Capítulo Quinto - Las Campanas.

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Los momentos se hicieron eternos ante aquel animal, su tamaño era un poco más grande de lo común, pero su presencia era enorme, apabullante ante mis ojos.

-¿Cómo te llamas?, ¿Qué eres?- pregunté con voz temblorosa mientras mojaba un poco mis labios con mi lengua.

Inmóvil me miró, casi pude sentir cómo aquellos ojos pesados me pisoteaban sin hablar. De pronto su cabeza se puso rígida, en alerta total, sus orejas se movían como detectando un sonido extraño. De una, dio un salto ágilmente hasta quedar frente a la ventana, puso una de sus garras sobre el cristal y con sus uñas trazó dos líneas que formaban una cruz invertida.

- Ahora prepárate, al sonar la última campana, se anuncia la destitución del amo, pero también la liberación de todo sello aplicado sobre nosotros, y es tu trabajo hacer sonar las tres campanas: dos de ellas están en la entrada de la mansión, avisan de cualquier ingreso a la propiedad y alertan de peligros inminentes. El sonido que estas producen dejan al descubierto las intenciones de aquel que nos visita. Así, la triple vibración limpia por completo los espíritus y los armoniza. - me explicó, pero aun sin decir su nombre.

Seguido a este comentario, de una mordida feroz arrancó una de sus garras, un brote de lo que parecía ser sangre revuelta con cenizas manchó la alfombra blanca cambiando la tonalidad de aquel momento. Todo armonizaba y de la boca de aquel animal cayó a mi mano esa garra, con sangre, de un olor putrefacto que no me era desconocido, olía parecido a la saliva de Trite.

- ¿Qué hago con esto?- pregunté con la cara pálida y la respiración agitada.

- Toca las campanas con ella, libera los sellos y nos darás la oportunidad de proteger al amo.- dijo aquella figura mientras cojeaba hacia el sillón para descansar un poco.

Corrí a la entrada de la mansión, no a la puerta principal, sino a la reja, aquella que delimita la propiedad, donde estaban los árboles negros que tanto miedo me hicieron sentir. Cuando llegué, volví a sentir escalofríos al ver aquellas figuras tan extrañas y terroríficas, en una rama de ese par de árboles colgaba una campana, con grietas debido al tiempo, sucias y fácilmente confundibles con la textura del follaje que las envolvía y trataba de ocultarlas.

Con la punta de la garra toqué una vez cada campana, un sonido profundo y con una vibración armónica se escuchó, como si el sonido de ambas de poco a poco se fuera unificando.
Aquella figura de los árboles negros pasó de ser tétrica a hermosa, se desenrollaron y empezaron a cambiar de color, tomaron vida. Mientras esto sucedía, de uno de los árboles brotaban flores y caían, como si estuviera en un otoño eterno, los colores eran música a la vista, las flores volaban mediante una brisa que las transportaba dando sentido a una corriente de aire que las mantenía girando por el espacio vacío, brillantes como pequeñas luciérnagas, avanzando en conjunto rumbo a otro destino. El otro árbol se incendiaba, llamas incandescentes de color azul quemaba las flores y daba un contraste hermoso al espectáculo.
La corriente de flores que se quemaba daba vida a pequeños espíritus que avanzaban rodeando el perímetro de la mansión, la cual se iluminó de cierta manera, al menos a mi parecer. Se llenó de miles de almas quemándose, espíritus que se consumían al llegar al destino trazado, en el lugar donde eran requeridos. Aunque no dejaban de llegar más para proteger el perímetro. Que contraste el de la belleza de los árboles y jardines con vida extensa, a la de aquellas almas torturadas que ardían sin cesar, todo bajo un sonido armónico que conjuntaba de manera majestuosa aquel espectáculo.

De pronto pensé… ¿La tercera campana dónde está?. La bestia no la había mencionado. Volví por la respuesta, pero era tarde, la bestia era arrastrada por el duro suelo, con un grillete al cuello que lo dominaba, esto no era normal, ya que fácilmente pudo ser roto con la fuerza bruta. El yugo brillaba con un símbolo igual al del grimorio en el pecho de aquel guerrero con penacho de plumas y ojos, sin duda un sello mágico que lo mantenía esclavizado. El guerrero me miró, por así decirlo, porque no alcance a ver más allá de un hueco en donde deberían estar sus ojos. Me ordenó entrar a la habitación principal de nuevo, no entendí su dialecto, pero era claro que lo había ordenado porque movió su brazo indicando mi persona para después señalar el interior de la habitación donde se encontraban los cinco espíritus liberadores del mundo. Guardé la garra en la bolsa interior del saco, hice una reverencia de obediencia y lo seguí.
Ya dentro, me percaté que todos seguían sentados, atentos a la mujer, aquella que parecía ser la líder.
Esta se levantó despacio y con un movimiento de su mano izquierda cerró la puerta detrás de nosotros. Ordenó tirar en un rincón a la bestia después de varios golpes propinados por su captor, la líder se acercó al animal y con un dedo tomo un poco de la sangre que le escurría llevándola a su propia boca, para después escupir directo al ojo de su esclavo, lo que desembocó un alarido en aquel ser, y una risa maquiavélica en aquella mujer.

CONCILIÁBULO Where stories live. Discover now