Capítulo 6

534K 50.3K 107K
                                    

Para mucha gente joven, los sábados significan felicidad. Es el día en el que puedes hacer lo que te dé la gana, salir con tus amigos, olvidarte de tus responsabilidades... A mí también me gustaban los sábados. De hecho, era mi día favorito de la semana. Y no porque no tuviera entrenamiento, ni clases, ni responsabilidades. Era porque podía hacer exactamente lo que yo quería.

Me da miedo preguntar.

Y lo que quería era seguir escrupulosamente con mi rutina especial de sábados.

Fascinante.

7:00 Despertarme y apagar la alarma del móvil. Ni un segundo más, ni un segundo menos.

7:00-7:05 Pausa para pis.

7:05-7:15 Hora de mi café mañanero. Sin azúcar y con leche de avena, por supuesto.

7:15-9:00 Ejercicio. Ese día tocaba cardio.

9:00-9:15 Ducha.

9:15-10:00 Desayuno. Algo que no superara las 400 calorías acompañado con mi batido proteico.

10:00-10:05 Descanso para segundo pis.

10:05-10:30 Hacer el planning de la semana siguien...

Estaba en medio de ese proceso, muy concentrada, cuando de pronto escuché un portazo. Fruncí el ceño, irritada. ¿Quién osaba interrumpir mi intensa sesión de planning?

Asomé la cabeza por la ventana de mi habitación para asomarme al patio delantero. Papá no era, porque estaba en el de atrás. Mamá tampoco, porque había acompañado a Ty a no sé qué. Por lo tanto, solo quedaba una opción. Y, efectivamente, era Jay.

Me asomé disimuladamente, intentando pillar lo que fuera que estuviera haciendo, y me sorprendió verlo hablando con una cabezota pelirroja.

¿Qué puñetas hacía hablando con Víctor? Abrí un poco la ventana para ver si oía lo que decían, pero no hubo suerte, así que me asomé un poco más.

¿Asistiremos a otro episodio de muertes estúpidas? Pronto lo descubriremos.

Asomada, sí que oía algo. Y también los veía mejor. Jay estaba sentado en las escaleras de la entrada, mientras que Víctor permanecía de pie delante de él, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón suelto. Por sus caras, parecía una conversación bastante tranquilo.

—¿En serio? —preguntó Víctor con una sonrisa.

—Sí, pero no funcionó mucho.

Víctor se echó a reír y se balanceó sobre las puntas de los pies, como siempre que lo hacía.

Mira cómo lo conoce.

—¿Por qué pensaste que era una buena idea? —preguntó este, divertido.

—¿Y yo qué sé? Parecía rápido...

—Bueno, está claro que no ha sido así.

—Pues no. Gracias por tanta ayuda.

—No me has pedido ayuda, solo te has puesto a quejarte. Pareces tu hermana.

—No seas cruel.

Será cabrón.

—¡Oye! —se me escapó, olvidándome por un momento de que estaba en modo oculto—. ¡Compararte conmigo es un privilegio, no una crueldad!

Ambos levantaron la cabeza, sorprendidos. Bueno, Víctor estaba sorprendido... Jay parecía más bien irritado.

—¡Es una conversación privada! —recalcó mi hermano.

—Las conversaciones privadas se tienen a escondidas, no en el portal de casa.

Las luces de febrero #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora