14 La cena

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—¿Puedo pasar? —pregunta sin dejar de mirar adentro.

—Sí, claro. Puedes —Me hago a un lado permitiéndole el paso.

— Buongiorno, signorina —saluda, pero Analí pone cara de no entender.

Algo totalmente ridículo, se necesita ser muy estúpido para no comprender que está saludando; el movimiento corporal habla por sí mismo.

—¿Podrías no ser grosera y responder Buenos días?

—No le entiendo, así que no me califica como grosera, anormal —dice y la verdad es que sí me apena con Lorenzo, que frunce el entrecejo decepcionado—. Siéntate, Lorenzo.

—¿Qué sucede con la bella ragazza? —pregunta con ojitos de cachorrito en cuanto ella se retira.

—Es mi hermana, y una muy mala, por cierto. Lorenzo, ¿qué haces aquí?

—La bellezza de las Basso es un buen gen.

—Lamentablemente, la belleza de las Basso no incluye buenos modales en algunas, Lorenzo.

—Oh... Eso es lamentable, ragazza mía. Sfortunato, Muy desafortunado. ¿Cómo puede haber maldad en una carita de ángel?

—Tanta que no te imaginas. Lorenzo, ¿qué haces aquí? —pregunto por segunda vez—. Iba justo a la pastelería.

—Oh, tranquila, ragazza mía. Mary me contó lo que sucedió. ¿Cómo está tu madre?

—Mucho mejor, gracias.

—Me comentó sobre le vacanze. Y no hay problema. Tomate una semana, pero solamente una semana, ragazza mía. La pastelería podría caerse sin tu ayuda. Mi negocio te ama y yo también. Amo el gen Basso.

—Sí, eso ya me quedó claro, pero Lorenzo... Es casada y es en verdad insoportable.

— L'amore puede cambiar personas, pastelito —dice con optimismo, y no lo culpo. Lorenzo es la persona más noble que se pueda conocer.

Es el tipo de persona que no le niega un pastelillo a un indigente, le improvisa un techo con una caja de cartón y una bolsa de basura a un perrito callejero para que no se moje y le arrima agua y comida.

—Tú lo has dicho, Lorenzo: personas. Los demonios no son personas.

—¡Hey, Lorenzo! —saluda Eddie, viro los ojos dejando salir un suspiro de fastidio cuando veo que se acerca a estrechar la mano de mi jefe.

—¡Eddie!, il ragazzo veloce —exclama Lorenzo con alegría, algo característico de él.

—Ese mismo. ¿Qué haces aquí? Ya íbamos camino a la pastelería —anuncia el imbécil.

—Eso mismo me lo estaba diciendo mi bella Irene.

—No, dije que yo iba de camino. Lorenzo, yo sé que eres el dueño de Delizia di Lorenzo. Pero... ¿Por qué contrataste a este sujeto?

—Irene... —protesta Eddie y levanto la palma de mi mano en señal de que se calle.

—Me parece buena persona —explica Lorenzo—. Hay que darle la oportunidad, ragazza mía.

—Yo sé que a ti todas las personas te parecen buenas, pero a él no lo conoces.

—Pues vamos a conocerlo.

—Pues ya está dicho —interviene Eddie antes de que yo pueda decir algo y Lorenzo se levanta—. ¿Vas a la pastelería, Lorenzo? ¿Te importa si me voy contigo?

—Per niente, ragazzo. Andiamo! —Se levanta también—. Irene, pastelito, por favor, disfruta estas vacaciones. Saluda a tu hermosa madre por mí y dale mis mejores deseos.

Una chica curvilínea | Bilogía Complejos I | Finalizada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora