Capítulo 5: Alucinaciones

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Mi forma de ayudar en casa con los gastos era trabajar los fines de semana. Normalmente variaba de ocupación, pero esta vez conseguí empleo en la perrera local del pueblo.

Apenas era mi segundo día en dicho lugar y ya el encargado me había dejado sola con mi compañero, quien se quedó ateniendo la caja (aunque en realidad estaba viendo pornografía en su teléfono) mientras que a mí me designó la peor responsabilidad de todas: pasear a los perros.

- ¡Mamá, el perro está orinando mi pantalón! – Chilló un niño de la nada. Me giré para verlo y efectivamente decía la verdad, por ende, jalé la correa del animal al mismo tiempo que me disculpaba con la madre del pequeño.

¡No me jodas! Odio esta tarea.

Estoy paseando a 5 perros a la vez, los cuales parecen ser los canes más inquietos del planeta, sus correan se enredan entre mis manos y a medida que avanzo suprimo mis ganas de ahorcarlos en el lago de Illinois.

- Estás consiguiendo una excelente primera impresión – Se burla alguien detrás de mí. Miro sobre mi hombro y me vuelve el alma al cuerpo cuando diviso a Hans, quien viene con una malteada entre manos.

- No me juzgues, mi compañero se quedó mirando pornografía lésbica en su teléfono mientras finge que atiende la caja, dejándome con los canes más hiperactivos – Los perros comienzan a ladrar y yo respiro hondo – ¡Quédate conmigo, por favor! Te daré un 10% de mi primer sueldo.

- Lo siento, sanguijuela. Me encantaría quedarme a lidiar con los canes a tu lado, pero Miranda hoy tiene el día libre e iremos de compras.

- Ah, claro. Abandóname... Traidor – Murmuro.

Él se echa a reír, simultáneamente aparece Miranda acercándose con una malteada idéntica a la de su novio, ella me saluda y yo le sonrío.

- Buena suerte con tus cachorros – Se ríe Hans al irse.

- Traidor.

- ¡Diviértete, Yuni!

Me quedo con los perros en la calle esperando a que todos terminen de orinar. Tantos ladridos me marean, por ende, me dirijo con ellos al parque infantil, el cual limita con la otra zona boscosa de Illinois.

Al parecer después de un rato los canes se tranquilizan, permitiéndome sentarme en un banquillo a descansar las piernas.

<<No sé cómo calificar este día>> Me quejo mentalmente.

Por ende, me distraigo mirando a los niños columpiándose en el parque hasta que lo distingo.

Más allá de los toboganes está Hunter Wish, con aquella chaqueta azul de capucha, viéndome con los brazos cruzados. Él ladea la cabeza y luego se da media vuelta para adentrarse en el bosque, saliendo de mi campo de visión.

Pero por alguna extraña razón siento que debo ir tras él.

- Señor – Le hablo al hombre de sombrero que lee el periódico tranquilamente a mi lado en el banquillo. Él me mira extrañado – Si sostiene a estos perros por 20 minutos le daré 20 dólares – El sujeto arruga la cara pero no le doy tiempo a reaccionar, me quito las correas dejándolas en sus manos – ¡Aguarde un segundo, ya regreso!

Salgo corriendo hacia el bosque escuchando los gritos del hombre a mis espaldas. No importa, será rápido. Sólo necesito saber a dónde va ese infeliz para comprobar que no estoy loca.

Camino entre los árboles con cuidado en busca del dichoso ruso insoportable. Miro a todas las direcciones posibles sin lograr toparme con él, por ello, continúo dando vueltas sin rumbo con la intención de hallarlo.

¿Por Qué Siempre Él?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora