Tormento

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El frío entraba y él temblaba aunque estuviera debajo de las sábanas, aunque tuviera la ventana y la puerta cerrada. Se levantó temblando para ver de dónde venía aquel frío, al no ver de dónde provenía decidió no hacer nada, ni siquiera volver a la cama.

"Solo son las cuatro de la mañana"

Reposando su espalda contra la puerta, escuchando sonidos dentro de su cabeza... una dulce melodía era lo que se imaginaba. Cerró los ojos lentamente aún con esa melodía tan deseada, una mezcla entre las dulces teclas del piano y unas manos refinadas tocando el hermoso violín.

Imaginarse todo eso hizo que quedase tranquilo, hizo que dejase de preocuparse por un momento de sus hermanas, hizo que dejase de pensar en sus problemas.

Una vez relajado, salió de su cuarto con cautela y se desplazó hacia el baño.

En el lavamanos cogió algo de agua fría y se lavó la cara. Respiraba irregularmente y se secó el rostro, vio la toalla y luego se vio a sí mismo al espejo, como si nunca se hubiera visto. Aquella mirada no era de alguien orgulloso de sí mismo.

Para él era muy difícil no pensar, ¿qué es lo que debe hacer?, ¿acaso tiene a alguien quien le pueda aconsejar?, ¿no sería todo más fácil si se fuera?

Se secó algunas pocas lágrimas que caían de sus mejillas y sonrió, pero con eso no consiguió nada, solo obtuvo más gotas en sus mejillas. Después de estar un rato tranquilizándose salió, y en vez de volver a su habitación fue al salón, no encendió las luces para nada, pues se filtraba algo de luz por las ventanas aunque fuera de noche. Se quedó viendo a través de la ventana como caía la lluvia, pues eso es lo que le encanta.

Horas después fue a hacer el desayuno para sus hermanas. En la nevera no había casi nada, solo había lo mínimo, él tomó la decisión de no desayunar y dar de comer a sus hermanas, pues ellas eran lo principal.

Se despertaron gracias a él y se sentaron a desayunar.

— ¿Tú ya has desayunado? —preguntó una de ellas, y se quedó estático, mintió ante esa pregunta.

Él también podía sentir la tristeza de sus hermanas, y pensó que quizás sabían llevarlo mejor. Era simple, a la más pequeña; le ocultaban casi todas las cosas por una buena causa, pero más adelante se enteraría de todo y terminaría odiando a sus prójimos, la mayor; es más madura de mente y ya trabajaba para poder independizarse, pero cobra una miseria y trataba de pensar lo menos posible, pero él... era algo complicado.

La mayor se fue a trabajar y los otros dos se quedaron alistando la mochila. Después de eso fueron de camino al instituto. Durante el camino casi ni hablaron, ya que la más pequeña andaba con los auriculares que él le había dejado. Disfrutaba ver a su hermana haciendo pequeños bailes, como si nadie estuviera.

— ¿Puedo quedarme los auriculares, por favor? —dijo ella cogiendo de la manga de su hermano.

— Pero, no puedes usar los auriculares dentro de clase, te los podrían robar o también los profesores te pueden pillar y te lo confiscarán. 

No importa lo que él haya dicho, ella seguía tratándolo de convencer para quedarse con los auriculares.— Por favor, no haré ninguna tontería con ellos, no escucharé música en clase, solo los usaré cuando sea hora de descanso o cuando ellos me den permiso —el chico se quedó pensando por un momento, no veía nada más las ventajas y desventajas. 

— Bueno, vale, te los puedes quedar, pero cuando lleguemos a casa me los... .—no le dejó terminar la frase, se fue corriendo sin despedirse de él.

Una pequeña risa se escapó de sus labios color carmesí, no podía dejar de pensar en su hermanita, ella es tan linda al igual que la mayor. Caminó entre los pasillos hasta que alguien impidió su paso, miró a esa persona con algo de confusión y antes de pedir disculpas esta persona se desquitó con él.

Inside The BackroomsWhere stories live. Discover now