El vivero.

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No podía más. Necesitaba descansar. Tantas horas de baile me mataban, pero, aún así, me entraba esa chispilla de emoción y se me ponían los pelos de punta al bailar.
Hace poco fue el día de la danza, y le quiero regalar algo a mi encantadora, símpatica y empática profesora, (nótese el sarcasmo), pero, la cuál me había enseñado muchas cosas tanto de la danza como de la vida, la señorita Virka. Una profesora que enseñaba en una escuela rusa y que, según ella, el frío de Rusia en invierno impedía la utilización de las barras ya que los tornillos, congelados hacían que se te quedara la piel enganchada a ellos, de ahí vienen todos los rasguños y cicatrices de sus manos.
En resúmen, quería un regalo para ella, algo hermoso como la danza y como su actitud. Me vestí y me puse en camino en busca de un regalo.
La música de la calle a medio día invadía mis oidos. Una música risueña que te daba ganas de bailar en medio de la gente. Me encantaba el campo y las afueras, pero nada superaba a la ciudad.
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Ni una tienda me había convencido. Ninguna. Me dolían los pies de andar tanto.
Me senté en un banco a descansar y a mirar a la nada cuando ví a un chico de cabello rizado salir del gimnasio "Tutto Sforzo". Harry.
¿Qué hará aquí?. Espero que no me vea. Qué guapo va. Para, para, para, para...
Pero, la verdad, creo que mi corazón siente algo más que odio hacia él. Qué me está pasando.

Espero que os haya gustado :). Muchas gracias por todo, es un honor escribir para vosotros. ¡Gracias! Chau :)

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