Capítulo 18

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El aire frió de afuera, hace que las ventanas del Jeep de Zev estén heladas

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El aire frió de afuera, hace que las ventanas del Jeep de Zev estén heladas.

Lo sé porque he puesto mi mano contra ellas para poder recargar mi cabeza, pero he abandonado la idea tan pronto he tocado el cristal. Tengo la insana necesidad de poner distancia entre Zev y yo. No recuerdo que este lugar fuera tan reducido, y me estoy ahogando en el calor corporal que Zev despide, y en su olor. Su perfume pica en mi nariz y me intoxica, porque todo el Wrangler huele a él. Y su olor desencadena recuerdos cognitivos dentro de mí y me hace recordar al sexo. Y para ser más específico, al sexo con él. A la forma en como lo monte en nuestra última noche en el castillo, con mis manos apoyadas en sus pectorales, mientras mis dedos jugaban con sus pezones y sus grandes manos me cubrían el culo mientras me ayudaba a ir arriba y abajo a través de su majestuosa erección. Me recuerda a la forma lastimosa en la que gimió mi nombre cuando se corrió. A sus rasgos masculinos bañados de placer mientras se entregaba a su liberación, a su mirada suave después del orgasmo. Su olor me recuerda a lo mucho que lo deseo, me recuerda a esta necesidad de clavar mi nariz en la curva de su cuello y ser rodeado por su aroma.

Él es tan masculino, tan jodidamente adictivo. Y el hecho de que recuerde cada una de nuestras experiencias con vivo detalle, es una locura. El hecho de que quiera retomar todo desde donde lo dejamos en Escocia es una locura aún mayor. Pero no puedo evitar desearlo, mis manos pican por tocarlo nuevamente. Quiero besarlo y saborear su boca una vez más.

No sé como actuar, que decir o que hacer. Nuestra relación siempre fue fácil, hemos sido amigos y compañeros de piso por tanto tiempo, que estamos acostumbrados a hablar todo el tiempo o pasar grandes silencios cómodos simplemente uno al lado del otro compartiendo la misma habitación. Pero ahora el silencio en el Wrangler es tan pesado que me abruma. Me abruma el hecho de estar tan cerca de él y que no se me permita tocarlo.

Dios, como quiero tocarlo.

Pero mi confianza es frágil, tan frágil como los estanques que se congelan en invierno, creando capas delgadas de hielo en el exterior, donde si cometes el error de confiar en ellos, puedes caer al agua helada y congelarte.

— Hogar, dulce hogar. —dice Zev, girando el volante para entrar a la cochera de nuestra casa. Pienso en cuanto tiempo me queda realmente en este lugar al que he llamado hogar por casi cuatro años. Solo me queda un par de meses más aquí antes de que tenga que hacer mis maletas y marcharme. Voy a extrañar este lugar. Voy a extrañar la linda casa suburbana en la que he vivido por los últimos años. Y es que este lugar simplemente es precioso, la tranquilidad del vecindario y mi vieja vida en general.

— Vamos, Angie. —Intento despertar a Angelina que ha dormido durante todo el viaje de regreso a casa. Abro la puerta del Jeep y el aire frió me golpea en el rostro como astillas que se clavan en mis mejillas. Joder, había olvidado lo helado que estaba fuera. — Mierda, hace frió. —digo estúpidamente, saltando fuera del Jeep.

— Toma a Angie, yo llevare nuestras cosas. —hago lo que me dice, y saco a Angelina de la parte trasera del Wrangler.

— Vamos, nena. De prisa. —le insto y corremos hasta el porche, antes de darme cuenta que no tengo mis llaves conmigo.

— ¿Qué sucede? —pregunta Zev detrás de mí. Me giro, para mirarlo en la parte superior de nuestros escalones, sus manos ocupadas mientras sostienen nuestras maletas.

— No tengo mis llaves. —respondo.

Oh. —murmura—. Las mías están en mi bolsillo trasero, tómalas.

Asiento estúpidamente, tratando de no sonrojarme y me muevo para deslizar mi mano dentro de sus jeans y tomar el juego de llaves. Si fuese un hombre más inteligente, le habría dicho que me diera mi maleta y tomara sus llaves por el mismo. Pero una parte de mí, la parte irracional, quiere tocarlo de cualquier forma que pueda conseguirlo. La parte racional de mi cerebro; me dice que soy un idiota. Que debo dejar lo que paso en Escocia atrás y que debo seguir adelante.

— Vamos dentro, nena. —le digo a Angie, cuando la cerradura cede ante la llave y abro la puerta para que Angie se deslice dentro. Siento mis mejillas calientes, y me gustaría decir que tiene que ver con la temperatura diferente dentro de la casa y no por haber deslizado mi mano dentro de los vaqueros de Zev. Pero este no es momento para sentirme cohibido. Nos hemos tocado de formas en las que nunca pensamos que nos tocaríamos, tomar las llaves de su bolsillo trasero de forma puramente platónica no tiene nada de extraordinario, me repito una y otra vez cuando cruzo el umbral de la puerta principal.

Dejo la maleta de Angelina en el suelo del recibidor y me giro para pedirle mi equipaje a Zev. Estoy listo para ir a la cama y ahogarme en estos locos pensamientos hasta que los saque de mi sistema. Pero cuando mi mirada conecta con la suya, no estoy preparado para el calor y la intensidad que despiden sus ojos. El tono dorado ámbar característico no está, esta vez sus ojos son casi marrones, la oscuridad en ellos me consume y mi voluntad se doblega. Solo hay un único pensamiento en mi cabeza que se repite como un cántico sagrado, un cántico que, si lo repito con suficiente fe, quizás pueda hacerse realidad.

Tócame, tócame, tócame. Bésame, por favor tócame.

Pero no sucede, no importa cuanta fe tenga o lo desesperado que este por que él me toque. No lo hace. Y sinceramente estoy cansado de pedir por cosas a las fuerzas superiores, cosas que nunca obtengo. Porqué al parecer, no soy escuchado. Así que decido que es mejor extender la mano y tomar lo que quiero.

A decir verdad, me gustaría decir que he pensado en esto; no lo he hecho. No he pensado en absoluto en los contras, solo en los pros; ¿el mayor de ellos? Los labios de Zev contra los míos. Así que acorto la distancia entre nosotros y envuelvo su mandíbula en mis manos y uno sus labios a los míos. El suspiro que libera cuando sus labios se abren contra los míos, me hace derretirme contra él. Las bulliciosas emociones que me inundan y se desbordan no están reflejadas en mi beso, y es interesante. Es interesante el hecho de que hace dos segundos haya estado tan desesperado por él, que creí que este podría ser un beso con la violencia efervescente de mi desesperación por él. Pero no es así, es de hecho uno de los besos más tranquilos que hemos experimentado.

Sus labios están fríos, pero su lengua esta tibia cuando se enreda contra la mía, y su beso hace que me funda contra él. Sus mejillas están frías, al igual que mis manos contra ellas. Y sus manos en mis caderas me atraen íntimamente contra él, su olor inundando mis fosas nasales, y su sabor contra mis pupilas gustativas, joder todo es una sobrecarga sensorial. Gimo contra sus labios y lo empujo contra la pesada puerta de la entrada aprisionándolo contra ella y mi cuerpo.

No han pasado ni siquiera veinticuatro horas desde la ultima vez lo toque así, y es absurda la forma en la que me siento en torno a él y lo mucho que necesito besarlo y tocarlo, y ser recompensado de la misma forma por él.

El entusiasmo con el que me devuelve el beso, me dice que no he sido el único que ha estado pensando en esto desde que pusimos un pie debajo del avión.

— Julie, detente. —susurra contra mis labios, y con solo dos palabras hace trizas mi determinación y todo el torrente de pensamientos acerca de que él quiere esto tanto como yo. Me aparto de él, y busco su mirada. Necesito saber si realmenteno ha disfrutado de este beso, necesito saber si todo lo que sentimos en Escocia se quedo atrapado en esa burbuja de cuento de hadas y en Baltimore somos nuevamente nosotros; amigos y compañeros de piso. Pero Zev no me mira, su mirada esta clavada en el suelo. — Angie me está masticando. —murmura y esa es la última cosa que espero escuchar—. Creo que tiene hambre. —Sigo su mirada al suelo y efectivamente, Angie tiene uno de los tobillos de Zev atrapado en sus pequeños y afilados dientes. En la misma forma en la que suele mordernos para llamar nuestra atención.

Un suspiro sale de mis labios y no sé si es alivio por estar equivocado sobre todo lo referente entre Zev y yo, o frustración con Angelina por arrancarme este momento.

— Voy adarle de comer. —declaro. — Vamos, chica. —dando media vuelta, camino a la cocina al mismo tiempo que la mano de Zev se envuelve alrededor de mi brazo, deteniendo mi marcha.

— ¿Podemos seguir esto en mi habitación? —me pregunta. Por favor. Quiero decir, pero en cambio solo asiento y sigo a Angelina que camina alegremente con destino a su próxima comida.

MentirasWhere stories live. Discover now