Capítulo 7 Profecía

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Tiempo. Lo preciado en la vida de los mortales, pero también lo que más temen. Todo individuo tiene una línea temporal marcada de principio a fin, desde que nacen comienza a definirse el curso de una época enfrentada a un destino, a peligros, a fracasos, al dolor, a la felicidad, al amor, al éxito, todo con el fin de enfrentarse a la muerte al final y salir vencida. Una decisión, un acto, palabras dichas o no dichas pueden alterar el recorrido y una nueva línea se dibuja, nadie puede prever lo que sucederá, mucho menos impedirlo y es lo intrigante del futuro lo que pone a los seres vivos a temblar. Excepto a los dioses.

Con el tiempo infinito que disponen hace que sus líneas de vida sean eternas y por lo tanto aburridas para ellos, preferían entretenerse observando líneas finitas y les causaba emoción conocer lo que le deparaba a un mortal. Sin embargo, a veces se presentaban situaciones que debían ser cambiadas y en las que los dioses no podían interferir— según decían—, delicados asuntos que definirían incluso el futuro del universo y que caían en manos de los humanos para corregirlos. Se volvió prudente proveerlos de una herramienta de predicción y de ese modo evitar un desastre o el regreso de una edad oscura. Fue así que crearon el "Oráculo". El oráculo o espejo del destino— como lo llamaban algunos— se encontraba en Erstearth bajo el cuidado del gran sabio en Nordwind.

Era un estanque de agua divina, con colores como el arcoíris, de ella nacían pergaminos a cada segundo sobre personas con un rol importante en la humanidad. Aquellos sin un papel que desarrollar podían solicitar su pergamino al oráculo a cambio de un precio. El resto, Oco se encargaba de revisarlos y guardarlos para cuando se necesitasen, los mantenía en una bóveda construida bajo su cueva, hechizada para evitar la entrada a cualquiera. El agua se iluminaba cuando estaba a punto de revelar algo nuevo.

Aquella noche de invierno en el treceavo año después de la luna de sangre, el oráculo lanzó una predicción delicada. El estanque se agitó, las pequeñas olas que se formaban despertaron a Oco, nunca antes había observado tal acción, la luz que emanaba no era del todo blanca, cambiaba de color a cada segundo, se ponía gris, blanca, azul, morada y negra, hasta que finalmente se quedó roja, roja como la luna, una vez más. Confundido, Oco bajó de su cama y se acercó con precaución, tomó su báculo apuntándolo hacia el estanque, esperando una reacción violenta, el agua se calmó en un instante dejando flotar un rollo de papel. Al recogerlo no estaba mojado, puso el báculo en el suelo y desenrolló el papel con cuidado, lo pasó por sus manos lentamente viendo con detención cada detalle. Le resultaba incomprensible, pues no era una sola línea la que marcaba, eran diferentes. El dibujo se dividió en dos partes, en la parte de arriba había una mancha de tinta negra que seguía y seguía sin forma, en la parte de abajo estaba una mujer, se le hacía familiar; pero no logró identificar de quien se trataba, no había nombres ni ninguna pista. Siguió la vida entera de esa mujer hasta que en un punto ambas líneas comenzaron a mezclarse. Aquello lo alteró, pues la sombra negra se hacía más presente y la mujer iba desapareciendo, llegando casi al final la sombra creció y el resto del papel se pintó totalmente de negro.    

— ¿Qué significa esto? — se preguntó.

En ese instante apenas perceptible, se apreció el sonar de una trompeta en el cielo. Oco dejó caer el pergamino y levantó su mirada al techo. Permaneció estupefacto, ya que sus oídos sabían a la perfección lo que habían escuchado.

—Cuando el sol se apague, cuando la vida se rebele, volverán las trompetas anunciando un inicio. Mi segundo inicio— recitó. Luego bajó la mirada al pergamino arrugado en el suelo y se dijo a si mismo— Cronos resucitará.    

Gott Bellum: Guerra de dioses [En edición]Where stories live. Discover now