CAPÍTULO 15

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Me levanté desganadamente.

Afuera estaba lloviendo.

Ni bien abrí los ojos, mis pensamientos se dispararon a todas partes.

"¿Qué harás hoy en el colegio?". "Se van a reír de ti". "No vayas: para hacer el ridículo..."

Y tomé la errónea decisión de faltar a clase ese día.

Además de no apetecerme asistir, me sentía un poco mal.

-No te preocupes, Rubén. Por un día quédate a descansar -dije en mis adentros, pero se convirtió en palabras.

Me tapé rápidamente la boca.

-¿Has dicho algo, hijo? -preguntó mi madre desde la cocina-. ¿Te has despertado ya?

-Sí, mamá. Me acabo de despertar -respondo.

Menos mal que no había reparado en lo que dije en voz alta.

Como un día cualquiera, vino a ayudarme para bajar a desayunar.

Tomé el té que aquel día me había preparado y me lo bebí lentamente.

Debió de notarse, porque me preguntó:

-¿Estás bien, Rubby? Te noto como muy raro.

-¿Eh? Que va. Sí, estoy bien. No sé por qué dice eso.

-Bueno...

Estuvimos en silencio durante unos instantes hasta que volvió a preguntar:

-Hoy viene Nora a por ti, ¿verdad?

-Claro, como siempre -le respondí con naturalidad. Me sentí muy mal por haberla mentido.

Tenía un plan, y era salir un poco antes de casa e irme a algún sitio al azar.

Menos mal que el día anterior le había dicho a mi amiga que a lo mejor hoy iba a faltar, porque de no haber sido así, me habrían descubierto.

Todo salió como previne.

Le di dos besos a mi madre y, en silla de ruedas, me alejé hacia el Parque Levent.

 No solía pasar por ahí nunca, porque estaba bastante lejos de casa, pero ese día quería tranquilidad.

Tardé aproximadamente media hora, y llegado ahí, lo primero que pude ver y sentir eran los pájaros volando y la brisa de la mañana, que contrastaba con la hierba húmeda.

Hacía frío.

Desde mi postura, pude apreciar una forma cuadrada implantada en la superficie de un muro, a unos cuantos metros de mí.

Me acerqué y vi que aquella forma tenía relieve.

Acaricié suavemente la piedra con la palma de mis manos frías.

Estuve un largo rato así, como intentando descubrir algo increíble, hasta que ocurrió.

No sé como lo hice, pero la estructura se movió hacia dentro como una puerta.

Me quedé boquiabierto.

Nunca había visto algo así.

Decidí entrar, y lo que mis ojos vieron fue algo espectacular.

Un pasillo largo por el cual avancé lentamente, con miedo.

Me abrigué rápidamente.

Estuve un rato avanzando por aquel sitio tan extraño, hasta que llegué a una bifurcación.

Habían tres posibles caminos.

Escogí el de la derecha y lo único que ahí dentro se podía observar era algo parecido a un banco de piedra, un foco pequeño y el frío atronador que predominaba en ese sitio.

Me quedé más atónito si cabe.

Salí velozmente y fui a ver qué podían ser las otras dos entradas.

Todas eran salitas llenas de polvo y telarañas.

Las estructuras de estos habitáculos parecían las típicas habitaciones pequeñas y monas de las películas, con el único defecto que era como si estuvieras metido en un congelador.

Sin duda alguna, ese sería mi sitio a partir de ahora al cual iría cuando me sintiera mal.

Pensé rápidamente en todas las cosas que podría hacer ahí.

Mi cerebro se hizo a la idea de qué traería los próximos días.

Un mini-radiador, una silla, una mesita, algunos libros y muchas otras cosas.

Encendí la luz que encontré y milagrosamente se encendió.

Me dispuse a pasar todo el día ahí metido, con la mochila.

No fui al instituto, pero aun así volví a casa alegre.

Al día siguiente haría lo mismo...

El Hijo Del Señor ~[EN CURSO]~Where stories live. Discover now