Los Targris

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Los chicos estaban agazapados detrás de una roca para no ser descubiertos, en medio de su travesía para ir a ver a su padre. Resulta, pues, que ese mismo día el destino quiso juntar a varios miembros de "La Tribu de la Mano Muda" y a Dielanor en ese mismo lugar, una inoportunidad para el chico de cabellos ondulados. Las pieles rojas de zorro que formaban parte de su indumentaria les adivinaba pertenencia enemiga. Durante décadas y décadas habían jugado una importante rivalidad por demostrar qué bando era el indicado para arraigarse en Slhunderkhoog. La victoria de los Targris había supuesto el inicio a una guerra perspicaz de parte de La Mano Muda que en diversas ocasiones ingresaron en la aldea en sus actos de terrorismo. Caminaban de puntillas, y hurtaban; Otros que tenían el aspecto de cavernícolas con esas cejas anchas y los cachetes bien inflados, ojos pequeños y de frente inexistente se ocultaban en los matorrales, y podían esperar por días para darle muerte a más de un Targris. Lo único que los diferenciaba de un cavernícola eran su forma de vida y saberes. Así que se podría decir que eran una especie de horcos-mono no muy bendecidos por su natural apariencia y con fuertes deseos de mutilación.

Michael observó desde un lateral, disimulado, los cinco individuos exhaustos. Eran un teniente, dos soldados que apuntaban a todas direcciones con sus fusiles, y dos aprendices de cuerpo escuálido que jadeaban como si hubieran recorrido medio mundo corriendo.

-Míralos, están cansados. Si no fuera porque llevan armas de fuego, hubiéramos podido abatirlos sin problemas-le comentaba.

Dielanor le dirigió una mirada asustada que no necesitaba palabras para comunicarle que ni se atreva a hacer un ruido. Al rato, su cabeza se asomó por encima de la roca y en menos de un intervalo de segundo se volvió a cubrir perseguido por el sonido de una bala al darse contra la piedra.

-Ten cuidado, se acercan. Tú intenta entretenerlos, yo sacaré mi escopeta, no te preocupes y sobre todo no pierdas la cabeza.

Michael saltó por encima de la roca para enzarzarse contra uno de los dos que iban armados, cuanto más cerca estuviera, menos riesgos tenía de que le llenen el dorso de balazos. Le dio un buen puñetazo en la barbilla después de un cabezazo en toda su nariz que lo hizo aullar de dolor y el arma se le escurrió de los dedos.

-¡Abajo!-gritó desde el otro lado Dielanor, la boca de la escopeta emergió del escondite y despidió tres perdigonazos que se clavaron en el cuerpo del compatriota enemigo.

El soldado había caído y se empezaba a desangrar jurando venganza. Se palpaba la garganta con una mano, y con la otra el pecho. Michael se encargó de patalear al otro varias veces seguidas en el cuello para dislocarlo mientras oía a su aliado recargar la escopeta. El teniente desenfundó un machete contra Michael, y antes de poder atravesarlo, una bala le destrozó la cara, y cayó de espaldas. Dielanor se dejó ver con su escopeta apuntando en todo momento en medio de los dos principiantes que se habían quedado adustos después de todo aquel espectáculo horrendo. Los dos chavales que habían sido capaces de interceptar a todo un grupo, se miraban ahora con una sonrisita de amigos que al rato se tornaba endiablada. Eso significaba que iba todo bien entre ellos y el castaño acabo por comprender lo que le quería hacer saber su amigo. Ambos se aproximaron a los aterrados aprendices que estaban contraídos. El targri volvió a recargar el arma en la cara de sus víctimas con un brillo de triunfo en sus ojos. Le transmitía una colosal satisfacción ver como esos críos se abrazaban y lloraban como un par de mocosos hiperbólicos y pensó "esta es la nueva generación letal de la que hablan" al tiempo que se esforzaba por no desatar una risa descontrolada. Lloriqueaban en un ridículo tono agudizo. Dio un paso más a propósito haciéndole señales con la cabeza a Michael que se desenvolvía en la misma chistosa situación, aunque en ningún momento bajaron la guardia de sus papeles. Uno de ellos recogió la pierna extendida para evitar cualquier roce, se presionaba los ojos con una palma en forma de cuenco y lo mismo hacía con su compañero. Entre ellos solo se escuchaba las respiraciones entrecortadas, el sonido de cuando absorbían los mocos para que no se les cayeran y la hierba pisada por sus enemigos. Dielanor contuvo una última sonrisa que no fue vista por los otros) para Michael antes de empezar.

 MURDER GOLDWhere stories live. Discover now