Ada Wilson no podía estar más encantada, fascinada y maravillada con aquellos ojos que la hipnotizaron. Sin embargo, su estadía en Forks comienza a tornarse tortuosa tras descubrir la verdad sobre aquel lobo que la sigue a todos lados, y la idea no...
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AMIGOS.
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Tiré una patada a la piedra con la que venía jugando desde que salí por el caminito que el bosque formó por sí solo, como si estuviese hecho para mi. Joy estaría furiosa en cuanto se enterase que me alejé de la zona delimitada en la que me permitió jugar bajo la pequeña lluvia del día. Me había acostumbrado a ella, pero ahora que se había detenido y solo quedaba el cielo nublado decidí que era momento de buscar a Honey, ya después iba a lidiar con mi hermana mayor enojada.
Así que emprendí mi camino sin rumbo. Honey solía acercarse a las orillas del bosque para asomar la cabeza entre los arbustos como una señal para juguetear, pero ese día no se presentó cerca de mi casa, supuse que se debía a la fuerte lluvia que acababa de detenerse unos minutos atrás. Pero, luego de caminar en círculos durante lo que me pareció una eternidad me detuve, rendida a no encontrarlo más.
A la lejanía se observaba la oscuridad debido a los enormes árboles que conformaban el bosque, una escena demasiado hermosa de ver sino fuese porque estaba perdida y a pesar de que aún era temprano el cielo oscurecía por las nubes grises. Si lo pensaba, era una escena aterradora.
Traté de no pensar en ello, tomando a mi cámara que era mi fiel compañera para fotografiar las nubes y el pasillo de árboles que no se veían tener fin. Hasta que hubo un ruido tras mi espalda proveniente de los arbustos. Mi corazón latió desenfrenado por la adrenalina y el miedo, quise creer que Honey estaba por ahí jugando una broma, lo que me hizo repetirme lo loca que estaba, porque un animal no podía pensar en ello, ¿verdad? Demasiado Disney para mí.
ㅡ ¿Quién anda ahí?ㅡ me atreví a preguntar. Retrocedí un paso, encajando las botas de lluvia en el lodo bajo mis pies. ㅡ, sal, sé que estás ahí.
Y aunque intenté sonar segura, la voz me tembló. Recordé el día que me perdí imaginando una persecución junto a Honey alrededor del bosque, corriendo con rapidez ante unas pisadas en mi espalda que se sentían tan reales siendo solo parte de mi imaginación, pero Honey estaba a mi lado en ese juego que extrañamente el animal entendió, como un compañero de aventuras. Justo ahí... estaba sola.
