15 Reunión

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Varios grupos de soldados corrían de un lado a otro, dirigidos por Siyeon, se desempeñaban en diferentes ejercicios y actividades específicamente preparados para desgastarlos físicamente de una forma casi inhumana.

El Ejército Rojo era una fuerza armada especialmente conocida por el trato que tenía con sus reclutas, había un gran contraste entre el entrenamiento físico y las relaciones personales. En cuanto a lo físico siempre se había centrado en conseguir lo mejor de lo mejor, aunque eso significara sobre exigir a sus cuerpos, pero en el lado psicológico la fuerza había dejado atrás esa anticuada idea de "forjar carácter" a base de maltratos. El ex general Kim lo había propuesto años antes y sus sucesoras —primero Kim Minji y ahora la regente Kim Bora — habían seguido con esa ideología. Era un sistema muy criticado, pero daba como resultado una lealtad sincera tanto al uniforme como a los ideales que representaba.

Bora observaba desde la gran tarima, pensativa, su cuerpo se recargaba contra el barandal, el olor a tierra se impregnaba dentro de su nariz y el molesto polvo que se levantaba con todo ese movimiento se quedaba pegado a su pulcro uniforme rojo.

Parecía que había sido ayer cuando ella se encontraba entrenando ahí abajo como todos esos chicos, recordaba esas largas noches donde el dolor en sus músculos no le permitía dormir ni por medio segundo. Había mañanas particularmente frías donde intentaba levantarse para atender el llamado de la naturaleza y sus piernas se vencían debido al agotamiento.

Había sido duro llegar hasta donde estaba ahora y sabía bien que probablemente sin el resto de las Rojas se habría dado por vencida luego del primer mes, con suerte. Pero sus amigas siempre estuvieron para ella.

Primero fue Minji. Ella llegó a la fuerza luciendo un precioso cabello negro, radiante como nunca antes había visto y unos ojos tan brillosos que parecían una pequeña galaxia en su rostro. Minji siempre estaba sonriendo y dándole fuerzas a todas para seguir adelante y no no rendirse, era el alma del grupo, su fuerza.

Luego se unió Handong, ella era su compañera de aventuras, solían escapar juntas por las noches y robar hielo de la cocina para aliviar un poco el dolor de sus piernas, cuando sus cuerpos ya se habían acostumbrado al ritmo del ejercito seguían infiltrándose de vez en cuando por pura costumbre.

La tercera en entrar en su vida fue Lee Siyeon, la gran y única Lee Siyeon.

Bora sonrió ante el recuerdo en su cabeza.

Sus ojos la buscaron entre la multitud de soldados y se fijaron en ella ¿cómo podría vivir sin Lee Siyeon?

Había pasado en una mañana calurosa, el sudor chorreaba por su cara sin control. Ella se encontraba trabajando en la cocina del cuartel, era la encargada del almuerzo y prepararlo para tantos soldados no era una tarea muy agradable por más que adorara el arte culinario. Siyeon simplemente había entrado haciendo el mayor ruido posible y se le quedó viendo sin hacer ni decir nada, con esa cara de imbécil que tenía a veces.

—Si no vas a ayudarme, vete. —le había gritado, fastidiada por su presencia.

La chica solo asintió, tomó el gran costal de patatas que estaba intentando pelar y comenzó a ayudarle. Así pasaron la mañana juntas en la cocina, primero en silencio, luego se animaron a hablar. Y de esa charla surgieron más, luego sintieron necesidad la una por la otra y a partir de ahí todo simplemente pasó.

Una noche, recostadas en el césped del cuartel, completamente agotadas, cubiertas de mugre y todas sudadas por el entrenamiento del día, Siyeon tomó su mano y volteándose hacia ella la besó. Sus labios se buscaron desesperadamente, como si aquello fuera algo que esperaron por toda su vida. De ahí en más no pudieron volver a separarse. Habían peleado como cualquier pareja, pero siempre encontraban la forma de recordarse mutuamente lo mucho que se amaban.

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora