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Las burlas resonaban en su cabeza, sus manos frías ahora tiesas sobre aquella maldición impuesta por su madre: El piano.

La angustia se arremolina en aquel ser, el miedo al ver cómo todos todos lo miran desde arriba, la ira fundida en sus venas como fuego que un artesano usa para formar una espada, la picazón por rascarse siendo un tic nervioso y la incomodidad que se nota en las gotas de sudoración que salen a cántaros de su rostro y manos las cuales no dejan de temblar de manera casi imperceptible, así se siente "el genio, demonio prodigio, marioneta de mamá"—Dazai Osamu. Fue una mala idea volver a lustrar sus zapatos y acomodar su traje para tocar aquel montón de teclas sin importancia ni sonido, una sinfonía desordenada y falta de ritmo, asquerosa.

Sus largos dedos temblaban al igual que todo su cuerpo por el frío inhumano que sentía en el enorme escenario y sus pulmones no parecían querer funcionar correctamente, haciéndolo respirar dolorosamente. Allí, encorvado, sintiéndose pequeño en aquel banco otorgado para el deleite personal de un montón de caras sonrientes que se burlaban de su desgracia, susurros de lastima hacia un pobre niño al cual ellos mismos habían roto con la presión social que ejercían y ahora haciéndose las víctimas, tirando la piedra y escondiendo la mano.

¿Por qué tuvo la patética idea de intentar regresar al cruel mundo impuesto por la música? Se sentía perdido sin siquiera tener la capacidad de escuchar la propia melodía que sus dedos producían y el calor repugnante de la vergüenza se arremolinaba en su estómago, causando náuseas desagradables tras ver la mirada reprobatoria de su representante, Mori.

Los rostros sonriendo burlonamente, acusadores, lastimeros y decepcionados que dirigían a su persona solo le hicieron querer encerrarse en una caja y no salir jamás para proteger aquel ingenuo pensamiento de que podría escuchar su música plana una vez más, la picazón natural de las lágrimas lo atacaba sin poder hacer nada.

Y el solo... Él solo— el solo quiere llorar.

Así que únicamente se levantó, dió una reverencia y sonrió falsamente. Antes de que alguien pudiera hacer algo para evitarlo el joven estaba caminando por el pasillo directamente hacia la salida del establecimiento.


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Después de salir del auditorio fue directo a su bicicleta y comenzó a pedalear pensando en un lugar en específico, el parque en el que se reunía con sus dos viejos amigos, aún sin atreverse a soltar una sola lágrima, un ser repugnante como el no debe llorar.

Al llegar simplemente deja su bicicleta apoyada en uno de los árboles viejos, sabe de sobra que nadie va a robarla.

La brisa fresca golpea contra su cabello y su ceño fruncido, el sonido de las hojas crujir a su alrededor lo hacen sentir inmediatamente en calma y relajan los músculos tensos de su cuerpo con lentitud mientras sus pies se mueven en automático hacia uno de los lugares menos transitados, el viento juega alegremente con los mechones más largos de sus disparejos cabellos color cacao y una que otra hoja cae lentamente sobre sus hombros y cabeza con la delicadeza de un copo de nieve.

Antes de llegar al lugar escucha un suave y delicado sonido de violín, acompañado de unas sonrisas infantiles y un torpe tambor que no le hace justicia en lo más mínimo a la hermosa interpretación de un vals que hace el violín, entonces, Dazai decide apresurar el paso para conocer al intérprete de tan bella melodía que endulzó sus oídos.

Cuando por fin llega no puede evitar quedar embelesado con la imagen que tiene frente a sus ojos: Un feliz muchacho pelirrojo de sonrisa brillante tocaba justo encima de la enredadera del parque con un montón de niños revoloteando a su alrededor, bailando al tiempo del tambor. Hermosos ojos de color azul, quizás con matices grises si se acerca lo suficiente para verlo, pecas que eran notorias por la maravillosa luz del atardecer a la cual él joven le daba la espalda haciendo a su cabello rojizo mucho más brillante, bailando y saltando con los enanos que se metían en el campo de visión de Dazai en el momento en el que puso un pie más cerca, arrastrándolo por las mangas de su camisa formal, gritandole en un coro

One-Shots SoukokuWhere stories live. Discover now