Capítulo 7

160 25 0
                                    

Narra Venus

Tenía un chichón en la frente. Me había puesto hielos y trozos de carne y seguía ahí, luciendo en todo su resplandor. Quería ir a golpear a Noah, cuando el descarado se atrevió a cerrarme el ojo, claramente pude percibir su sonrisa detrás de ese rostro de seriedad que tenía. Lo había hecho a propósito.

No pude salir detrás de él, porque entonces Jack sospecharía de que quise ir a la plaza con él, por Noah, aunque después me quedé pensando en que él no tendría forma de cómo sospechar de mí. ¿Yo cómo iba a saber eso? Son cosas del destino. Un destino llamado: Venus

Cuando llegué a casa con todo y chichón, me llegó un mensaje de Noah, solo decía que vendría a mi casa por la noche, que estaba ansioso por conocer mi habitación. Sé que solo lo dijo por joderme. Esa vez él había ganado, pero esperaba que no cantara victoria, porque no iba a dejar que él me llevara ventaja.

Jack insistía en que fuéramos al hospital a que me revisaran ese chichón, pero no lo haría, obligaría a Noah a que lo hiciera. Me dijo que vendría por la noche a ver cómo seguía, no le respondí nada, solo esperaba que no se encontrara con Noah. Jack vivía en el mismo espacio residencial que yo, solo que él vivía a tres mansiones.

Me había bañado y me había puesto una pequeña bata para dormir, aún tenía mojado mi cabello. Quería hacerme la enferma y que Noah se arrepintiera de haberme hecho un volcán en la frente. Incluso le había pedido a Cora que, si Noah llegaba, lo hiciera pasar a mi habitación, pero que antes le dijera que me dolía mucho la cabeza.

Me metí debajo de las cobijas y dramáticamente seguía poniéndome hielo sobre mi chichón. No pensaba ir así a la universidad al día siguiente, qué oso. De pronto escuché que tocaron mi puerta.

―Pase ―susurré con una voz tan frágil que, me hacía parecer como si también me doliera el solo hecho de hablar.

―Niña Venus ―me llamó Cora―. El joven Noah ha venido a verla.

―Agh ―me quejé―. ¿Ya lo revisaron los guardias? No vaya a ser que ahora me dé un balazo ―dramaticé―. Hazlo pasar, Cora.

Seguí quejándome. Tenía los ojos cerrados y el hielo sobre mi frente. Escuché que la puerta se cerraba. Continué en silencio, pero no escuchaba ningún sonido proveniente de Noah y llegué a pensar que, posiblemente se había ido y yo seguía actuando en vano. Bufé, me quité el hielo y abrí los ojos. Ahí estaba Noah, muy cerca de mi cara, con una sonrisa triunfal.

―Idiota, me asustaste ―me volví a poner el hielo en la frente.

―¿Te dolió? ―se rió.

Lo miré con odio.

―Me veo horrible ―hice un berrinche.

―Querías ser Fiona, ¿no? ―se encogió de hombros.

Me senté sobre la cama, él también lo hizo.

―Fiona no tenía un chichón en la frente.

―Pero se convierte en ogro y eso pareces cuando te enojas ―se burló.

―Te odio, Noah.

Él se encogió de hombros.

―El sentimiento es mutuo, querida.

―Ajá, ¿y tú por qué me odias?

―Por mentirosa.

Levanté mi ceja, pero al hacerlo, me dolió la frente y me quejé, pero ahora sí de verdad.

―¿Y se puede saber en qué te mentí? ―inquirí.

―Dijiste que saldrías con tus amigas.

―Y eso fue verdad, ¿qué no te diste cuenta de que estaba con ellas?

El que se enamore pierdeWhere stories live. Discover now