ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔠𝔦𝔫𝔠𝔬

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ᴅᴇᴄɪsɪᴏɴᴇs ᴀɢʀɪᴅᴜʟᴄᴇs

      Ingresó en su habitación y al cerrarse la puerta a sus espaldas se dejó caer sobre ella

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Ingresó en su habitación y al cerrarse la puerta a sus espaldas se dejó caer sobre ella. Suspiró hondo y pensó en lo qué haría; si se escaparía de su habitación tenía que saber cómo. Rhaenyra le había contado que dentro del castillo había pasadizos ocultos, que ni siquiera su padre, el Rey Viserys, ni el padre de éste habrían logrado encontrarlos. En su momento Dacia creyó que era solo un rumor que corría debido a la antigüedad del lugar pero ahora que supo que debía salir sin ser vista pensó en que no sería mala idea buscar alguno en su recámara, aunque le tomaría tiempo.

Revisó paredes; movió libros, muebles, presionó algunos cuadros, quitó espejos y miró detrás de estos. Se dedicó al suelo también; movió alfombras, debajo de su cama y debajo de algunos muebles también. Lastimosamente no llegaba al techo, el lugar era alto pero por lo que podía ver sabía que tampoco encontraría nada que le sirviera de ayuda.

Dacia no notó cuanto tiempo le tomó buscar el pasadizo, aunque sabía que le tomaría gran parte de la tarde no creyó que le ocuparía casi toda ésta. El sol ya se había escondido y ahora era la luna quien brillaba en el oscuro cielo.

-Si nadie encontró los malditos pasadizos, ¿por qué creí que yo podría? -se dijo así misma con desgano mientras caminaba hacia la ventana. Apoyó sus manos en el marco de esta y descansó su rostro en el también, la noche era bellísima.

Quería saber que era lo que Aemond tenía para decirle pero sabía que no podría saberlo, con Eiross custodiando su puerta y con su ventana demasiado alta como para saltar, no podría salir de su habitación... y por lo tanto no podría llegar con el príncipe.

Intentó sentarse en el borde pero una pequeña astilla pinchó su muslo provocando que presionara el marco de la ventana debido al dolor. Entre quejidos se puso de pie pero sus ojos notaron que del marco de la gran ventaba cayó un corto pero grueso hilo de color rojo; lo jaló pero parecía estar atrapado detrás de aquel objeto. Dacia tiró con más fuerza y el hilo se estiró, volviéndose más visible, ahora podía ver que rodeaba los bordes de la ventana y guiaba hacia una pequeña escultura que decoraba la habitación.

Dacia intentó buscar la manera de poder mover la escultura de dragón para poder revisar detrás o debajo de ésta pero le resultó imposible, pesaba más de lo que imaginó... Pero fue entonces que los dioses le iluminaron la mente; giró la cabeza del dragón y como por arte de magia una puerta se dejó ver en la pared, los fuertes ladrillos se abrieron y le permitieron ver un pasillo que bajaba con pequeños escalones.

Cubrió su boca para silenciar el grito de felicidad que iba a soltar, estaba realmente orgullosa de haber encontrado algo de lo que quizá otros no tenían idea.
Corrió en busca del candelero y se dirigió de regreso al pasadizo, pero cuando apenas dio un paso dentro, la voz de Eiross ingresando en la habitación la detuvo.

- ¿Lady Dacia? -Preguntó cerrando la puerta a sus espaldas-. La llaman para cenar, mi lady -le avisó en cuanto la visualizó. El castaño se vio sorprendido cuando vio el pasadizo en el que la joven estaba por entrar.

𝔇𝔞𝔠𝔦𝔞 - [ᴀᴇᴍᴏɴᴅ ᴛᴀʀɢᴀʀʏᴇɴ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora