Capítulo 17

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Louis

Ya es oficial. He perdido la puta chaveta. Debo de haberla perdido; si no, ¿a santo de qué estaría aguantando esta tortura? Me he dejado caer en el sofá de cuero negro en un extremo del estudio y no me he movido de aquí. No pienso levantarme por nada ni por nadie. Ni siquiera para ir al lavabo; me mearé en los pantalones si hace falta. Hablando de pantalones, nunca había visto una cosa más ridícula en toda mi vida. ¿Un bañador plateado? Tal vez podría competir conmigo en cuanto a músculos, pero perdió toda posibilidad de ganarme la partida en cuanto se puso esas bragas brillantes. ¡Menudo capullo!

Trato de relajarme en el sofá, moviéndome para aflojar la tensión de los músculos; una tensión que no se debe sólo al señor Bragas Brillantes, aunque ciertamente ha añadido una nueva dimensión a mi malhumor. Hoy es el tercer día. La bomba de relojería podría explotar en cualquier momento, y no saber a qué amenaza me enfrento me desquicia. Estoy tenso, salto por cualquier cosa y todo el mundo me parece sospechoso. No debería haberlo dejado levantarse de la cama en todo el día.

Harry sale del camerino cubierta con un fino albornoz blanco y una mujer pegada a sus talones, poniéndole laca o algo en el pelo. Me enderezo en el sofá y mi polla sigue mi ejemplo.

Joder... ¡Joder!

Lleva el pelo húmedo, peinado hacia atrás, para dejar bien a la vista su precioso rostro. La melena rizada le cae sobre los hombros. No parece que vaya maquillado, aunque, a juzgar por el tiempo que ha pasado en manos de la maquilladora, y teniendo en cuenta que no se ve ni rastro del moratón en la mejilla, me imagino que debe de llevar una buena capa de chapa y pintura. Parece que tenga los pómulos más marcados, los ojos más verdes y los labios más carnosos. Está divino, joder.

Cruzo las piernas adoptando una postura estratégicamente discreta y en ese preciso instante nuestras miradas se cruzan. El abre mucho los ojos. El verde esmeralda de su mirada es el único toque de color en su pálido rostro. Siento que he cometido un gran error al quedarme, y alguien confirma mi teoría al quitarle el albornoz. En cuanto su cuerpo queda al descubierto, la atacan con botes de aerosol por todas partes. Toso y aparto la vista; estoy empezando a sudar. ¡Joder, jodeeer, qué calor hace! Está prácticamente desnudo. Ya lo sabía y pensaba que estaba preparado para soportarlo, pero la realidad es otra. Estoy tan poco preparado hoy como lo estaba el día que entré en la oficina de Sam Styles.

Este hombre siempre me tumba como si nada.

Echo un breve vistazo a su cuerpo esbelto y desnudo y me obligo a apartar la mirada, pero su imagen se queda grabada en mi mente y baila ante mis ojos, provocándome. Su piel tiene un aspecto suave y brillante, y el diminuto tanga plateado que lleva apenas le cubre su lugar especial, ese lugar donde podría perderme eternamente. Mi lugar especial. Gruño entre dientes mientras busco desesperadamente algo con lo que distraerme. No veo ninguna de esas estúpidas revistas, ni siquiera un puto periódico. Debería irme antes de ponerme en evidencia, pero justo cuando acabo de tomar esa sensata decisión y me dispongo a levantarme del sofá, el señor Bragas Plateadas hace su entrada en el set y me quedo inmóvil a medio camino.

«¡Mierda!»

No me voy a ninguna parte. Intento destensar los músculos, vuelvo a dejar caer el culo en el asiento y los observo, reunidos en círculo. El idiota ignorante que saludó a Harry cuando llegamos parece estar bailando ballet de tanto como mueve los brazos. Todo el mundo asiente con la cabeza. Cuando alguien tapa otra vez a Harry con el albornoz, respiro aliviado; no quiero que coja frío.

Mi chico escucha con atención mientras el director le da instrucciones, asiente y sonríe. Cuando todo el mundo tiene claro lo que ha de hacer, el grupo se dispersa por el estudio. El caos me inquieta, los sigo a todos con la vista.

El Protector [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora