Capítulo 6

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Abrió con algo de brusquedad la puerta principal de su propio hogar. Cada pisada causaba un revuelo contra la madera. Los intensos días de lluvia habían soplado la puerta, por lo que, era mucho más costoso conseguir que ésta cediera.

El sol se había ido a dormir hace cuatro horas, sin embargo, lejos de sus ansias de contemplar la calidez de sus sábanas recién lavadas por Archer, se apresuró en llegar a la habitación que Thiago había tomado en su casa.

El niño había caído en cama, abrazando el feo peluche impregnado en el aroma a miel de su madre y un pañito dispuesto sobre su caliente piel prendida en fiebre. Archer velaba por sus sueños, guardando que el silencio se hallaba preso entre los azotes de la furiosa lluvia de aquella fría noche.

— Traje la medicina que nos recetó Lucio — dijo apenas entró en la recámara, dejó la cuidada bolsa de papel kraft, donde escondía los remedios para curar los males del infante y se sentó en la silla al lado del omega que asintió levemente.

Un leve sollozo se desprendió de esos labios llenos de sabor amargo del café recién hecho. Acercó la taza al alfa para agradecer todas las molestias que había tenido en nombre de ellos.

El alfa tomó la taza dispuesta para él, la sensación de calidez del cristal le hizo suspirar — Sabes que se pondrá bien, el Renacuajo es fuerte — se llevó una mano a su nuca, no le gustaba ver tan apagado al pequeñín omega encorvado y absorto, completamente ausente — Todo estará bien, Bolita preocupada —

El banal intento del contrario le hizo sonreír de lado — Lo sé — acercó el borde a sus labios y sorbió un corto trago de su bebida — Solo, es raro verle enfermo, normalmente yo soy el enfermizo — se inclinó sobre la incómoda silla de madera que robó del comedor, para rozar una de las sonrojadas mejillas de su hijo con la yema de sus dedos. Dejó sus divagaciones para mirar a su vecino — Deberías ir a dormir, alfa... Es tarde —

— Yo debería decir eso — murmuró, no le hacía gracia que el omega estuviese dispuesto a pasar la noche en vela, solo — Pero no lo harás, así que yo tampoco —

Una risilla delicada emergió del omega cuyos ojos se perdieron en recuerdos. Se levantó para llevar su silla junto a su vecino, recostado balanceó su tasa de lado a lado para mover el café en un baile circular. Su cabeza se ladeó para admirar, entre el espacio que dejaban sus mechones caídos entre sus ojos, las facciones del alfa.

— Eres la persona más amable que conozco, Gene— el nombre del otro sonaba como magia, un arte oculto en el secreto del silencio donde las palabras eran prohibidas — Y definitivamente el alfa más honrado —

— No soy quien describes —

Con las gotas cayendo, trazando figuras abstractas contra el vidrio de la ventana, las calmas respiraciones del niño que había conciliado el sueño y la presencia de una persona confiable, Archer se sentía en paz. En diez meses Eugene había hecho más que sus propios padres para él.

Pese a la violencia del exterior, con los truenos rompiendo el cielo y los rayos iluminando la oscuridad por algunos segundos, reluciendo su belleza entre la tempestad. En esa casa, en esa habitación donde estaban los tres, solo había calma.

— ¿Quieres escuchar una historia? — propuso el omega para cambiar de tema, sabía que si insistía, el terco alfa se enfadaría. Eugene no podía apreciar lo que Archer decía sobre su bondad.

Hemsley se guardó las palabras y ánimo al otro a proseguir.

— Siempre fui ingenuo. Me enamoré de alguien que no valía la pena — empezó su pequeño relato, nunca había podido desahogarse con nadie más que las frías paredes de su baño, cuando lloraba a escondidas bajo la regadera, para salir fingiendo que era fuerte. Siempre oculto, jamás contó con el hombro de alguien que le reconfortara. No necesitaba palabras sueltas, solo un abrazo, que le sostuvieran mientras se deshacía, desnudando su alma antes que su cuerpo — El que solo puso su esperma para que yo tuviese a Thiago... —

Más allá del destinoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon