Capítulo 9: El Vencedor

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ADVERTENCIAS ADICIONALES:

- TEPT

- Pesadillas

- Depresión

- Ataques de pánico

Un Aerodeslizador descendió del cielo, su forma era extraña para Jiang Cheng después de muchos días sólo viendo árboles

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Un Aerodeslizador descendió del cielo, su forma era extraña para Jiang Cheng después de muchos días sólo viendo árboles. Cuatro hombres salieron de él, apresurándose para tomar a Jiang Cheng por los brazos y las piernas mientras luchaba, tratando de seguir a Lan Huan a dondequiera que hubiera ido sin él. Quería cumplir su promesa; Lan Huan debía de estarlo esperando en el otro lado, preguntándose qué había sucedido que lo había retrasado y sonriendo con esa sonrisa triste que Jiang Cheng odiaba tanto. Pero a los Agentes de la Paz no les importaba eso; lo sometieron lo mejor que pudieron, golpeándolo de vez en cuando en su camino hacia el Aerodeslizador. Durante ese tiempo, Jiang Cheng no había dejado de gritar. Su garganta estaba en carne viva por gritar el nombre de Lan Huan, seguro de que el cañón que había anunciado su muerte no era más que una mera alucinación causada por el colapso del mundo a su alrededor. Aún así, nadie respondió.

Un doctor se apresuró a inyectar algo en su cuello, y sólo entonces los Agentes de la Paz relajaron su agarre en sus brazos y piernas. Ya no era necesario; Jiang Cheng sintió un suave calor envolviéndolo mientras yacía tendido en el suelo del Aerodeslizador y no pudo hacer nada para combatirlo. La Arena desapareció de su vista, dejando atrás a sus amigos; Lan Huan estaba del otro lado, aún esperando por él. En sus sueños, Jiang Cheng no pudo evitar llorar.

Jiang Cheng abrió sus ojos para encontrarse dentro de un cuarto inmaculadamente blanco

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Jiang Cheng abrió sus ojos para encontrarse dentro de un cuarto inmaculadamente blanco. Sus brazos y piernas estaban atados por cinturones de cuero y dos monitores, cuyas funciones no conocía, guardaban sus costados. Aparte de su cama, en el centro de la habitación sin ventanas, había una silla a su izquierda en donde reconoció la figura dormida de su madre. Despertar fue como volver a una pesadilla. Recordaba a Mo Xuanyu, muerto en una piscina de sangre; a Wen Qing, tomando a su hermano entre sus brazos mientra inhalaba sus últimos suspiros; a Song Lan, devorado por los mutos e incapaz de gritar por ayuda... a Lan Huan.

Los monitores empezaron a hacer sonidos agudos cuando ese nombre y todos los recuerdos asociados a él empezaron a asaltarlo. Jiang Cheng forcejeó, pero no pudo deshacerse de las esposas de cuero que lo sostenían. El movimiento logró despertar a su madre, quien se apresuró a su lado. Jiang Cheng apenas notó el alivio en las facciones de Yu Ziyuan; apenas se dió cuenta de los grandes y oscuros círculos debajo de sus ojos, de las arrugas en sus comisuras, y sus uñas, en carne viva de tanto morderlas. Lan Huan era todo lo que podía pensar. Sus recuerdos, su sonrisa, su ausencia.

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