S1:E28: Olvidado

13 0 0
                                    

—Harry... —Amie suspira desde la puerta de mi habitación—¿sigues en cama?

—No pienso levantarme de aquí. —balbuceo sin fuerzas.

—Escucha, hijo. El amor es así, quizá Maddie no era para ti, amor. —siento su mano dar un par de palmadas en mi pierna.

—Ese es el problema, Amie. Ella es el maldito amor de mi vida, y ahora me odia. Aunque creo que sí lo merezco.

—Tal vez deberías buscarla.

—No. De todas maneras, iba terminar lastimándola. De todas maneras, iba terminar odiándome.

Después de resignarme a no volver a buscar a Maddie Davis, decido levantarme de la cama. Mis ojos estaban rojos debido al llanto que había tenido la noche anterior.

Humedezco mi cara tratando de despertar por completo, camino hasta mi armario para ponerme los primeros jeans que encuentro y una vieja sudadera que había comprado.

Siento algo suave caer a mis pies, entonces vuelvo a sentir ese nudo en el estómago. Tomo entre mis manos el gorro tejido que yacía en el suelo. Puedo percibir de inmediato su olor a rosas y dulce de coco, sonrío antes de ponerlo sobre mi cabeza y salir de casa.

Bajo de mi auto para entrar al enorme y viejo edificio, escucho el saludo de un par de dealers que trabajaban para mí desde hace un tiempo, observo cada habitación, asegurándome que todas trabajaran de la manera que debían.

El primero piso estaba encargado de toda la mercancía que llegaba, el peso, la cantidad, la calidad. Después de un largo proceso, se entregaban a los ya mencionados dealers.

El segundo piso era uno de mis favoritos, era impresionante la cantidad de dinero que había en casa habitación. Por cada cuarto había un par de chicas en ropa interior que contabilizaba cada centavo.

Y así cada uno de los pisos tenía una tarea designada, tenía que retomar esto, así sea con el corazón partido o entero.

—¿Qué mierda llevas en la cabeza? —ruedo los ojos al escuchar la voz burlona de Sutter.

—No te incumbe. —escupo.

—Ya estamos todos aquí, ¿de qué querías hablar? —pregunta.

Observo a mi alrededor, había un par de sicarios y personas de mi confianza.

—Sé que me he ausentado, pero eso no significa que esto vaya a parar.

—Según los correos que he intercedido por la computadora de Davis, ese cabrón nos está pisando los talones, hay más cámaras en la ciudad, ya atraparon a más de un dealer, confiscó media tonelada de coca la semana pasada, nos tiene acorralados. —menciona Tyler, el chico que se encargaba de todas las cosas sistemáticas.

Mi equipo no podría jampas funcionar sin Tyler, prácticamente el es mi infiltrado en el gobierno, me ha salvado de ser atrapado más de cien veces gracias a su maldito cerebro de Einstein. Su habilidad para el hackeo era impresionante.

—Ya no sé si continuar con esto —digo, siento las miradas extrañas de todos sobre mí.

—¿Qué? ¿de qué hablas? —Sutter se levanta de su asiento.

—No sé si quiero seguir jodiendo a Davis, tu bien sabes porqué, Sutter.

—De acuerdo. —el chico asiente mientras da un par de aplausos.

—¿De acuerdo?

—Sí, estoy de acuerdo. —dice—pero escucha, Harry. Estás haciendo esto por una niña mimada, una niña que tiene un futuro, una niña que tiene dinero para vivir cien años o acabar con el hambre del mundo, una niña que en un par de días te va a olvidar, va a encontrar un político, un abogado, o un árabe millonario y se va a olvidar de ti. ¿Y tú? Tu vas a estar preso, detrás de unas rejas por el resto de tu vida, porque tienes antecedentes que te pueden joder para siempre, o peor... Muerto. —Sutter me mira con atención—es tú decisión, hermano.

M A D D I E

Ya había perdido la cuenta de las horas que había pasado sentada en el sofá, observando la tormenta de nieve que había fuera de casa. Noviembre se había convertido en uno de mis meses no tan favoritos.

Veo por décima vez la pantalla de mi teléfono, me desilusiono de nuevo cuando no veo ni una llamada, ni un texto. Debía de estar odiándome justo ahora.

—Bomboncito—la dulce voz de mi abuela me distrae hacia ella—llegó esta carta para ti, viene de Tokio.

Tomo el sobre que mi abuela me ofrece amablemente, ella toma asiento a mi lado mientras me mira con nervios—es de la universidad —digo.

—¿Y qué esperas? ¡ábrela! —sonríe, pero la verdad era que tenía miedo.

Miro por unos segundos el sobre con mis datos, suspiro para después obedecer a mi abuela y abrir el sobre.

Suspiro cuando termino de leer lo que la carta decía—¿qué pasa? —pregunta.

—Me aceptaron en la maestría. —digo mientras la miro—quieren que vuelva a Tokio.

***

Me miro por última vez en el espejo, el vestido negro me asentaba bien, mi maquillaje estaba perfecto y mi cabello lucía bien. Después de darles la noticia a mis padres, enloquecieron. Es decir, el sueño de mis padres, una hija exitosa era lo que más deseaban.

Faltaba menos de una hora para la reservación en el restaurante que papá nos llevaría a celebrar, así que bajo los escalones. Noto que soy la primera en estar lista así que camino a la cocina por un bocadillo.

—Joder —maldito cuando el timbre de la puerta suena cuando estoy a punto de comer mi pizza.

Es entonces cuando todo se para, mi mente se queda en blanco y mi corazón se apachurra cuando lo veo sonriendo frente a mí.

—Peter.

—Maddie.

Adrift [H.S]Where stories live. Discover now