El primer día siempre es complicado.

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Todos saben que la primera vez con muchas situaciones puede resultar aterrador, incómodo y hasta vergonzoso, y esta no fue la excepción. Durante el primer día de clases pude evitar marcarlo como uno de los peores días de mi vida ya que me mantuve discreta, sin embargo ¿Cómo puedes actuar con discreción comprando ropa de gimnasio?

Me paseé por los pasillos buscando el área femenina, y la primera vergüenza cayó cuando unos leggins llamaron mi atención, fui al probador... y no me quedaron.

Me devolví para buscar la talla más grande, y aun con ello seguían sin entrar en mis piernas, lo que resultó en un rubor en mis mejillas al pensar "No soy tan grande... ¿o si?" aunque de todas maneras me iba a ser necesaria una vestimenta para mi torso inferior, me decidí por unos shorts deportivos negros con líneas rojas tipo neon en los costados.

Lo siguiente fue el sujetador, que ya usaba algunos similares, pero como ya los clasificaba como parte de "mi ropa interior" quería usar algo que cubriera al menos parte de mi abdomen, y para mi suerte los encontré, pero de alguna forma me sentí extraña al pensar que debía ponérmelo en los vestidores femeninos del gimnasio, y que el sujetador que traía puesto no podría ponérmelo encima del nuevo.

Tome aire y traté de pensar en otra cosa comprando una banda elástica para mi frente y una bolsa de ligas para sujetarme el cabello, haciendo la compra y casi quedándome sin dinero en la cartera.

-Necesito sacar más de mi colchón- pensé en voz alta guardando mi cartera en mi bolsillo trasero, entrando de nuevo al gimnasio, los gorditos de las caminadoras giraron a verme con ligero odio, mientras yo pasaba enfrente suyo con las manos ligeramente alzadas como si quisiera decir "Ahora no traigo comida, lo siento lo siento mucho" dirigiéndome a la puerta que daba a los vestidores, donde apenas crucé la entrada me volví a estrellar con el abdomen de esa leona, retrocediendo.

-Muy bien, si estás lista yo seré tu entrenadora- dijo notando que llevaba la bolsa con lo que compré.

-Eh, sí pero, necesito cambiarme y...-

-Los casilleros con la llave en el cerrojo están desocupados, elige uno y cambiate- me dijo apresuradamente dirigiéndose a las pesas.

De verdad, no podía sentirme más pequeña en ese momento, cuando aquella leona agregó una oración más:

-Asegúrate de traer una mochila para guardar tus cosas la próxima vez-

Entré a los vestidores, que consistían en varios pasillos de lockers con asientos... y ya, casi nada de privacidad, entonces como plan mañoso me fui hasta las más alejadas, para cambiarme sin que nadie me viera, pero fue una suerte muy pésima encontrar a más personas en la última fila.

No me sorprendí de estuviera así de lleno, pues justo detrás estaban las duchas, me sorprendí de que creyera que era una buena idea de todas maneras, algunas chicas (tanto furries como humanas) giraron a verme, y su expresión fue clara, sabían que estaban frente a una novata.

-Quiznak...- murmuré, quedándome parada frente a ellas por cinco largos segundos, en los que di pequeños saltitos de incomodidad en donde estaba parada.

-Hay un locker libre acá atrás- dijo una gacela señalando el locker detrás suyo.

-Ah... s-si...- murmuré sin más opción que acercarme y tomar un lugar, tomando la llave y abriendo aquel casillero, me quité la sudadera... giré a verlas, me quité los pantalones, giré a verlas... me sujeté el cabello... giré a verlas... y en las tres ocasiones estaban mirándome.

-Ay... mamá ya no quiero ser fit- murmuré sintiendo mis labios tiritar como si sintiera frío.

-Déjame ayudarte- escuché una voz femenina (pero profunda) de una osa que básicamente lo que hizo fue ponerse en medio de la vista de las demás chicas dándome la espalda.

Ms. Lullaby Where stories live. Discover now