3: Condiciones

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Yoohyeon fue escoltada por otras dos mujeres de uniforme rojo, sus miradas eran tan frías que hacían que los vellos de su nuca se pusieran de punta si —por mero accidente— llegaban a encontrarse con la suya. Por otra parte, sus rostros rígidos e inexpresivos la hacían sentir un poco incomoda. Tragó grueso viéndolas apenas por el rabillo del ojo y la idea de volver a su celda pasó por su cabeza, pero ya estaba ahí, sería demasiado cobarde echarse hacia atrás sin siquiera ver de qué se trataba aquello.

La noche anterior había repasado minuciosamente aquel instructivo una vez más: debía levantarse a las 4:30 am, ducharse, el desayuno era algo opcional, pero JeongIn le había dado una manzana y no le había permitido "guardarla para luego", para las 5:15 am debía estar lista con el uniforme que le habían entregado: un grueso pantalón cargo con un llamativo camuflaje negro y morado ahora abrigaba sus delgadas piernas, botas pesadas apretaban sus pantorrillas y una cómoda camiseta de algodón negro se ajustaba a su cuerpo ahora. Mucho mejor que los harapos a los que estaba acostumbrada —pensó— y puntualmente, a las 5:30 am, sus dos escoltas llegaron y se la llevaron sin ponerle esposas ni intercambiar palabra alguna con ella. Montaron una enorme camioneta de color negro y, luego de alrededor de media hora de viaje, estuvieron ante lo que parecía ser un salón enorme.

Ninguna de las uniformadas dijo ni una sola palabra hasta estar en frente de unas puertas dobles ridículamente altas. Dos mástiles de por lo menos tres metros de alto adornaban sus lados y enormes banderas negras con el símbolo del ejército rojo impreso en medio colgaban de ellos hasta casi rosar el suelo. Aguardaron ahí por unos cuantos minutos hasta que un ligero alboroto comenzaba a sonar desde el interior.

—¿Lista? —la mujer de la izquierda rompió el silencio.

Esa sencilla palabra le dio a Yoohyeon la suficiente confianza como para mirar con más detenimiento a las dos mujeres. Ambas eran más bajitas que ella, la que había hablado tenía cabello corto y negro, pero lo que más llamó su atención fue la llamativa forma de su boca. La mujer se veía demasiado joven como para formar parte de una fuerza armada con tanto prestigio como lo era el Ejército Rojo.

Por otra parte, la mujer de la derecha tenía una apariencia un poco más imponente. Su cabello era de un tono rubio muy claro e increíblemente lacio, caía cual cascada por su espalda. En su rostro sus rasgos faciales eran duros, más allá de sus nulas expresiones y Yoohyeon pensó que se veía, incluso, un poco aterradora, como el tipo de personas que evitarías andando por la calle.

—Lista. —Contestó la escoltada con falsa confianza.

—¡Tss! Me lo preguntaba a mí misma—dejó salir la misma que había hablado antes con un tono que dejaba en evidencia que estaba intentando aguantar la risa.

Yoohyeon se sintió avergonzada, realmente esperaba que ese calor que sentía en su rostro no fuera visible para las otras chicas.

—Tranquila —la rubia estaba hablando, su voz era rasposa, grave pero su tono era calmado —solo será una reunión.

Yoohyeon, se paró más derecha y tragó grueso sin voltearse a verla.

—Te hablo a ti —la codeó y la chica volteó hacia ella rápidamente, no había ni una pizca de simpatía en la cara de la uniformada pero su tono denotaba gentileza, era una combinación extraña.

—Vamos.


⸻ ☾ ⸻


Las puertas se abrieron dejando ver un campo colosal, enormemente amplio. El piso no era más que un montón de arena gris y, ahí, alrededor de ciento cincuenta soldados con uniformes idénticos al que ella vestía en ese momento se formaban alineados en grupos de alrededor de quince personas. En frente de todo, como a unos veinte metros de las puertas por donde estaban ingresando, había una gran tarima adornada por las mismas banderas de la entrada y en el fondo se apreciaba un gigantesco mural en tonos grises y rojos con el emblema de la fuerza.

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora