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Todo estaba listo.

Las invitaciones fueron enviadas hace un mes, las mesas ya estaban organizadas y eso que fue una tarea ardua colocar a los parientes correctos juntos y mantener separados a los no tan cercanos, las maletas para la luna de miel ya estaban listas, solo quedaba terminar de cargar las de mano, los pasajes de avión a Paris comprados y ya estaban recibiendo algunos regalos en su nuevo departamento, departamento en el que llevaban viviendo juntos quince días y departamento en el que iban a vivir el tiempo suficiente hasta lograr comprarse una casa juntos, como el matrimonio feliz que anhelaban ser...

O no.

Jimin despertó en medio de la noche, faltaban alrededor de cuarenta horas para la boda y los nervios le empezaban a jugar en contra, miró a su futuro esposo antes de salir de la cama, Namjoon estaba acostado de lado, como siempre con una de sus manos sobre su cintura, así que tuvo que ser muy cuidadoso para no despertarlo, no quería preocuparlo o asustarlo, lo mejor era hacerse una taza de té y volver a dormir, o al menos intentarlo.

Jimin amaba a Namjoon...

O eso era lo que él quería creer.

Llevaban un año y semanas comprometidos, luego de tres años de relación, luego de un año entero en el que Jimin lo persiguiera para que tuvieran una cita.

Se conocieron por amigos en común, en la fiesta de cumpleaños de Yoongi, Jimin sintió que se enamoró a primera vista y, sonando un poco ebrio, le dijo al cumpleañero que él se casaría con el chico alto de ojos de dragón. Apenas tenía veintitrés años, era recién graduado en busca de empleo, la idea de pensar en una boda era absurda y alocada, pero estaba seguro que ocurriría.

Yoongi no lo pensó dos veces y buscó por todos los medios volver a juntarlos en alguna reunión social.

Y así, luego de un año en el que intercambiaron mensajes ocasionalmente, unas veces más, otras veces menos, Namjoon aceptó salir a beber algo con él. Jimin estaba eufórico, sentía que sus sentimientos eran completamente reales y sí lo eran, lo fueron por todo el tiempo que estuvieron juntos y puso todo de su parte para enamorarlo y aunque Namjoon intentó mantenerse al margen por el mayor tiempo posible, le bastó un pequeño resbalón en su tercera cita, para caer por completo.

Terminaron besándose en la entrada de la casa de los padres de Jimin.

El resto es historia; se volvieron la envidia de cualquier persona que deseara una relación.

¿Por qué entonces Jimin se encontraba recostado por la mesada de su cocina, a oscuras, bebiendo una taza de té de manzanilla, buscando en su corazón sus sentimientos por su prometido?

Sin quererlo, comenzó a llorar, sin quererlo, empezó a culparse y a sentirse una mierda de persona. ¡Fue él quien le propuso matrimonio a Namjoon! ¿Cómo podía estar dudando? ¿Cómo podía dudar de sus sentimientos por Namjoon? ¡Su prometido era perfecto! Namjoon vivía por él, lo tenía como su prioridad máxima, buscaba consentirlo, amarlo y mimarlo hasta en las cosas más simples. Namjoon era todo lo que él siempre había querido.

¿Por qué?

—¿Cariño? —Jimin se sobresaltó cuando escuchó la voz de Namjoon a sus espaldas, era grave y rasposa, como siempre se escuchaba al despertar, se apresuró a secar sus mejillas y frotó sus ojos eliminando cualquier rastro de humedad—. ¿Estás bien?

—Hola mi amor —respondió volteando—. Sí, solo vine a hacerme un té, no podía dormir.

—¿Ocurre algo? —Nam se acercó a él, no había encendido la luz y aún estaba lo suficientemente dormido como para notar lo rojo en los ojos y en la punta de la nariz de su novio—. ¿Qué pasa?

Cuando el amor se escapa || MINIMONIWhere stories live. Discover now