Capítulo 12 Zágul

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Zágul. El mundo de hierro. Así lo llamaban los dioses por ser el hogar de la raza herrera de los enanos, cuya mística habilidad era la de crear poderosas armas y preciosos objetos, hechos de materiales únicos extraídos de sus minas. La admiración por esta especie trascendía desde los días antiguos al ser reconocidos por Cronos como los amos del metal. Después del apocalipsis, fueron los nuevos padres fundadores los que ayudaron a Hefesto a forjar el contenedor de media luna de la armadura sagrada, siendo conocidos por eso como "los herreros del Olimpo". 

El metal abundaba de manera natural por toda la tierra, valioso e indestructible; tanta era su extracción que algunos forraban hasta la naturaleza con él, ganándose el nombre que sus creadores le otorgaron. Pero más allá de sus habilidades forjadoras, los enanos se caracterizaban no solo por su singular apariencia, sino también por ser gente obstinada, orgullosa y fácil de irritar, no cualquiera lograba el aprecio por parte de estos seres, en especial la raza de los elfos. Tenían ciertos problemas con ellos puesto a que los elfos fabricaban sus propias armas, a las que consideraban tan poderosas como las de los enanos. Aquello creó desacuerdos casi irreconciliables entre ambas razas.

Y en ese mundo, que odiaba a los de su clase, fue donde el portal se cerró a las espaldas de Kattara, Donatien y Eylir, dejándolos en campo abierto, rodeados de cinco estatuas de marfil en las tierras de Alysin, sobre el monte de los padres fundadores de Zágul. Las figuras eran altas y detalladas, que se cerraban en un círculo; a sus pies había caminos marcados con piedras, cada uno guiando a alguno de los cinco reinos, los ojos de las esculturas veían a la dirección correspondiente de sus tierras. Los elfos permanecieron en el punto medio, en el centro de la tierra sin saber qué dirección tomar, admiraban los monumentos, alabando el trabajo de los enanos a pesar de que nadie pudiera escucharlos. El trabajo era magnifico. Dieron dos, tres, hasta cuatro vistazos a las estatuas mientras pensaban a donde dirigirse, después de un rato se sentaron en el pasto buscando un indicio, el diamante le mostró a Kattara que mundo la necesitaba, mas no que reino específicamente, era difícil adivinar hacia donde estaba la fuente del problema. Pasando unos minutos Kattara alzó la vista notando al cielo nublado, algo aparentemente no fuera de lo común, hasta que sintió el pasto. No estaba frio y en el ambiente no se percibía aire ni humedad que predijera una lluvia próxima, aquellas nubes significaban otra cosa. 

Se levantó mirando con atención a los detalles, y es que en realidad las nubes no eran del todo grises, sino casi negras, en unas se notaba más que en otras, siguió las manchas más pronunciadas viendo que formaban una especie de camino hacia el sur. Dedujo que era ahí a donde debían ir.

—Vor sler/ (¿Qué sucede?) — preguntó Eylir.

Dil dula neo slinner her. Et ili syler... (El sol no brilla aquí. Y las nubes...)— respondió Kattara señalando.

—Ali, il jel- slojner, il linje svart quil ili alini (Si, la veo, la línea negra que las pinta) — dijo Donatien incorporándose.

—Es Nóvety a donde iremos, ahí se encuentra a lo que me debo enfrentar.

—Colijen (Vamos) — dijo Donatien. 

Kattara tomó la delantera avanzando a paso apresurado a la dirección que les indicaba la imagen del fundador de aquel reino. Las tierras de Nóvety se extendían al sudoeste de Zágul, por ese rumbo el área se recorría desnuda, la tierra era cubierta únicamente por una fina capa de pasto verde que los dejaba expuestos al peligro, que hasta ese momento no se había presentado. El camino de piedras que seguían iba desapareciendo conforme se alejaban del monte y pronto se encontraron ante el vacío espacio del campo, avanzaron kilómetros sin divisar algún alma, comenzando a desacelerar el paso sin ninguna amenaza cercana. Percibían la calidez del sol oculto a través de las nubes, preguntándose la razón por la que estaba escondido en primer lugar, el ambiente estaba en total silencio y eso les producía escalofríos, los alertaba y asustaba, ya que podían escuchar sus pisadas aun con lo ligeras que eran.  

Gott Bellum: Guerra de dioses [En edición]Where stories live. Discover now