Capitulo XVIII

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Emilio

Algo que agradezco me diferencie de mis hermanos e incluso de mi melliza, es que yo si se controlarme con el alcohol, pocas veces he perdido la razón llegando más allá de mi límite. A mis hermanos por el contrario, les vale madres.

Eso no quiere decir que no tenga licor en mi sistema, claro que tengo, pero no en la cantidad tan exagerada de mis hermanos.

Asher no está muy ebrio, él tiene bastante aguante a decir verdad, creo que solo una vez lo he visto pasado de copas y fue cuando mamá murió.

Vanessa por su lado, sí está un poco borracha pero no al punto de perder la razón, si no al punto de decir cosas incoherentes.

Leila estaba con sus amigos hace un rato, aunque si se le miraba un poco ebria, se tambaleaba un poco y se carcajeaba mucho.

Mi melliza, Emiliana, no está ebria, creo que casi no ha tomado, aunque como es muy sociable, se la ha pasado con la mayoría de narcotraficantes haciendo negocios y amigos.

Javier está borrachísimo, no para de decir estupideces, de gritar como imbécil, de bailar con cada chica que se topa, de coquetearle a cualquiera que tenga falda, entre muchas idioteces más.

Julio está medio ebrio, casi no se le nota, pero el hecho de que hable mucho más de lo normal, bromee, y baile, me dice mucho.

Por último, Valentina si está borrachísima, pero lo bueno en ella es que no hace estupideces como la mayoría de borrachos, si no que llora.

Javier, Valentina, Julio, Vanessa y yo estamos sentados en la mesa que Leila y Javier pidieron desde un principio para nosotros, pasando la fiesta en medio de tragos y jugarretas—. Y entonces creo que ese es nuestro problema, debemos dejarnos la barba —Javier dice la estupidez más grande que he escuchado, y siendo el único medio sobrio, es complicado soportar a este grupo de ebrios.

Ahora entiendo a Asher cada vez que se aparta de nosotros.

— O el cabello blanco —lo sigue Vanessa.

— Pues eso, hay que pintarnos —propone Javier.

Vanessa vomita en la mesa y es lo último que necesitaba para levantarme por aire al jardín trasero. Al cruzar la puerta de salida, el aire frío de la noche entra en mis poros y me relaja de una forma indescriptible, sonrío ante la sensación caminando por todo el lugar.

Me gustan las fiestas aunque parezca lo contrario, son el único lugar donde somos medio normales, el sentimiento es agradable.

Un ruido y jadeos me hacen estar alerta, al parecer no soy el único aquí. Sigo con mi camino entre la oscuridad aún cuando el ruido cada vez es más fuerte y el sentimiento de que algo no va bien también va incrementando dentro de mi.

Los jadeos se escuchan desesperados lo que me hace tratar de buscar entre los arbustos a las personas causantes de este, me preocupa que sea algo asociado con Edurne.

Toda sospecha es causada por desespero dentro de mi cuando escucho el grito—. ¡Suéltame! —grita una chica, y no es cualquier chica, es mi hermana.

Leila.

Comienzo a correr por entre los arbustos llegando a un lugar que está completamente solo y oscuro, identifico la sombra de Leila estampada contra una pared tratando de alejar al tipo que está encima de ella. La ira me oscurece todos los sentidos al minuto, algo que odio es que mis hermanos estén en riesgo y soy capaz de hacer lo que sea por ellos.

No controlo lo que hago, las venas me hierven de ira, por lo que alejo al hombre que está encima de ella de un solo puñetazo que me jode los nudillos logrando que caiga al pasto del golpe, lo levanto tomándolo del cuello de la camisa con fuerza—. ¡Si te dijo que la sueltes, la sueltas! —trueno. Una cosa es el Emilio pasivo, otra cosa es el Emilio que es capaz de asesinar al no saber controlar su ira.

Un dulce peligroWhere stories live. Discover now