Capítulo 5: Olores

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— Es extraño que hayan dejado entrar a sus guardias —mencionó Olivia viendo a quienes acompañaban a los Kodai jóvenes.

Generalmente era muy extraño ver a las bestias adultas en sus formas humanas, para ellos era mucho más cómoda la forma animal. Los Kodai adultos no solían ir al Imperio Valquiria.

Cuando son cachorros es más fácil mantener la forma humana, cuando llegaran a la mayoría de edad los verdaderos instintos animales florecerían.

— Es necesario para las reuniones formales, nuestros padres desean ver como nos relacionamos con los humanos —explica Julian calmado mientras le da una vuelta a la castaña.

Ella le sonrío.

— Hoy estás muy guapo —dijo elogiándolo y las mejillas del rubio se pintaron de rojo.

— Muchas gracias, Vi.

— Ahh —Un suspiro escapaba de la niña de cabellos rosas mientras miraba a su hermana y amigo bailar—. Son tan lindos juntos.

— ¿Olivia y Julian? —cuestionó Keith desviando su atención de Elisa para centrarla en los nombrados—. Si, supongo —Se encogió de hombros con indiferencia.

— No seas tan desinteresado —Se quejó ella.

Keith le dio una sonrisa mientras guiaba los pasos de su amiga.

— La única que se merece toda mi atención eres tú —Le dijo sonriente.

— ¡Hik! —La pelirrosa emitió un sonido tierno mientras su rostro se cobraba un tono casi comparable con su cabello, lo cual solo enterneció al azabache—. No digas esas cosas —pidió desviando la mirada.

— Lisi es muy bonita cuando se sonroja —Le dio una vuelta y Elisa, avergonzada por sus palabras, escondió su rostro en el pecho del chico mientras seguían bailando.

— ¡No te burles! —Se quejó.

(...)

El baile había llegado a su fin y Olivia, agotada, había caído en un sueño profundo. Como ya era acostumbrado, un pequeño felino entró a la habitación de ambas humanas, trepando a la cama de Elisa.

— Lisi, Lisi —Una patita mullida tactaba la mejilla de la niña, quien abrió los ojos ante el nombramiento de su apodo.

— ¿No puedes dormir? —preguntó somnolienta y él negó con la cabeza—. Ten cuidado al entrar Keith —Se quejó mientras levantaba las sábanas, dejando a su amigo, en su forma animal, acostarse a su lado.

El gato negro frotó su mejilla con la de ella en agradecimiento para luego enroscarse a su lado.

Los dedos de Elisa se deslizaban por su pelaje, suave a su tacto, y sin poder evitarlo un ronroneo salía de él, le gustaba mucho que Elisa le acariciara.

— ¿Por qué tienes problemas para dormir? —susurró la pelirrosa.

— No me acostumbro, extraño mi casa —explicó él en un tono bajo.

Ella lo entendió, debía ser complicado para un animal salir de su hábitad para entrar a otra completamente diferente.

— ¿Yo te ayudo a dormir? —Le preguntó acariciando su cabeza y luego su barbilla, haciendo que el animal lamiese dócilmente su mano como respuesta.

— Si, eres muy cálida, y hueles bien —admitió Keith.

Generalmente los humanos olían a codicia y resentimiento, intentando ocultarlo bajo perfumes caros y chillones, pero Elisa no olía así, ella olía a flores e hierba, un olor que le encantaba a Keith. Inconscientemente pegó su nariz más cerca del cuerpo de la niña.

Los Kodai podían saber cuales eran las "buenas o malas" personas, eran puros instintos, por esto bestias y humanos, hasta hace un par de décadas, no establecían relaciones a no ser que pelearan.

Los humanos temían a la gran fuerza de los Kodai, los Kodai temían al ingenio de los humanos, con sus armas y técnicas. Por esto, cuando se llegó a un acuerdo de paz, ambos imperios estuvieron aliviados.

— ¿Huelo bien? —Elisa se preguntó más para sí misma y olió su hombro, no sintiendo ningún tipo de aroma—. Seguro mientes.

— No —aclaró él al punto de caer en el sueño—. Tú hueles a hogar.

Tras sus palabras el rostro de la niña se enrojeció.

— ¡No digas eso! —Se quejó por lo bajo pero no hubo respuesta.

Cerró sus ojos tratando de bajar el sonrojo.

« Gato tonto, ¿cómo puede decir algo así y dormir tranquilo? »

Se cuestionó, mientras ella también se iba induciendo en un sueño.

(...)

— Entonces... —Julian peleaba con Keith luego de haber regresado al Imperio Salvator durante sus dos meses de vacaciones—. ¿Por qué has estado tan distraído en estos días?

Tras de que el primer curso en la academia DelSair finalizara, los Kodai volvían a sus tierras durante el verano y regresaban a inicios de septiembre, y así hasta el siguiente año.

Ambos niños, en sus formas animales, peleaban como entrenamiento, un felino color negro y otro color dorado, se batían a dientes.

— No estoy distraído —dijo Keith lanzándose contra Julian quien retrocedió y lo miró divertido.

— Es por Elisa, ¿cierto?

— ¡No es por ella! —exclamó avergonzado el felino azabache y su contrario se cirnió sobre él, rodando por el suelo y colocando sus dos patas delanteras sobre su pecho.

— Lisi, Lisi, Lisi, ella te desconcentra —Se burló Julián y terminó rodando nuevamente en el césped pero con el resultado contrario.

Keith lo presionaba contra el suelo, y por un momento, el felino de pelaje dorado sintió temor ante la peligrosa mirada del felino sobre él.

— No la vuelvas a llamar así —advirtió.

— Oye, solo era una broma —Se quejó su amigo y Keith se apartó.

— Voy a lavarme, nos vemos en la cena —dijo el azabache caminando a pasos lentos hasta entrar en los lujosos pasillos.

Julián se quedó acostado sobre su panza y apoyó su cabeza sobre sus patas delanteras, analizando a su amigo. Keith solía ser muy tranquilo, pero a pesar de solo ser un cachorro era muy fuerte, y últimamente se había vuelto muy unido a aquella humana.

Aunque...

« ¿Qué estarás haciendo, Olivia? »

Su cola se movía en un lento compás sobre el suelo al pensar en la niña de cabellos castaños y ojos verdes. ¿Cómo iba a recriminarle a Keith el ser unido a una humana cuando él también lo era? Sería demasiada hipocrecía.

Las leyendas que les contaban los Ancianos eran ciertas, los humanos olían a codicia y sus corazones estaban llenos de maldad.

No eran como los animales, quienes solo mataban por necesidad, ellos lo hacían por avaricia. No se conformaban con lo que tenían, siempre querían más poder y riquezas. Su codicia siempre iría sobre su corazón.

Sin embargo, habían sus excepciones, Olivia, Elisa, Erik, ellos eran diferentes, no tenían aquel olor, no los apartaban por ser "diferentes", pero tampoco les temían por serlo.

Tal vez, solo tal vez, los Kodai y humanos pudiesen vivir bien en un futuro.

La prometida del Príncipe de las Bestias [Libro 1 Imperio de Rosas]Where stories live. Discover now