Parte 10:

5 1 0
                                    


Las horas que le quedaban para entrar a trabajar las aprovecho para hacer la compra de su casa y descansar un poco antes de entrar su turno hasta las diez de la noche. Salía de la comisaría con su patinete, su medio de transporte habitual para ir a trabajar. Está poniéndose el casco cuando una voz conocida la saluda.

—Ey, qué pasa compañera.

Se vuelve para ver a su compañero Charlie, que sale con su pelo pelirrojo despeinado.

—¿Has estado trabajando o dándote un revolcón con alguien?

—Trabajar, si lo dices por mis pelos. Los genios a veces necesitamos música para concentrarnos.

—Dudo que te hayas puesto a escuchar a nirvana en la baticueva.

—No, pero otro tipo de música. El usuario con el que contacta la chica no da ninguna señal.

—¿Alguna pista que podemos seguir?

—De momento esperaría y le haría picar con un señuelo.

—Hablando de otra cosa. ¿Qué querías comentarme?

—He pensado en montar en mi casa ordenador junto con una torre e investigar por mi cuenta.

—Cuando dices investigar por tu cuenta, imagino que hablas de tu ladrón favorito y algo ilegal por lo que requieres mi ayuda y mi opinión.

—Exacto. Necesito que me aconsejes con el mejor equipo.

—Vale, hasta ahí te ayudo. ¿Pero lo demás?

—Necesito la ayuda de un buen, no, del mejor informático que conozco para que me conecte a la red de la policía sin dejar rastro.

—¿Te has vuelto loca? Rocío tía, ¿has pensado en lo que me estás pidiendo?

—Demasiado, no se me ha ocurrido a la ligera.

—Nos estamos metiendo en un lío con esto.

—¿Me vas a ayudar?

—Dame unos días para que un colega te monte un ordenador y una torre por piezas y yo te lo instalo. Pero me lo vas a tener que pagar con un buen restaurante.

—Vale, yo te llevaré a un tailandés.

—Ya puede ser caro, porque como nos pillen vamos a tener que esperar la cola del INEM.

—Para eso te tengo a ti.

—Oye he quedado con unos colegas para echar unas partidas. ¿Te apuntas?

—He quedado con Ciara para ver un capítulo de la serie que estamos viendo. Otro día.

—Está bien. ¿Qué tal con ella?

—Muy bien. Ya te contaré cuando nos volvamos a ver.

—Nos vemos.

—Hasta mañana.

                                                                                   *****

Han pasado dos semanas desde que llegó a Madrid, los días pasan encerrada en el estudio posando para Heimrich, tantas que hasta pierde la cuenta.

Ahora posar le sale de manera natural y no le duele tanto el cuerpo como el primer día.

Algunas tardes cuando el sol empieza a bajar, el artista y ella disfrutan de un rato de sexo, es evidente la química que hay entre ellos. Un rato después, completamente saciados terminan desnudos en el suelo sobre una manta o tumbados en el sofá mientras disfrutan de una sencilla cena compuesta de queso, uvas, pepinos y salsa de yogurt que ha comprado ella misma en un pequeño supermercado situado en la misma calle del estudio.

Ladrón de guante blancoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz