Capítulo 26

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"El Gorrión Dorado"

Puede que reinar las aguas e islas piratas suene sencillo, pero la realidad es que no lo era. Cada día, cada semana, cada año se hacia más difícil. Los últimos años, los reinos ingles, españoles y franceses habían estado haciendo alianzas en su contra pero... ¿Por qué? Su reinado había ayudado a la economía de muchas de sus islas abandonadas, cosa que ellos no habían si quiera pensar en hacer.

Lo habían citado en el  camarote de uno de los navíos de los ingleses para "negociar" aunque más bien se trataba de exigencias.

—De modo que, señor Mavis, tendremos que pedirle que le de fin a su reinado, o tomaremos medidas extremas.

Arnold sonrió de lado y subió las piernas ala mesa de centro mientras se recargaba totalmente en la silla. Muchos lo miraron con desprecio y eso solo lo hizo sonreír más.

—Si, eso no va a pasar –el hombre tensó la mandíbula.

—¿Y por qué no?

—Por qué yo no me adjudique el título como ustedes, fue elegido por mis hermanos piratas.

—¿Cuál es su país de origen? –esa pregunta lo extrañó.

—¿Qué?

—Su país de origen, todo hombre tiene que haber nacido en un país estable al cual por derecho, debe servir ¿Cuál es el de usted? –Arnold comenzó a reír a carcajada limpia mientras se levantaba de la silla y se dirigía a inspeccionar el lugar.

—De verdad que no me lo creo. Yo nací en una linda y calidad isla pirata. Donde no le debemos servir a nadie más que a nosotros mismos, pero... –chasqueo los dedos y se acercó a ellos –Yo si le sirvo a alguien, y es solo a mis compañeros piratas.

—Eso es indigente.

—¿Indignante? ¿Sabían que 10 de las islas que ahora son piratas antes pertenecían dignamente a sus preciados países? Ustedes los dejaron de lado, ustedes los abandonaron y ellos no tuvieron más remedio que comenzar a comerciar con piratas. Ellos servían a sus países, pero sus países no les servían a ellos entonces ¿Qué sentido tiene seguir teniendo lealtad a quien no se la merece?

Los hombres estaban perplejos y sin palabras, Arnold sonrió de lado y se encaminó a la puerta.

—Bien, me retiro. Espero sus declaraciones de guerra al amanecer.

—La Isla Perdida –se detuvo en seco y el hombre siguió hablando –. Escuchamos que es una especie de santuario para los piratas. Si no dejas tu cargo, atacaremos y destruiremos esa isla –el pirata resopló a modo de risa y lo miró, se quitó el sombrero y se lo llevó al pecho.

Malditos serán los que se atrevan a pisar la Isla Perdida, ahí se quedará y jamás volverán.

Se colocó de nuevo el sombrero y salió del camarote, miró las baratijas que había robado y con media sonrisa las guardó en el bolsillo de la chaqueta. Salió a cubierta donde no le sorprendió ver a los corsarios gritar insultos hacia su tripulación, mandó rodar los ojos y caminó hacia la plancha que concentraba su braco con el navío de los ingles.

—A ver, perros. Vayan a ladrar a otra parte –los piratas rieron y en cuanto el Pirata Rey estuvo en su nave, comenzaron a alejarse. El primer oficial se acercó.

—¿Qué quería el comodoro, señor?

—Lo que predije, que me quité de su camino.

—¿Y lo haremos?

—No, de hecho nos pondremos justo enfrente, pero antes necesitaremos la ayuda de mi mejor escuadrón de combate.

—Quizá en Velmar sepan dónde esta.

El Gorrión Dorado || TERMINADA ||Where stories live. Discover now