CAPÍTULO 22. Recuerdos y realidad

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Aún mareada por el alcohol siguió andando hasta la habitación de Sandra pensando en los mil demonios, quería matarla, triturarla... pero era su hermana, no le iba a hacer nada, por lo pronto, no la iba a deja dormir...

Abrió a puerta abruptamente y Sandra dio un rebote en la cama mirando a todos lados desorientada, hasta que oyó las carcajadas de su hermana que casi se medio caía al suelo porque no se podía mantener de pie de la risa.

- Ah, eres tú. -Dijo seria. -No tiene ni puta gracia, sabes.

- Sí que la tiene, ja ja ja ja ja ja ja ja -Se descojonaba de la risa.

- ¿Estás ebria? -Preguntó Sandra con miedo, le daba miedo cuando su hermana bebía, era impredecible.

- Pues sí. ¿Pasa algo? ¿Tienes...miedo, Sandrita? -Preguntó burlándose de ella.

- ¿Miedo, yo? Ni lo sueñes, enferma.

- Enferma, ¿verdad? -Se levantó del suelo sin vacilar y se dirigió hacia ella con el semblante serio, la sacó de la cama sin ningún esfuerzo ya que Sandra estaba muerta de miedo y se dejó. -Ahora, quítate el pijama ese ridículo que llevas.

- No... -Dijo Sandra tartamudeando. Sandra recordaba a su padre bebido cuando usaba el cinturón y su hermana estaba haciendo el mismo gesto, tocarse la hebilla de él mientras la miraba penetrantemente a los ojos.

- ¿Cómo has dicho? -Inquirió.

- Que no... -Volvió a tartamudear.

La actitud de Sandra no era la normal, pero sus recuerdos aparecían en su mente como cuando era pequeña, de hecho, se sentía pequeña, indefensa, veía a su hermana como el monstruo de su padre, veía a su hermana como la fuerte y ella la débil, quería escapar ahora mismo del lugar, pero sus piernas no le respondían, volvía a sentir que tenía quince años y que el mundo la controlaba a ella.

Natasha se acercó a Sandra que estaba inmóvil y ella sabía lo que le estaba produciendo pues también lo había vivido en sus propias carnes, pero ella sólo quería una cosa: venganza. Mía era su Little, su bebé y nadie podía tocarla.

La cogió del brazo y la revoleó con fuerza en la cama cayendo Sandra bocarriba.

Sandra alcanzó a decir: "por favor, Natasha", pero Natasha hizo caso omiso. Se puso encima de ella y empezó a abofetearla sin cesar hasta dejarle la cara como quería y una mosqueta por la nariz.

Luego se bajó, Sandra temblaba quieta, aún en la cama, llorando recordando a su padre, reviviendo escenas de cuando tenía sus quince años. Hasta que escuchó cómo se abría la hebilla del cinturón y dio un salto de la cama.

- No... Nati, nooo. -Suplicó.

- Nati... Qué de tiempo que no me llamas con esas confianzas, justo desde que eras más pequeña, ¿qué pasó? ¿se te removieron los recuerdos?

- Nati... por favor, estás borracha, tú... no quieres hacer esto... ¿verdad?

- ¡Oh! ¡Claro que sí! Te voy a poner en tu sitio Sandra, no ve la vas a jugar más.

Y dicho esto, Natasha volvió a coger a Sandra y la volvió a empujar contra la cama haciendo que esta cayera como quería, de rodillas en el suelo apoyada sobre la cama.

Sandra se encogió sabía cuando iba a venir el prime azote y cerró los ojos al instante. Efectivamente lo adivinó. El mismo patrón que su padre, el mismo ritmo. Su padre la quería callada cuando la azotaba, así que ella sólo se limitaba a llorar en silencio, no sabía cuántos azotes le iba a dar su hermana, sabía que era por venganza no por corrección y, además, estaba bebida, podría hacerse eterno si emitía algún sonido o queja, no era la primera vez que le pasaba con su padre y su hermana, no era tan diferente. Lloraba a mansalva, pero en silencio.

Si su hermana quería descargar su furia con ella, no le importaba prefería llorar ella a que llorara Mía, definitivamente esa niña le tenía loco el corazón y no quería verla sufrir bajo ningún concepto, aunque temía a que después de ella, siguiera con Mía, pero eso sí, a pesar del miedo y respeto que le tenía a su hermana, no se lo iba a permitir, aunque se le fuera la vida en ello.

MOMMY, MI NUEVA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora