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El pasillo por el que se marchó el osado stripper quedó desolado y ahogado en la penumbra ante la marcha de sus pasos que lo guiaron orgullosamente a su camerino privado; sin siquiera echar un vistazo atrás para comprobar si le seguías. Entre tanto, tus pies quedaron congelados en el suelo, arraigados cuando te cosquilleó la presencia aún vaga de sus palabras que danzaban en el aire, así como él anteriormente se movió en tarima. Pero, de aquella misma forma que la curiosidad empujó y guio a un gato ciego a su destino, avanzaste con seguridad, acarreada por una fuerza mayor que te hizo olvidar el grupo de amigas que aguardaban a tu espera, siguiendo el sendero invisible que Spicy Candy marcó con su tentativa y especial invitación.

Fuera un motivo u otro al que no buscaste justificación, ya estabas parada frente a la puerta del bailarín erótico con la sensación de tener el corazón alojado en tu garganta.

Respiraste hondo para calmarte, con la mirada fija en la placa dorada que señalaba su nombre artístico: Spicy Candy; pues solo un hombre con un pseudónimo así podía ser magnífico, atractivo y popular entre las mujeres cuando se desnudaba por amor al arte erótico para mostrar su cuerpo de infarto.

Vacilaste en llamar y tus nudillos se detuvieron a escasos milímetros de golpear la madera, pidiendo así permiso para entrar. Sabías que él estaba al otro lado de la puerta y seguramente te estaba esperando con esa seguridad que lo embargaba y que envidiabas por irradiar tanta confianza en sí mismo. Aunque era algo normal, acabaste razonando, pues él tenía que darse cuenta en cada show que las mujeres lo deseaban y perdían los estribos por solo recibir una de sus candentes miradas.

Pero Spicy Candy había ignorado a tus amigas, incluso a la futura novia, y te había invitado a su camerino...

Y no tenías nada que perder.

Con los ánimos revigorizados y alentada para afrontar el encuentro con ese hombre que llevaba el pecado en los labios y la tentación en sus ojos carmesíes, pusiste tu mano en el pomo y abriste la puerta al paraíso con la esperanza de encontrarle esperando tu llegada.

Sin embargo, no viste rastro de su presencia cuando accediste a la estancia a pesar de que hiciste una revisión rápida a tu alrededor. Las paredes estaban cubiertas de papel pintado de color negro y rojo, simulando un rosal que se extendía desde el suelo enmoquetado hasta el techo. Una lámpara de araña quedaba justo por encima de tu cabeza, pero estaba apagada y no ibas a buscar el interruptor cuando la luz de un tocador frente a ti iluminaba lo suficiente la habitación para no dejarte en la oscuridad. Aun así, los focos que enmarcaban del espejo dirigieron tu mirada hacia el perchero que quedaba a tu derecha, vislumbrando los diferentes atuendos que el stripper usaba para sus actuaciones.

Por un instante creíste que te había engañado y que habías acudido allí, ilusa, como una polilla atraída hacia la luz más brillante... y como tal dirigiste tus pasos hacia el tocador para dejar allí la gorra de policía que aún llevabas en la cabeza, haciéndote sentir un poco tonta por llevarla. La tomaste entre tus manos y apretaste la visera entre tus dedos, pero justo cuando ibas a depositarla sobre la repisa escuchaste que la puerta se cerraba y seguidamente el chasquido de un pestillo sellaba tu salida.

—¿Qué tenemos aquí, hah?

—¿Qué tenemos aquí, hah?

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More Spicy, but still Candy (+18) [BakugouxLectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora