xviii. the gods are generous

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pov percy

Las tres Moiras en persona se llevaron el cuerpo de Luke.

No había visto a las viejas damas desde hacía mucho, desde que las sorprendí cortando un hilo de la vida en un puesto de frutas de carretera cuando sólo tenía doce años. Entonces me habían dado pavor y ahora también me lo dieron: tres abuelas macabras con bolsos llenos de hilo y agujas de hacer punto.

Una de ellas me miró y, aunque no dijo una palabra, toda mi vida —literalmente— desfiló ante mis ojos en un fogonazo. De repente tenía veinte años. Luego fui un hombre de media edad. Y por fin me convertí en un viejo arrugado. Toda la energía abandonó mi cuerpo y entonces vi mi propia lápida, una tumba abierta y un ataúd que descendía hacia el fondo. Todo eso en menos de un segundo.

—Ya está —dijo.

La Moira sujetaba un trozo de hilo azul. Era el mismo que había visto cuatro años atrás: el cordón vital que yo les había visto cortar entonces. Había creído que era mi vida. Ahora comprendía que no, que se trataba de la de Luke. Ellas me habían mostrado la vida que habría de ser sacrificada para arreglar las cosas.

Se reunieron las tres junto al cuerpo de Luke, ahora envuelto en un sudario blanco y verde, y cargaron con él para sacarlo de la sala del trono.

—Esperad —dijo Hermes.

El dios mensajero iba vestido con su conjunto clásico, es decir, túnica griega, sandalias y casco alado (las alitas se agitaban mientras caminaba). Las serpientes, George y Martha, se enroscaban en su caduceo, murmurando: «Luke, pobre Luke».

Pensé en May Castellan, sola en su cocina, preparando galletas y sándwiches para un hijo que jamás volvería a casa.

Hermes le destapó la cara a Luke, le besó la frente y murmuró unas palabras en griego antiguo: una bendición final.

—Adiós —susurró. Luego asintió, dando su venia a las Moiras para que se llevaran el cuerpo de su hijo.

Mientras salían, pensé en la Gran Profecía. Ahora todos los versos cobraban sentido. «El alma del héroe, una hoja maldita habrá de segar». El héroe era Luke; la hoja maldita, el cuchillo que él mismo le había dado a Annabeth mucho tiempo atrás: maldita porque Luke había quebrantado su promesa y traicionado a sus amigos. «Una sola decisión con sus días acabará». Mi decisión había consistido en darle a él el cuchillo y creer —como Annabeth había hecho— que todavía era capaz de corregirse y arreglar las cosas. «El Olimpo preservará o asolará». Al sacrificarse a sí mismo, él había salvado al Olimpo. Rachel tenía razón. Al final, no era yo el héroe. Era Luke.

Y entendí otra cosa también: al sumergirse en el río Estigio, Luke había tenido que concentrarse en algo importante que lo mantuviera unido a su vida mortal. De lo contrario, se habría disuelto. Yo había pensado en Venus, y tenía la sensación de que él habia pensado en Annabeth y Venus. Luke se había imaginado la escena que Hestia me había mostrado: la imagen de sí mismo en los buenos tiempos, con Thalia, Venus y Annabeth, cuando él había prometido que formarían una familia. Herir a Annabeth y Venus en el combate le había producido una conmoción y le había traído el recuerdo de su promesa. Era eso lo que había permitido que su conciencia mortal tomara el control y se impusiera a Cronos. Su punto débil —su talón de Aquiles— nos había salvado a todos.

Venus seguía a mi lado y de repente vi que se le doblaban las rodillas. Me apresuré a sujetarla, pero ella dio un grito de dolor y comprendí que la había agarrado por el brazo roto.

¹ 𝑈𝑁𝑇𝐼𝐿 𝑇𝐻𝐸 𝐸𝑁𝐷 ❪ hp x pjo ❫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora