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Preparaba la flecha en su arco al tiempo que la estiraba junto a la cuerda, prosiguió a alzar su brazo alineando la ruta de la misma con su mejilla para así tener mejor precisión al lanzarla; Inhaló fuertemente para así poner toda su concentración en el tiro, a la hora de exhalar lanzó la flecha, misma que dió un breve viaje desde su posición hasta el tronco de ese árbol ya herido de tantos lanzamientos. Suspiró después de notar que había herrado su tiro por no más de dos centímetros, alejándose del centro. Mientras acomodaba otra flecha en el que formaría el reposa flechas de su arco, pensaba con nerviosismo en qué le diría a Newt esa mañana, había meditado en eso toda la noche y no llegaba a nada que la convenciera, ¿cómo podía ser honesta sin terminar arruinando más las cosas? Pues parecía tener ese don.
—Buenos días, Lizzy —una voz que mostraba cierto carraspeó interrumpió su meditar. Al Lizz levantar su mirada observó a Newt, con una sonrisa iluminar su rostro.
La chica en un movimiento algo torpe, dejó caer la flecha que había estado intentando acomodar.
—Te ayudo —Newt se acercó, levantando la flecha del suelo y entregándosela nuevamente a la pelirroja.
—Gracias Newt —le sonrió —. Déjame acomodo esto —el chico asintió. Lizz dió media vuelta para acercarse a un tronco tracero, dónde yacía el carcaj que le permitía transportar las flechas; sobre el tronco puso su arco y un pequeño guante que le permitía protegerse de los roces de la cuerda. Después de acomodar sus cosas, tomó asiento sobre el tronco, invitando a Newt a que hiciese lo mismo, él asintió y la siguió en acciónes.
—Vi el tiro anterior —empezó Newt mirando hacia el árbol donde habían impregnadas varias flechas de madera —, eres muy buena en esto, que pena que solo tuviera oportunidad de verlo hasta ahora —Lizz lo miró, sintiéndose algo mal por lo mencionado por el chico.
—En realidad, erré el tiro —intentó ganar un poco de tiempo para ordenar sus ideas.
—Diste al árbol ¿No? Yo creo que estaba bien —Lizz dió una media sonrisa, agradeciendo sus palabras.
La arqueria era aquello que había remplazo el dibujo con el paso del tiempo, se volvió su terapia, su forma de transformar su ira y tristeza en una ventaja para ella y sus habilidades. No solo era una actividad diaria, era un entrenamiento, pues ella sabía que algún día tendría que enfrentarse a las bestias que los esperaban allá afuera, y cuando eso sucediera, estaría lista.
—Yo, aún no entiendo, qué sucede Lizz, ¿por qué estoy aquí? —Newt ladeó su cabeza, mirando con el ceño fruncido a la chica y confundido por estar allí. Lizz suspiró, lista para empezar.
