Pesadilla

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Le dolía la espalda, cerca de los riñones. Se frotaba las manos por la zona para mitigar el dolor entre bramidos de fastidio. Se dio cuenta de que el polvoriento y frío piso en el que no era su blando colchón con el nórdico negro donde dormía hace un momento. Raspó con las yemas el suelo, rozó sus dedos entre sí y noto la arenilla que sacudió de sus manos.

Allí solo había un Michael con cara de disgusto en medio de la penumbra. Se quedó inmóvil, dolores no le permitía moverse y su mente le lanzó una gran cantidad de pensamientos violentos y lastimosos.

« ¿Estoy en ese maldito bosque con esos Rostros esperando atacar?» Recordó de nuevo el letrero de PROHIBIDA LA ENTRADA a las puertas de ese monstruo, que en sí, tiene peor fama que los Rostros. Hacía siete años que vio como ese maldito Rostro se llevaba a su hermana antes de desmayarse. Cuando despertó huyó de allí, ni supo cómo llegó a hacerlo y se lo contó a sus padres, a la prensa, a las autoridades, y nadie lo creyó porque se suponía que era "una descripción muy pintoresca y los niños tienen una gran imaginación" Y aún pasado tanto tiempo, seguía produciéndole rabia el tema por haber pensado que estaba mal de la azotea.

Rodó para ponerse bocabajo, puso las manos en el suelo y se levantó de un impulso. Su cabeza chocó contra algo que lo hizo volver al suelo. Un chichón quedaría, por lo menos. «Joder, ¿dónde estoy? ¿Me asesinaran o a qué esperan? Mike, tienes que salir de aquí y cuanto antes»

Se sentó y ubicó en ese agujero sin salida. La salvación se presentaba con desdicha y afán al distinguir un destello celeste al fondo, fuerte, debía encontrarse a varios metros de allí. Esta vez gateó con ansias de acercarse lo más rápido que podía. Más de una vez tropezó, aplastó su barbilla contra el suelo y se mordía la lengua dejando escapar un gemido. Ya se veía más cerca, el conducto tan estrecho se ensanchaba y lo liberaba de claustrofobia amordazada en su cuerpo. «palpita, palpita, palpita, palpita, ¿No palpita»

Quedó estupefacto cuando tanteó con sus manos esas paredes que lo encerraban. ¿Era posible que, esos muros latieran allí en su presencia? Se sentó sobre sus pantorrillas sin dejar de contener la palma en la carne de donde provenían los latidos. Las palpitaciones se hicieron más potentes, como un tambor que lo dejaría sordo sin no se calmaba tarde o temprano. Las paredes retumbaban. Otro impulso fuerte hizo que su cabeza chocara contra el techo. Era repugnante chocar contra una montaña de carne grasienta, no se había enterado desde cuándo se hizo tan blando el túnel de su perdición. El conducto serpenteaba constante, las curvas, grandes, le aplastaban y la carne sudaba. Una curva se encajó en la boca del estómago de Michael, el pinchazo lo sobresaltó, y quedó atascado entre esa masa que lo asfixiaba. Abría la boca para respirar, lo necesitaba, el bulto ascendía, y si no hacía algo moriría como un insecto aplastado, no quería que esa masa lo llegara a tragar. Empezó a agitar los brazos , su espalda ya tocaba la parte superior. Gritaba y nadie acudió en su ayuda. Iba a morir. Hincó las uñas con esperanza de rasgarlas. Se le ocurrió una idea. La carne le engullía el cuello, apenas segundos le faltaba.

—Hasta-mañana si—susurraba entrecortado—Dios quiere que descanses, llegó la hora de acostarse y soñar también, porque mañana es otro día—cantaba.

Esa cosa retrocedía como cuando se retrocede para rebobinar un vídeo. En la mirada de Michael se dibujó una nostalgia abatible.

—Y hoy, hay que vivirlo con... alegría.

Esa nana... Todas las noches su madre se sentaba en el banco de madera frente a la cuna y se la susurraba a su hermana cuando era un bebé, antes de darle el beso de buenas noches. Le había salvado la vida.

Aquella "mugre" se retiraba, lejos de él. Abría paso así a lo desconocido.

Un globo ocular de iris negruzco quedó descubierto al final de esa trampa para ratas. Medía igual que una persona. Michael se quedó desde su posición, como un indio, fijo en ese movimiento circular que hacía el ojo. Le resultaba extravagante y aterrador, por algún motivo no podía apartar la mirada lo hipnotizaba. " No debo mirarlo o me acabaré volviendo loco". Se puso de pie al fin, con los brazos abiertos para tantear con las manos y no resbalarse. Paso tras paso, se obligaba a no subir la cabeza. Fue sorprendido por un frío roce en la nuca, y se volvió a topar con ese maldito ojo. Adquiría un color rojo y morado. Todo entró en un fuerte temblor. Se agachó, preparado para lo que viniera ahora, aunque deseaba con todas sus fuerzas que no fuera así. Sentía húmedos los orificios nasales que secó con la manga de su camiseta. Se rompió el círculo uniforme de la pupila el cual se movía como si tuviera vida propia. Formaba dibujos, primero representó una flecha que a Michael le resultó extraña. Tenía dos líneas horizontales. Después trazó la figura de una corona rectangular y curiosa que lo atrajo. Tras eso, apareció una representación que transmitía tristeza, se podía ver varios cuerpos en un lugar oscuro y una silueta portadora de una capa, sentada en el centro del escándalo. ¿Quién o qué era lo que estaba allí, en el centro? ¿Él era culpable de todo lo que captaban sus ojos? ¿Qué significaba eso? Esa despiadada imagen lo había conmocionado. Se rompió una vez más y se vio una mancha negra en el centro de la esclerótica.

 MURDER GOLDOnde histórias criam vida. Descubra agora