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CAPITULO 2

El paseo de vuelta al racho se llevó un rato, pero Tul disfrutó de cada segundo de él. Su amado Max estaba seguro envuelto en sus brazos, e incluso inconsciente, se veía hermoso. Había sabido desde el momento en que lo había visto hace unos meses que Max era el único, su compañero.

Le había echado un vistazo durante una entrevista que había estado ofreciendo acerca de su trabajo de fotografía y le había conocido. Max le pertenecía.

Sólo el sonido de su voz le había dado a Tul una erección que le había llevado a masturbarse dos veces para hacerle bajar lo suficiente para que pudiera caminar sin dolor.

Tener a Max aquí, finalmente en sus brazos, era un sueño hecho realidad. Los meses entre encontrarlo y conseguir que llegara aquí habían sido los más largos, los más difíciles de su vida. Habían sido aún más difíciles que la lucha por la posición de Alfa de su manada.

Sin embargo, su amado compañero estaba por fin aquí. Tul tenía que convencerlo de que se quedara aquí. Ahora que había reclamado al pequeño hombre, sabía que convencerle para que se quedara, no sería tan difícil. Max era de la manada ahora. Experimentaría el verdadero significado de esa frase en su primer turno durante la próxima luna llena.

No iba a ser tan fácil convencer a Max de que Tul era su compañero, su Alfa. Tenía la sospecha de que su pequeño compañero, mientras que era un sumiso sexual, iba a ser un infierno sobre ruedas fuera de la habitación.



Sólo sabía que su pequeño hombre sería un problema desde el momento en que lo había visto en la televisión.

Él ni siquiera sabía que Max era un Omega. Mientras que muchas personas podrían ver eso como un problema, Tul lo veía como una ventaja. Por supuesto, que nunca había oído hablar de un Alfa estar acoplado a un Omega antes. Podría abrir una lata de gusanos que no esperaba.

Los Omegas ocupaban un lugar especial en las manadas de lobos. Ellos mantenían la armonía entre los miembros de la manada. Actuaban como fuerzas de paz y diplomáticos, las voces de la razón para la manada. Los miembros de la manada iban al Omega por comodidad y afecto. Max era perfecto para ese trabajo. Sería un Omega maravilloso.

Tul no se consideraba estúpido. Había investigado un montón sobre Max antes de convencer a su agente que le enviara hasta el rancho por una sesión de fotos. Sabía que Max tenía un carácter bondadoso y era exactamente lo que la pequeña manada de Tul necesitaba.

Los Omegas eran de naturaleza sumisa, lo cual funcionaba a la perfección para la muy dominante personalidad Alfa de Tul. Sabía que Max revelaría toda su posesividad, todos sus instintos de protección.

Una vez que se había asegurado de la personalidad de su compañero, había dispuesto para que viniera a su pequeño valle para una sesión fotográfica. Le había costado un montón de dinero, pero por Max valió la pena cada centavo.

Tul bajó de su caballo, balanceando a Max contra él para tenerle de forma más segura en sus brazos. Atando las riendas de su caballo a la barandilla del porche, entró en la casa. Pateó la puerta cerrada con el pie, dirigiéndose a mirar a los rostros ansiosos antes que él.



—¿Es él? —Preguntó Mew, asintiendo hacia el hombre inconsciente que sostenían con cuidado los brazos de Tul.

Tul asintió, con la esperanza de que su manada aceptara a su compañero. Ellos no tenían mucha elección, pero aún así, sería bueno si aceptaban a Max, sin que Tul forzara el tema. Quería que a ellos les gustara tanto como a él lo hacía.

Se quedó muy quieto, cuando los cinco miembros de su manada se adelantaron, oliendo a su compañero. No tenía una manada grande, sólo seis de ellos todos juntos. Y todos ellos venían de diferentes manadas. Pero todos ellos tenían una cosa en común, todos habían sido condenados al ostracismo por sus manadas de nacimiento, ya que eran gays.

Pasiones SalvajesWhere stories live. Discover now