Eres mi juguete favorito, ¿lo entiendes?

Asintió, pero no entendía demasiado que estaba ocurriendo en ese instante.

Señor Sira lo tomó en brazos y Muñequito era peso muerto, no se movía a pesar de todo, aunque no pudo evitar removerse cuando vio que estaba siendo acostado en una caja de madera, abriendo sus ojos por la sorpresa. Su cabeza fue recostada en un cojín, pero aun así se aferró a las mangas de Señor Sira.

No. No, oscuridad no. Encierro no.

Señor Sira apretó sus labios un instante y suspiró, tomándole las manos con suavidad.

—Vas a llegar en perfectas condiciones con tu nuevo dueño —le trató de explicar Señor Sira—. Nadie puede verte excepto él, es lo mejor para ti —Muñequito no quería soltarlo, no quería hacer eso—. Si no me sueltas, bebé, voy a arrancarte los ojos.

Obedeció, porque sabía que no bromeaba.

Le miró con ojos llenos de pánico, de terror, temblando porque estaba luchando con las ganas de romper a llorar. Pero no podía llorar, porque los muñequitos como él no lloraban.

—Estarás bien —dijo Señor Sira, agarrando la tapa que iría sobre la caja y con la que quedaría en completa oscuridad—. Son sólo cinco horas de viaje. Has aguantado cosas peores.

Sí, por supuesto. Pero...

La caja se cerró y sólo había luz de los pequeños agujeros que dejaron para que no se ahogara.

Muñequito de porcelana - H.A #21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora