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Vance Hopper. Un adolescente no tan educado y caballeroso como a la gente le gustaría. Vance es un chico enfadica, quejica y pesimista, en lo único que pensaba era en si mismo y su máquina de pinball donde se pasaba la mayor parte de su tiempo. Es rubio de pelo largo y rizado, rollo los ochenta y de estatura media.

Tiene 15 años y ha repetido 2 cursos pero no por ser tonto, si no por no esforzarse lo máximo, nunca se paró a pensar en su futuro. El era astuto y sabe perfectamente y con seguridad que puede ganarse la vida el solo sin ayuda de nadie. Sabe como ganar dinero, sabe hacer tratos, gana apuestas y cuando pelea con alguien se lleva su dinero en efectivo. Nunca se dejó ayudar.
Nunca se permitió ser débil.

Pero después de todo, no era su culpa...no del todo. Desde pequeño su padre siempre le recordó que solo los niños débiles y maricones lloraban y exageraban sus problemas. Solo los maricones perdían peleas, solo los débiles morirían.
Él tenía que sobrevivir. Sea lo que sea.

Aunque su padre no fuera el mejor, el le quería y le tenía cierto aprecio por enseñarle a ser fuerte.

Vance siempre pero siempre se entrena, nunca se deja vencer y soy muy pesado con eso pero es muy importante. Dejarse vencer por alguien es como salir desnudo por la calle. Una verdadera vergüenza.

Su vocabulario se trata de meter siempre palabrotas e insultos para cualquier persona menos para su padre. La última cosa que llamó a su padre fue borracho y ahora tiene un trauma con las botellas de alcohol.

Dejando las largas descripción del chico, vamos a centrarnos en este mismo que por cierto ahora estaba en la tienda de conveniencia jugando en su maquinita de siempre de pinball.

Batiendo su récord como siempre.
Cada día mejor.

Con sus hábiles movimiento lograba ganar puntos rápidamente mientras que a su izquierda estaba un chico alto y delgado de pelo negro y largo. Tenía rasgos asiáticos y comía de una bolsa de patatas mientras miraba con impresión lo bueno que era Vance en ese juego.

–Ohh...estas a punto de superarte a ti mismo.– Comentó el chico de pelo largo y liso mirando con atención la máquina.

Vance sonrió levemente al ver los puntos que llevaba. Solo unos pocos mas y se superaría a si mismo por milésima vez. –Pues claro...– Dijo orgulloso de si mismo.

Después de tan solo unos segundos, Vance vio de reojo como a su derecha había dos chicos de tan vez su misma edad que se peleaban en broma. Empujones y risas.
Se centró en su juego antes de cagarla pero entonces, un empujón llegó demasiado lejos y uno de los chicos empujó la máquina sin querer haciendo que la bola caiga en donde no tenía que caer y que el juego haya acabado.

Vance miró paralizado y con rabia la máquina y después se giró a ver a los dos chicos que se estaban riendo como si no hubieran hecho nada. Nuestro protagonista iba a poner orden.

Le puso una mano en el hombro al chico culpable de todo y en cuando se giró, estrelló su puño contra su mejilla. El chico dió mil vuelta sobre si mismo mientras que su amigo sacaba una navaja.

En esa tienda no tardó en haber pánico y gritos. Mientras Vance le daba una paliza "bien merecida" a esos dos chicos, la tendera llamaba a la policía tranquilamente. –Es Vance Hopper... otra vez.– Dijo la señora cansada de siempre lo mismo.

Al cabo de quince minutos la policía llegó y se encontró con Vance encima de uno de los chicos magullandole la cara con su puño ensangrentado mientras le gritaba de todo. –¡Me has cagado la partida! ¡Maldito gillipollas!– Gritó mientras por fin, los policías agarraban a Vance de las axilas y le ponían contra el suelo.

Vance forcejeaba con fuerza y rabia mientras seguía gritando. Casi no les dió oportunidad a los policías para esposarlos. –Vamos Hopper...no lo hagas mas difícil.– Dijo un policía que conocía perfectamente al adolescente con problemas.

Lo sacaron de la tienda arrastras y lo metieron en el coche policía.

Y otra vez iba a terminar en la comisaría.

...

...

...

–Es lo de siempre, son niños, ya sabes como son.– El padre de Vance manipulaba al comisario y de una inteligente manera, sacó a Vance de la celda.

Vance esperaba sentado en el banco de metal esperando a ser sacado por su padre. No era nada nuevo. De hecho, hubo momentos en los que tuvieron que dormir a Vance por darle un puñetazo a un policía.
Estaba demasiado angustiado y solo quería soltar toda su ira en un golpe.
Por desgracia el golpe se lo llevó el policía.

Volviendo a nuestro chiquillo, Vance miraba el suelo y sus nudillos gotear y ensuciarlo. Ya estaba calmado pero ahora mismo solo quería que su padre no le echara la bronca.
Levantó la cabeza cuando escuchó pasos acercarse a la celda.

Efectivamente era su padre y el comisario.
Su padre tenía una mirada neutra y puede que un poco de molestia. El comisario abrió la celda y le hizo una señal de que saliera.

...

...

...

–¿Estarás contento, no?– Dijo el mayor conduciendo hacia casa, agarrando el volante con fuerza y manteniendo su expresión neutral. –Me has hecho salirme del trabajo.–

Vance estaba sentado en el asiento de copiloto mirando sus nudillos y sus pantalones que ahora tenía pequeñas machas de sangre. –¿No vas a hablar? ¿Ni una disculpa?–

–Esos tipos me cagaron la partida.– Dijo destacadamente Vance frunciendo el ceño y apretando los puños.

–Bueno cielo, eso a mi no me importa. No quiero que me vuelvan a llamar de la comisaría.– Ordenó el padre girando a la esquina y llegando a casa.

Antes de que Vance saliera del coche, le agarró del brazo y le obligó a sentarse en su asiento otra vez. Los dos se miraron a los ojos y esta vez su padre tenía una mirada mucho mas cruel y fría. –¿A donde vas tan rápido, señorito? Hoy no hay cena para ti... Y mañana tampoco hay desayuno.– Sentenció soltando le el brazo.

Vance desvío la mirada y salió del coche corriendo hacia casa y a su cuarto. Una vez dentro de su acogedora habitación se sentó en su cama y de su mesita de noche sacó su maletín de primeros auxilios.

Se desinfectó los nudillos y los vendó. Ahora que sus manos no le escocian se recostó sobre su cama y cerró los ojos. La mejor opción para olvidar el hambre es dormir. Siempre lo fue.

Vance reflexionó y pensó en lo agradecido que estaba con su padre por no darle un castigo peor.

Where Is My Freedom?!Where stories live. Discover now