19 Cambio inesperado

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Dos semanas han pasado y extraño demasiado a Asher, aún a pesar de que se toma el tiempo de pasar cada mañana a darme los buenos días hasta el Delizia di Lorenzo. Entiendo que no puede quedarse más del tiempo que él o yo quisiera, las llamadas se han vuelto cortas y los mensajes no me son suficiente.

No entiendo qué ha pasado, ni en qué momento me vi tan involucrada con él, pero quiero verlo y no puedo esperar a que siempre sea él quien me llame, o me busque por lo que no me ha sido difícil encontrar el edificio donde vive, he traído los canollis que le gustan a Peter, especialidad de Lorenzo.

Es sábado y Asher debe de estar por llegar de su guardia, así que lo sorprenderé.

Salgo del ascensor en el piso seis.

—Lo siento, tu hermano debió pagarlo. Ya le habíamos dejado un aviso —escucho a un hombre decir.

La puerta del apartamento de los chicos se ve abierta, y cuando me acerco veo a Peter desesperado intentando comunicarse con ellos; es obvio que ellos no le entienden.

—Peter... ¿Qué sucede? —pregunto al par de hombres que se encuentran dentro.

Peter me ve y se acerca con lágrimas en los ojos y expresión de desesperación.

—¿Es usted familiar de los hermanos O'Toole? —pregunta un hombre, pero yo trato de calmar a Peter.

Trato de recordar lo poco que he aprendido, y aunque no es mucho, intento recordar cómo se dice tranquilo. Llevo ambas manos a la altura de mi pecho y un poco temblorosas e imito el movimiento que aprendí: junto mis dedos índices con el pulgar en forma de cruz y las llevo al mismo tiempo hacia abajo. Eso lo hago verbalizando que se tranquilice. Parece que lo hice bien porque Peter asiente limpiándose el rostro con sus manos.

—¿Qué hacen? ¿Por qué están aquí? ¿Qué sucede? Dígame qué sucede.

—¿Conoce a los hermanos O'Toole? —repite la pregunta.

—Sí, los conozco. ¿Qué le han hecho al chico? —cuestiono molesta.

—No le hemos hecho nada.

—¿Qué no le han hecho nada? Se encuentra alterado. Nadie se altera por nada. ¿Qué le hicieron?

—Ellos tienen qué desalojar ahora mismo este departamento.

—¿Por qué?

—Porque tienen un adeudo hipotecario de aproximadamente un año —Peter comienza a mover sus manos nuevamente y le digo que se tranquilice de nuevo.

—¿Un año de hipoteca? ¿Acaso no existen las prórrogas?

—Ya se le han dado cuatro y no se le pueden extender más. Tienen que desalojar el departamento —exige y miro que solamente hay cuatro personas: el que ha hablado conmigo, otro hombre que parece ser su compañero y un par de oficiales de policía.

—Debe tener un par de testigos, y tienen que ser vecinos. Lo marca la ley, usted no puede venir y embargar o desalojar sin dos testigos presentes. ¿Dónde están sus testigos?

—Está usted, ya es uno.

—Yo no soy una vecina. Traiga a los testigos, o no puede desalojar a estas personas. Muéstreme la orden de embargo o desalojo —El hombre me mira como analizándome y después le pide una carpeta a su compañero y me la entrega. La leo con detenimiento mientras le ordena a su compañero que busque a dos vecinos dispuestos a firmar como testigos de que ellos han hecho las cosas como deben ser—. Esta orden no dice que las cosas de ellos se deben dejar. Pueden tomar incluso sus muebles y llevárselos. El embargo es por el inmueble, no las pertenencias de los habitantes.

Una chica curvilínea | Bilogía Complejos I | Finalizada ✔Where stories live. Discover now