Decidida

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Agradecía que fuera Domingo, aunque igual sea una mierda de día.

Era la una de la tarde y acababa de despertar. Los ojos dolían y me costaba trabajo parpadear, los sentía muy pesados.

Todo estaba en silencio, no se escuchaban pasos, ruidos en la cocina o en la sala. Al parecer estaba sola en la casa de Camille.

Me costó mucho trabajo levantarme de la cama, pero lo hice, lavé mi cara y salí de mi habitación. En realidad salí solo porque no había nadie en casa.

La cena de ayer seguía servida, estaban los lindos manteles y las copas.

La botella de vino que trajo Edward estaba en la esquina de la mesa, en donde la dejó cuando llegó.

Por un momento creí que todo había sido un sueño, era estúpido pensarlo pero quería engañar a mi cabeza.

Todo en este lugar me recordaba a él, la barra, la mesa, el sofá y me costaba respirar estando ahí.

Salí y la camioneta de Edward estaba estacionada frente a la casa, pero no sé veía nadie en el interior así que camine hacia ella.

—Hola —saludó detrás de mí.

Me tomó por sorpresa, su voz hizo que mi corazón se acelerará y me giré rápidamente para verlo.

—Me quedé a dormir —sacó un cigarrillo—, no podía irme dejándote así.

No respondí, verlo me partía en dos, ver sus ojos, escuchar su voz, cada movimiento que hacía, todo, absolutamente todo me partía el corazón.

—Oye... —se acercó—, tengo que explicar lo que pasó ayer.

—No —me limité a responder.

Bajé la mirada y me alejé de él, era difícil, pero la información era muy fresca y no podía soportarlo.

—¡Stella! —gritó cuando comencé a caminar.

No me detuve, mis lágrimas impedían mi vista así que las dejé salir, no sé realmente cuánto pasó pero llegué hasta un parque.

Me senté en una banca y me quedé mirando a la nada, pensando en todo, quería saber por qué había mentido todo este tiempo, pero no podía escucharlo.

Estaba enojada con todos, me habían mentido a la cara y dejaron que siguiera con él, me ocultaron algo que era muy grave.

Lo que más me dolía, era que mi propio hermano fuera capaz de dejar que esto creciera, protegió a Edward aún sabiendo lo que hizo y jamás me lo dijo.

Estoy sola, de nuevo, me siento vacía, todo estaba bien, es increíble lo mucho que pueden cambiar las cosas.

—Hola.

No dirigí mi mirada hacia la persona, solo sequé mis lágrimas y respondí:

—Hola.

Me costó un poco de trabajo identificarlo, no le presté atención hasta que me iré para verlo.

—¿Cómo estás? —se sentó a mi lado.

—¿En serio? —pregunté soltando una risa nasal, como si se burlara de mi.

—Linda, lo siento mucho —musitó.

—No hay perdón, señor Munson.

—Creí que ya sabías todo y que lo habías aceptado —agachó la mirada.

—no quiero hablar sobre eso ahora, por favor.

Se quedó en silencio y creí que se iría, pero volvió a verme y se acercó más a mí.

My Freak | Eddie Munson | Terminada ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora