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𔗫 ׅ ׂ ℭ𝑟𝑒𝑑𝑖𝑡𝑠 ; tumblr-> @dvlboy
𔗫 ׅ ׂ ℑ𝑛𝑐𝑙𝑢𝑑𝑒𝑠 ; dubcon, lector ebrio -> padre adoptivo de megumi, torcedura de tamaño, perversión del olor, mamadas, Yuuji cachondo, yuuji es mayor de edad.
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Megumi, tu hijo adoptivo, había estado rogándote que permitieras que su mejor amigo, Yuuji, se quedara unas noches. Megumi era tu orgullo y alegría, y pensaste que alguien que luchó contra las maldiciones también debería relajarse un poco.
Y además, sabías que si Megumi te rogaba, conociéndolo, realmente quería a su amigo. ¿Quién eras tú para negar eso? Estabas tan feliz de finalmente conocer al chico que le hacía compañía a tu hijo. Escuchaste de Yuuji desde que Megumi tenía 15 años, y ahora que tenían 18 años, pensaste que al menos deberías conocer al chico una vez antes de que tu hijo se vaya para encontrar su propio camino.
Yuuji había estado allí durante tres días y pensabas que era el más lindo. Tenía unos ojos tan alegres y la forma en que se sonrojaba cada vez que hablabas con él te hacía reír, recordabas cuando estabas enamorado de esa manera.
Acababas de regresar de un bar y reunirte con algunos viejos amigos hechiceros con los que fuiste a la escuela, incluido el mentor de tus hijos. Acababas de salir del taxi y, por lo tarde que era, asumiste que los niños estaban durmiendo, como solían hacerlo a esa hora.
Tarareaste una pequeña melodía, tu nariz captó el olor del champú de Yuuji mientras pensabas borracho en el joven. Tus manos tenían tu camisa en tus manos cuando entraste en el baño listo para quitarte la ropa y dar por terminada la noche, cuando escuchaste grandes bocanadas.
Cuando abriste la puerta, viste a Yuuji con una mano alrededor de su polla y la otra sosteniendo tus boxers usados, él agachado cerca del cesto de la ropa, con la cara roja y conmocionado mientras te miraba, la vergüenza y la excitación floreciendo en sus mejillas.
Te reíste del hombre, que miraba a todos lados menos a ti, y cerraste la puerta. Parecía que se puso más difícil al escuchar tu risa baja, un gemido bajo retumbando en su garganta. No es de extrañar por qué no podía mirarte sin sonrojarse, y te preguntas cuánto tiempo pensó en ello antes de reunir el coraje para ir y comprometerse a oler tus almizclados boxers.
