en el mejor momento ; enzo fernandez , julian alvarez

4: El ascensor.

Enzo se abre paso entre nosotros, parándose en el medio antes de apretar el botón de su piso.

—¿Todo bien, bro?— Julián no parece notar la creciente tensión entre los tres.

—Excelente, ¿vas a comer?— Enzo suena causal, pero un tono de indiferencia se desliza entre líneas.

—Ya comí afuera,— el ascensor para en su piso y se adelanta— Nos vemos mañana— saluda mirando a su amigo, y luego posa sus ojos en mí con una sonrisa tímida, guiñándome el ojo antes de que se cierren las puertas.

Mi corazón late desbocado y doy gracias al universo de que nadie pueda escuchar el tambor dentro de mi pecho.
Enzo no dice nada, sólo esta ahí mirando a la nada.
El ascensor se detiene en mi piso, y nunca estuve tan feliz por llegar a la cocina ya.
Pero me sorprendo cuando una mano se enrieda en mi antebrazo y me jala hacia atrás de un tirón.
Ahogo un grito cuando mi espalda queda pegada a una superficie dura y cálida.

—¿Por qué tan apurada?—susurra contra mi pelo, su voz gruesa provoca que se me ponga la piel de gallina.

Me revuelvo con fuerza y me suelto de su agarre.

—¿Estás mal de la cabeza o que te pasa?— lo miro, incrédula— Tocame otra vez y te rompo la cara.

Su mirada me escanea de los pies a la cabeza, y me siento pequeña e insignificante pero no lo demuestro.

—La próxima vez...— se acerca y queda a centímetros de mi rostro—me vas a rogar que te toque.

Está tan cerca que puedo ver la pequeña cicatriz en su frente, casi imperceptible de lejos. Tenía las pupilas dilatadas y los labios rojos, brillantes. Muerdo el lado interno de mi mejilla.
Me odio por sentir mariposas, y por el temblor inminente de mis rodillas. Me odio por querer saber cómo se sentiría besarlo, estar entre sus brazos, el gusto de su boca...

Antes que pueda refutar su oración, sale del ascensor y me guiña el ojo cuando las puertas se cierran.

—Nos vemos después.